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El país|Sábado, 23 de marzo de 2002

“Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”

La asamblea de médicos y enfermos del Hospital Rocca repudió al médico represor Jorge Bergés, detenido por robo de bebés y en tratamiento en ese lugar. Paradójicamente, allí se rehabilita una de las víctimas de la represión del 20 de diciembre.

Por Laura Vales
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Los internados y pacientes participaron junto con los médicos de la asamblea de repudio.
Parado bajo la ventana de la habitación número 1 del Hospital Manuel Rocca, el médico Norberto Gagliardi encendió el megáfono y pidió silencio al centenar de personas reunidas en el patio del instituto. “El 19 de marzo en horas de la tarde ingresó a nuestro hospital por orden judicial el doctor Jorge Bergés, uno de los jinetes del apocalipsis”, dijo, mientras vecinos y pacientes atisbaban algún movimiento detrás de las cortinas abiertas del primer piso. “Amparado en su profesión y la legalidad que le otorgaba el terrorismo de Estado, Bergés participó en forma activa de la tortura y la apropiación de menores.” Arriba, alguien cerró la ventana con un golpe seco y generó los primeros silbidos. “No debemos olvidar en este momento, tal vez el más difícil de nuestra democracia, que nada será comparable con el miedo, el terror y la humillación que sufrieron nuestras mujeres, que fueron torturadas, asesinadas, sus hijos robados por las manos de alguien que hoy está aquí”, remarcó Gagliardi desde el megáfono: “en un hospital público”.
Quién sabe qué haría Bergés dentro de su habitación de preso bajo tratamiento por orden judicial, pero seguro que si algo no pudo evitar ayer fue escuchar las palabras, los cantos y el ruido atronador de la sirena con que un centenar de médicos, enfermeros, pacientes y vecinos del hospital escracharon su internación.
En el repudio participó toda la comunidad hospitalaria, incluido el subdirector del Rocca, José Addimanda, que se había puesto para la ocasión una escarapela en el pecho. “Como profesional estoy obligado a garantizar que tenga toda la atención necesaria”, dijo el vicedirector, “pero como ser humano repudio la tortura, la violencia y el asesinato”.
Bergés, detenido y procesado por robo de bebés, llegó al hospital por orden del juez federal de La Plata Arnaldo Corazza. Los profesionales reconocieron casi de inmediato al represor en la figura del preso que ingresó caminando a un hospital donde son usuales largas esperas para conseguir una de las 86 camas disponibles.
Los pacientes se reunieron en el patio desde temprano a esperar el comienzo de la asamblea de repudio. Uno de ellos era Martín Gallí, el chico que recibió un balazo en la cabeza durante la represión del 20 de diciembre y se salvó de milagro.
Martín está haciendo su tratamiento de rehabilitación como ambulatorio y muestra una recuperación asombrosa, incluso para los propios profesionales. Ha logrado caminar y sólo se notan las secuelas del balazo en cierta rigidez del brazo derecho. Se enteró de la presencia de Bergés el jueves y sintió “asco”.
“Los que me dispararon son sus discípulos”, dijo ayer para explicar por qué había querido participar del escrache.
Dentro del centenar de manifestantes hubo muchas más mujeres que hombres. Después de leer el texto de repudio acordado por los tres gremios (médicos municipales, la asociación de profesionales y el Sutecba), los manifestantes bordearon el edificio del hospital hasta llegar a la ventana exterior de la habitación donde está Bergés. Las consignas más coreadas fueron “Que se vaya”, “Asesino” y “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”.
Una comisión policial desembarcó en el lugar para reforzar la custodia y pretendió cerrar las puertas del edificio, pero los médicos lo impidieron ya que la intención era unir en el reclamo también a los vecinos, que se vieron en cantidad.
Sobre el diagnóstico de Bergés, se informó que se trata de supuestas secuelas en la médula por el atentado del ‘96, cuando militantes de la autodenominada Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP) le dispararon en la vereda de su casa, en Quilmes. Un equipo de profesionales elevará al juez su propia evaluación en dos o tres días sobre si la gravedad del enfermo es real o imaginaria. Incluso al margen de esos resultados, médicos, enfermeros y pacientes plantean que no quieren a Bergés en ellugar y que para tratar los males del represor hay institutos médicos policiales y servicios a cargo del servicio penitenciario.

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