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El país|Viernes, 12 de marzo de 2004
UNA MULTITUD MARCHO EN SAN LUIS CONTRA EL GOBERNADOR

“El germen de un movimiento”

Docentes, empleados municipales, viales, estudiantes, laicos autoconvocados, sacerdotes y militantes políticos se unieron para reclamar el fin de la “dinastía autócrata de los Rodríguez Saá”.

Por Felipe Yapur
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La marcha más nutrida de las últimas semanas se reunió ayer frente a la Casa de Gobierno.
“Chau Alberto”, rezaba uno de los cientos de carteles que portaron las ocho mil personas que marcharon ayer por las calles de la capital provincial. Eran docentes, empleados municipales, viales, estudiantes, laicos autoconvocados, sacerdotes, militantes políticos, profesores universitarios los que se ubicaron frente a una custodiada Casa de Gobierno. Adentro, sólo había policías. Afuera, todos, absolutamente todos, gritaron que “no queremos que los hermanos Rodríguez Saá den un paso atrás, queremos que se vayan para poder construir una nueva historia en San Luis”. La propuesta de la multisectorial convocante es continuar con las marchas y las protestas para terminar con lo que definieron “el poder absolutista y autócrata de la familia gobernante, que es al mismo tiempo ley, juez y parte”.
La movilización fue pacífica. Así lo habían prometido los organizadores y se trató de la marcha más importante porque esta vez no eran solos los municipales que protestaron la semana pasada o los laicos que participaron de la movilización que organizó la Iglesia el martes pasado. Esta vez eran todos juntos y eso le otorgó un valor agregado porque, según expresaron los organizadores, “es el germen de un posible movimiento político que desplace a la familia Rodríguez Saá”.
Sin duda la multisectorial es una expresión todavía embrionaria. Por ahora lo único que los une es la oposición a la familia Rodríguez Saá. Ayer, durante la marcha, las diferencias fueron más que claras. La prueba estaba en los cánticos. Los municipales, los más duros de todos, cantaban “mandarina, mandarina, el Alberto roba plata pa’pagar la cocaína”. Los docentes, en cambio, preferían el “se va a acabar, la dictadura de los Saá”. Los laicos, acompañados por sacerdotes –que en San Luis todavía visten sotanas a la usanza preconciliar que da cuenta de la condición conservadora que prevalece en la curia local–, se limitaban a mostrar una gran cruz de madera e imágenes religiosas y algunos carteles donde comparaban al Alberto con Satán. De todas formas, sería un error del gobierno local despreciar este heterogéneo movimiento que da muestras de crecimiento y que expresa la pérdida del miedo que impusieron veinte años de dominios sin oposición. Por ahora, el gobernador dio muestra de no comprender lo que está sucediendo en su terruño.
Atardecía cuando los manifestantes se apretujaron ante las vallas sobre la calle 9 de Julio. Sobre una tarima, los organizadores leyeron las adhesiones que recibieron, entre ellas la del secretario general de Ctera, Hugo Yasky, que desconoce la conducción de la dirigente Velia Vilchez, quien días atrás amenazó a los revoltosos con el paredón y que, según le dijo el gobernador a este diario, “se trató de un lapsus lingüístico”.
“No estamos dispuestos a esperar otros veinte años para que nuestros hijos conozcan el verdadero funcionamiento de las instituciones, la Constitución y las leyes, pilares de la democracia”, se oyó por los altoparlantes, y los bombos se hicieron escuchar. Durante la lectura, la plaza enmudecía y los aplausos volvían ante una fuerte definición como cuando la locutora dijo que “cuando hablamos de paz, rechazamos la violencia. Mucho más cuando es el Estado, que debiera ser garante del equilibrio social y los intereses sectoriales, el que asume mediante el aparato represivo una violencia brutal e injustificada, contra el justo reclamo de reivindicaciones populares”.
La estrategia del gobierno, anunciada por los voceros oficiales y oficiosos, fue la de permitir la libre expresión sin represión. De todas formas, y por si acaso, una nutrida dotación de policías custodió la Casa de Gobierno y sus alrededores. La primera fila de policía estaba compuestapor mujeres: “Es para demostrar que no queremos reprimir”, le aseguró a Página/12 el jefe del operativo, comisario mayor Luis Tobares. En ese marco, el gobernador Alberto Rodríguez Saá se dedicó durante todo el día a enviar mensajes conciliadores hacia los distintos sectores en conflicto, esto es la Iglesia y los docentes. No tuvo la misma actitud con los municipales que le responden al intendente Daniel Pérsico ni con los judiciales, que ayer se enteraron de que su secretario general Juan Manuel González fue exonerado por el gobierno local a través de una causa judicial que el sindicato sostiene que fue armada.
La concentración terminó con el Himno pero allí anunciaron que las marchas continuarán. Lejos de allí, Adolfo Rodríguez Saá siguió con su tarea de reordenar la tropa justicialista despechada por la indiferencia del Alberto que no los convocó a formar parte de su gobierno. El ahora diputado sabe que sin el partido la suerte de su hermano puede terminarse, ya que las diferencias son el caldo perfecto para que sectores expulsados del PJ –como el de Oraldo Britos– pueda transformarse en un polo de atracción. Todo indica que los aciagos días del Alberto aún no concluyeron y que pueden ser peor.

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