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El país|Sábado, 7 de febrero de 2004
PANORAMA POLITICO

Ficciones y realidades

Por Luis Bruschtein
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Entre los beneficios y desventajas que tiene el poder político, a diferencia del llano, está su relación tan imperiosa con la realidad. Sobre todo en los momentos de cambio. Esa percepción inmediata suele ser abrumadora y es capaz a veces de quebrar hasta las mejores intenciones. Frente a ella, los patriotas de la Revolución de Mayo, de convicciones republicanas y jacobinas, tuvieron que sostener la ficción de la “máscara de Fernando VII”, el reinado de la infanta Carlota o de una fantástica dinastía incaica para esconder sus verdaderos afanes en un planeta de reyes y emperadores, donde el único despunte democrático aparecía en las no tan antiguas colonias de Norteamérica. El poder político en esa situación generaba una ficción, pero el pensamiento de todos los demás, incluso los que se planteaban el retorno al monopolio español, también lo era en la medida en que sus presupuestos no acababan de estar confrontados con la nueva realidad.
La referencia a la Revolución de Mayo puede sonar ampulosa porque no hay perspectivas inmediatas ni mediatas de revolución por ahora. Aunque sí se trata de proceso de cambios de paradigmas en el mundo y en el país. En el contexto de esos cambios, se entrelazan ficciones de un lado y otro del poder político. Y también lo que hasta hace dos años podía ser ficcional, en cuanto a propuesta para confrontar, ahora puede convertirse en un hecho. Hace dos años, por ejemplo, una de las iniciativas más duras sobre la deuda externa se proponía pagar solamente lo que se llamaba la deuda legítima. Esa idea implicaba en ese momento un esfuerzo monumental y la ruptura tajante con los esquemas de pensamiento dominantes. Sin embargo, la propuesta oficial actual de pagar solamente el 25 por ciento de la deuda privada podría llegar a ser aún más drástica en cuanto a volúmenes y, si bien tiene oposición abierta, no implicó por ahora ruptura ni contundentes represalias.
La “máscara” de Fernando VII fue para los patriotas una forma de presentar un perfil más bajo para impulsar otros más ambiciosos. Pero también la ficción puede funcionar al revés, como proyectar un discurso grandilocuente que no tenga su correlato en la práctica. Un sector de la izquierda partidaria entiende que esa es la actitud del gobierno de Néstor Kirchner. Con matices, Elisa Carrió hizo declaraciones esta semana en el mismo sentido al calificar de “ficción” a la política oficial porque “el núcleo central de la estructura económica que generó la desigualdad y la pobreza no sólo se mantiene, sino que se consolida”.
Cuando Mariano Moreno fue elegido secretario de la Primera Junta, escribió que “es preciso pues emprender un nuevo camino que lejos de hallarse alguna senda, será necesario practicarla por entre los obstáculos que el despotismo, la venalidad y las preocupaciones han amontonado después de siglos...” Era consciente que debía navegar en aguas desconocidas, fuera de los carriles por los que se había desarrollado hasta entonces la política en la colonia. El ciclo que se abrió en el país tras la rebelión del 19 y 20 de diciembre y la caída del modelo de convertibilidad, derrumbó los viejos paradigmas y creó un contexto nuevo.
Los procesos son más previsibles cuando el contexto no cambia. Y ese aspecto “ficcional” de la política queda entonces circunscripto al discurso demagógico desde el oficialismo y la oposición. La idea de cambio es muy amplia. A partir de diciembre de 2001, Argentina pasó de un esquema donde el eje era la valorización financiera del capital, a otro donde la exportación y la producción pasaron a ocupar el centro. Hubo un cambio aunque no fue un salto del capitalismo al socialismo. Y es un cambio que tiene muchas consecuencias profundas por inercia propia. No es que todo está igual.
Dentro de ese nuevo esquema se puede plantear un proceso de concentración de la riqueza similar al que generaba el viejo modelo, o impulsar otro con una distribución democrática del ingreso. En todo casoestá claro que el debate político no se dará de la misma forma que en el contexto del modelo. Descubrir esa clave, el punto donde se centra el debate, un factor que también es nuevo para la oposición, le dará, en todo caso, la posibilidad de construirse como tal.
En este aspecto el gobierno tiene ventaja porque, desde su lugar, la percepción de esas transformaciones es mucho más rápida. Mientras la oposición no asuma los cambios que se produjeron y siga insistiendo con que todo está igual que con Menem y la Alianza, esa ventaja seguirá estirándose. Para el ciudadano menos politizado, el discurso de Kirchner está más anclado en esta nueva realidad. Lo ve así no solamente por una actitud esperanzada y subjetiva, sino porque percibe esos cambios.
Sin embargo, en esa franja importante de la población que aprueba la gestión de gobierno también hay una nota de cierto escepticismo, una fracción de duda. Quizás la razón de esa espina de recelo se deba a la forma inesperada, sorpresiva, como se resolvieron las elecciones presidenciales. Inesperada incluso para el mismo Kirchner de un año atrás. Todavía pesa la historia de frustraciones de los últimos años que fueron gestando el rechazo a los políticos, a las promesas incumplidas y a los discursos vacíos. Por esa brecha se cuela la sospecha sobre lo ficcional. Cuando el conocimiento recién empieza hay un gran espacio para lo ficcional en cuanto a expectativas pero también en cuanto a recelos. Esa relación todavía sensibilizada con la política obliga también al gobierno a caminar por una vereda angosta. Cualquier movimiento en falso que lo empariente con la política de los ‘80 y los ‘90 puede convertir el apoyo en rechazo o en indiferencia.
En esa vereda, en poco tiempo el gobierno tomó medidas que en otra época fueron descartadas, incluso por muchos de los que las apoyaban, por utópicas o impracticables. Cualquiera habría esperado que estas acciones hubieran provocado una reacción furibunda, un gran cataclismo nacional. Lo paradójico es que no pasa nada de eso que se esperaba o se temía, y lo ficcional conspirativo aporta entonces su carga de conjeturas y especulaciones. Ya no se trata de lo que hace el Gobierno, sino de lo que deja de hacer la reacción, una derecha que está igual de perpleja con los cambios de paradigmas y esquemas y además otro sector de esa derecha que indudablemente resultó favorecido por los cambios.
Durante la semana que pasó, el gobierno hizo dar marcha atrás a los aumentos de las prepagas, instrumentó un abono preferencial de tren y subterráneo para desocupados y ancianos, y mantuvo su polémica por la deuda externa. Pero al mismo tiempo, las cifras sobre el crecimiento del comercio exterior demostraban que el 90 por ciento de las exportaciones fueron realizadas tan sólo por el cinco por ciento de las empresas que exportaron. Las características de concentración de la economía se mantienen. Aquellos que estaban en mejores condiciones en el momento de la crisis son los que pueden aprovechar más el proceso de reactivación. Las petroleras y las grandes cerealeras son las que más se han beneficiado. En este punto es cierto en gran medida el planteo de Carrió. El peligro está en concluir que, por ese motivo, las otras acciones correspondan tan sólo a una ficción.
En toda esta contradanza de mutaciones, espejismos, realidades y desencuentros, a veces sorprende que hay cosas que no cambian. Temas que se repiten desde el principio atravesando la historia con la constancia de una sombra. Resulta asombrosa la actualidad del pensamiento de Mariano Moreno, el primer mandatario político del país, cuando asumió su cargo de secretario de la Primera Junta: “Conozco los peligros que tendrá que vencer un Magistrado para gobernar los negocios en tiempos tan expuestos. La variación presente no debe limitarse a suplantar los funcionarios públicos e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administración; desplegar una actividad que hasta ahora no se ha conocido; promover el remedio de los males que afligen al Estado; excitar y dirigir el espíritu público; educar al Pueblo; destruir susEnemigos, y dar una nueva vida a las Provincias. Si el Gobierno huye del trabajo, si sigue las huellas de sus predecesores conservando alianza con la corrupción y el desorden, traicionará las justas esperanzas del Pueblo...”.

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