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El país|Domingo, 24 de marzo de 2002
LA INFLACION HARA EL AJUSTE EN LAS PROVINCIAS

Malentendidos

El senador Duhalde gobernó tres meses con una sucesión de malentendidos. El principal de ellos fue la ilusión de un apoyo estadounidense, que no llegará. Esa negativa, que dispara la cotización del dólar, tiene razones políticas, pero también económicas y estratégicas. Por un lado, castigará el mayor default de la historia. Pero además la inflación subsiguiente hará el ajuste en las provincias. Sobre todo, la crisis argentina sepultará el Mercosur y aislará a Brasil. La mayor incógnita es cómo organizar elecciones generales en el contexto al que llevó la crisis del modelo neoliberal y el sistema político que se ató a él.

Por Horacio Verbitsky
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Los tres meses que ha durado el gobierno del senador Eduardo Duhalde pueden leerse como una sucesión de malentendidos, reveladores de las dificultades del ex intendente de Lomas de Zamora para comprender las cuestiones provinciales, nacionales e internacionales, de las que opina con la feliz ligereza que sólo da la ignorancia. O, por decirlo con sus finas palabras en Monterrey, con la ilusión de la utopía. Esto explica desde las vacilaciones que lo llevaron a asumir la conducción de los restos del Estado una semana después de lo previsto (con el desgaste que implicó el interinato puntano), hasta las promesas extravagantes que formula a diario, las movedizas alianzas sociales en las que intenta sustentar su administración y las expectativas insensatas que puso en los contactos políticos con los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, cuyo interés no es ayudar a la Argentina sino hacerle tronar el escarmiento.
Siempre se puede estar peor
Diálogo significativo con un alto funcionario del gobierno nacional, encargado de negociaciones decisivas:
Pregunta: ¿Por qué razón piensan que el Fondo Monetario Internacional y el gobierno de los Estados Unidos irían a apoyarlos?
Respuesta del Funcionario: Es que sin ese apoyo esto no aguanta.
P: Eso explica por qué ustedes piden ayuda, pero no por qué ellos deberían concederla.
R: Pero es que de otro modo esto sería un quilombo vivo.
P: ¿Y por qué habría de preocuparles a ellos? ¿O no hay otros lugares del mundo con situaciones peores?
Luego de un largo silencio, el hombre del gobierno agregó, como si recién comenzara a imaginarse otro escenario:
R: Sí, claro. Hace unos días un enviado me dijo: “Ustedes no están tan mal. En otros países a los que voy me asomo por la ventana y no veo circular transporte público de pasajeros y los funcionarios que me reciben no levantan el tubo del teléfono, porque no hay tono”.
“Es cierto, siempre se puede estar peor”, concluyó el desolado funcionario.
A los gritos
Lo asombroso es que nadie en el entorno del senador Duhalde haya advertido antes de los sopapos verbales de esta semana que sólo puede esperar consejos y asistencia técnica, pero no dinero, pese a que los distintos niveles del FMI, el ministro de Economía de los Estados Unidos y el propio presidente George W. Bush lo habían dicho con todas las letras en los últimos meses. Como se empeñaron en no oírlo, terminaron por repetírselo a los gritos.
El autodenominado “Sector Serio” del gobierno (en el que revistan el ministro de Economía Jorge Remes, el vocero Eduardo Amadeo, el canciller Carlos Rückauf y el embajador en los Estados Unidos Diego Guelar) no ha escatimado indignidades para congraciarse con Washington, sin resultado alguno. Un grupo de apoyo local al gobierno de Cuba distribuyó esta semana algunos datos estadísticos tomados de un discurso de Castro. La comparación avergüenza a los gobiernos argentinos del último cuarto de siglo, contado desde el golpe militar del que hoy se cumplen 26 años: “Más de 800 millones de personas en el mundo continúan siendo analfabetas, sufren de hambre crónica y carecen de acceso a los servicios de salud, más de 200 millones de niños trabajan y/o viven en las calles, más de 130 millones de niños crecen sin tener acceso a la educación básica. Ninguno de ellos vive en Cuba”, dice el informe.
Fue Rückauf quien además de anunciar el voto argentino en las Naciones Unidas en contra del gobierno de La Habana, propuso al secretario de Estado Colin Powell el compromiso militar argentino en la capacitación de pilotos colombianos. Esto último provocó un conflicto con el ministro de Defensa Horacio Jaunarena, quien apeló a Duhalde. En un encuentro a solas el lunes, acordaron que sólo si el gobierno legítimo de Colombia requiriera apoyo la Argentina consideraría acordárselo, en consulta con los socios del Mercosur. La capacidad de duda y rectificación demostrada por Duhalde sólo es comparable con la de su predecesor radical, sólo que la ejercita a un ritmo más frenético, cual Fernando de la Rúa en cámara rápida. Lo mismo ocurrió con el feriado que conmemora la ocupación militar de las Malvinas ordenada por el ex dictador Galtieri, que cambió de día según quién presionara.
El malentendido asumió un cariz grotesco cuando Amadeo dijo que “no podemos dejar solos a los Estados Unidos” y Duhalde replicó que no era tan cierto que el FMI hubiera “dejado sola a la Argentina”.
Soledad, la de Barracas. En la misma línea del reclamo de Jaunarena, el integrante de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados, Jorge Villaverde (uno de los dos leales a Duhalde luego del fracaso electoral de 1999) presentó un proyecto de declaración en el que solicita al Poder Ejecutivo una iniciativa política conjunta con los demás países del Mercosur, según los criterios establecidos por los presidentes de América del Sur en la Cumbre de Brasilia hace cuatro meses. Allí se acordó reencauzar el proceso de paz en Colombia, en vez de profundizar el camino de las armas.
De París al Ande
La referencia del diputado Miguel Toma a un presunto reclutamiento y entrenamiento de cuadros argentinos por parte de las FARC colombianas repite la línea que recibe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, cuyos ilegales partes de inteligencia atribuyen a las FARC el “apoyo a los grupos violentos que operan en el país, capitalizando la grave situación socieconómica, para promover la denominada guerra social”. Sólo hay un dato seguro: el regreso reciente al país del delegado de aquella organización Javier Calderón, quien no sólo se ha entrevistado con “partidos izquierdistas” como pretende el general Juan Carlos Mugnolo, sino también con representantes de todo el arco político, incluyendo al principal socio político de Duhalde, el ex presidente radical Raúl Alfonsín. Calderón ingresa al país por los aeropuertos principales, no en forma clandestina.
En todo caso, Toma debería discutir con su propio gobierno la sensatez o no de acoger al emisario de una organización repudiada por el 95 por ciento de la población de Colombia, que se mantiene por el terror en aquellos lugares donde la disolución del Estado nacional la han convertido en el único poder existente. Esta semana, además, la Policía Federal detuvo a un dirigente de la guerrilla maoísta del Perú, Sendero Luminoso, contra quien existía una orden de captura por atentados con explosivos. Pero nada de esto justifica la tentativa de asimilar a estas organizaciones responsables de graves crímenes contra su propia población, con los movimientos locales de trabajadores y de desocupados que reclaman por necesidades básicas de la población, en medio de la peor crisis económica en un siglo. Simétricamente, el rechazo a la política agresiva de Estados Unidos, orientada al control de recursos estratégicos como el petróleo (Irak, Colombia y Venezuela son grandes productores), no debería confundirse con adhesión a gobiernos u organizaciones brutales o inconsistentes.
Como presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados, Toma tiene modo de saber que también han visitado el país delegados de otras organizaciones colombianas. Es una historia instructiva. Dos “periodistas independientes” llegaron al país con cartas de recomendación de Mario Sandoval, un profesor de Ciencia Política de la Sorbona, nacido en Buenos Aires hace 48 años. Sandoval es uno de los expertos de la Unión Europea sobre Colombia y ha dictado conferencias sobre el tema en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa de París y en el de Estudios Estratégicos de Londres. El recorrido por la agenda de Sandoval llevó a los visitantes a una unidad del Ejército, donde dieron su visión del conflicto colombiano. El encuentro terminó en forma abrupta cuando uno de ellos se identificó como “comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia”, las bandas paramilitares que, igual que la guerrilla marxista, integran la lista de réprobos compilada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Los oficiales argentinos dieron por terminada la reunión, pero no difundieron lo sucedido. Es ostensible que hay poderosos interesados en usar los episodios de ese país para justificar determinadas políticas aquí. Cualquier involucramiento sería a pura pérdida.
El escarmiento
Ni la contaminación con el conflicto colombiano ni el voto en contra del gobierno de Cuba en las Naciones Unidas, incidirán en las decisiones respecto de la economía. Estados Unidos no sólo se propone castigar el que la prensa de ese país menciona como el mayor default de la historia. También asestar un golpe decisivo al Mercosur y a Brasil, cuya burguesía se plantea el tipo de metas nacionales que el empresariado local desconoce. La inconcebible rebaja de aranceles dispuesta por el gobierno argentino favorece esa estrategia. Ni siquiera conseguirá el ilusorio objetivo de controlar el incremento en los precios, que no depende del nivel arancelario sino de la cotización del dólar y de la oligopolización de los mercados.
Hace un año y medio Antonio Cafiero destapó con su denuncia el escándalo por los pagos en el Senado para aprobar la ley de precarización laboral. Ahora se enoja con la prensa y niega que el discurso de Bush en el BID acerca de la inconveniencia de volcar fondos en países donde la corrupción es galopante se refiera a la Argentina. Claro que para el empresario petrolero cuya presidencia acaba de ser salpicada por la quiebra de Enron la corrupción argentina es apenas un pretexto. Su objetivo es Brasil, en vísperas de elecciones presidenciales que pueden llevar al gobierno a Lula y el PT.
Nadie ha entendido lo que está en juego mejor que Fernando Henrique Cardoso. Su reclamo persistente a los organismos financieros internacionales de un trato más comprensivo hacia la Argentina sólo es moderado por su conocimiento acerca de las clases política y de negocios del aliado en desgracia. La frase de Paul O’Neill (“antes de llenar el balde hay que tapar los agujeros”) es tan tremenda como irrefutable. Retrata con crudeza un país cuya deuda pública casi equivale a los depósitos de sus nacionales en el exterior, y en el que el endeudamiento ha servido para financiar la fuga de capitales y no la inversión productiva. Estadounidenses y europeos lo saben en forma fehaciente, porque controlan el sistema financiero en el que esos capitales se han valorizado. Los grupos económicos que hegemonizaron ese proceso lograron otro golpe de acumulación cuando Duhalde devaluó la moneda y pesificó sus deudas. Pero ahora están padeciendo el contragolpe de las transnacionales y de los bancos, que renuevan su apuesta por la dolarización. En esta etapa previa, cuanto más caiga la moneda argentina, más baratos comprarán los activos que les intereses.
Las provincias
En las declaraciones de Bush y de los técnicos del FMI el capítulo principal del ajuste que se reclama de la Argentina pasa por las provincias. Al mismo tiempo, abundan las expresiones escépticas acerca de la capacidad de Duhalde para imponer esas medidas. Esto expone la funcionalidad que para el Fondo tiene el dar largas a las negociaciones. Cuanto más se extiendan los plazos, menor será la posibilidad del gobierno de sostener su política monetaria. La conferencia de prensa que el presidente del Banco Central concedió a corresponsales extranjeros explicando a partir de qué valor en la cotización del dólar se desencadenaría la hiperinflación, no contribuye a contener ese proceso. Tan sorprendente como ese comportamiento de quien tiene la obligación funcional de defender el valor de la moneda argentina es el currículum del banquero central: antes de ser importado por Domingo Cavallo, Mario Blejer había sido el jefe de la misión del FMI en Indonesia, donde su segundo era el economista de la India Anoop Singh, quien ahora inspecciona las cuentas argentinas. El dólar quebró el viernes la barrera imaginaria trazada por Blejer y en un momento pasó de los 3 pesos. Si el gobierno federal carece de poder o de voluntad para inducir la baja del gasto provincial, la misma tarea la realizarán los índices de inflación, es el mensaje implícito en la dureza de Washington.
La Argentina paladea así lo peor de cada situación. Paga todos los costos de haber declarado la moratoria de sus compromisos, sin ninguna de sus ventajas, se priva de explorar caminos alternativos basados en su mercado interno e insiste en la búsqueda de equilibrios fiscales que ya están varios metros por debajo del nivel del mar, donde no sobreviven ni la producción ni el empleo nacionales. La mayor incógnita es cómo organizar elecciones nacionales que consagren a un nuevo gobierno con mayor legitimidad y en condiciones de recrear alguna expectativa, en el contexto al que llevó la crisis del modelo neoliberal y del sistema político que se ató a él.

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