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El país|Domingo, 14 de marzo de 2004
CRISIS Y REALINEAMIENTO

Este pequeño país

A derecha e izquierda, en el oficialismo y en la oposición, entre políticos, intelectuales, gremialistas y movimientos sociales, Kirchner produce crisis y realineamientos. Se expresan en torno a las negociaciones con el FMI y los bonistas, los índices de desempleo, la presentación en público de los núcleos kirchneristas y la conmemoración del 24 de marzo de 1976. Kirchner habló en Parque Norte de “este pequeño país”. Una buena pregunta sería pequeño para quién.

Por Horacio Verbitsky
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A derecha e izquierda, en el oficialismo y en la oposición, entre políticos, intelectuales, gremialistas y movimientos sociales, las opciones y las actitudes de Néstor Kirchner producen crisis y realineamientos que en forma gradual, pero pronunciada tienden a conformar las partes de un mapa político distinto. Se expresan, entre otras cosas, en torno a las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional y los tenedores de bonos de la deuda pública en mora, la difusión de los nuevos índices de desempleo, la presentación en público de los núcleos kirchneristas en el aniversario de la victoria electoral de Héctor Cámpora y los prolegómenos de la conmemoración del golpe del 24 de marzo de 1976. El propio Kirchner colocó esas y otras cuestiones dentro de un marco inusual cuando dijo en su discurso del jueves en Parque Norte que era necesario “conducir con todas nuestras fuerzas y capacidad este pequeño país”. El trayecto recorrido desde las fantasías de la Argentina Potencia, hasta las condiciones en que se desenvuelve este pequeño país merece una revisión cuidadosa. Una buena pregunta sería pequeño para quién.
Modales
El miércoles, luego de incluir a la Asociación de Trabajadores del Estado en el convenio colectivo de trabajo, que hasta ahora era una prerrogativa de la Unión del Personal Civil de la Nación, Kirchner explicó los términos de la negociación con el FMI. El marco elegido fue simbólico de algunos de los realineamientos mencionados. Bajo la conducción de Andrés Rodríguez –la UPCN fue uno de los soportes sindicales– de los que se valió el ex presidente Carlos Menem para consumar el desguace del Estado mediante el remate a precio vil del capital social acumulado por generaciones de argentinos en las empresas públicas. En cambio ATE –dirigida durante esos mismos años por Víctor De Gennaro y Germán Abdala– constituyó uno de los núcleos principales de resistencia a ese exitoso proyecto de vaciamiento. Kirchner contó que los modales con el Fondo fueron correctos, pero que se discutió cada punto, a diferencia de lo que sucedía antes “cuando eran muy educados y muy suavecitos con quienes les tocaba discutir y para adentro llamaban a los gobernadores de provincia y les decían les recortamos el 20 por ciento del Presupuesto, tienen que bajar los sueldos. Era muy fácil ser fuertes con los débiles y débiles con los poderosos”. Dado que la Argentina sobrecumplió las metas macroeconómicas y fiscales acordadas en setiembre de 2003, cuando aceptó el rol de acreedores privilegiados que los organismos internacionales se atribuyeron, la discusión se concentró en la negociación de la deuda pública con acreedores privados, a partir de la propuesta de 25 por ciento de quita que la Argentina presentó en Dubai. El Fondo introdujo estos puntos en forma subrepticia. Su compatibilidad con el estatuto del organismo es dudosa.
Borradores
Según explicó Kirchner el FMI quería y la Argentina rehusó:
1 Reconocimiento del denominado comité global como único representante de todos los acreedores, que están organizados en 21 grupos.
2 Que se contemplen posibles “contrapropuestas” a la propuesta de Dubai.
3 Que los seis bancos del comité negociador continúen hasta la conclusión del acuerdo, cumplan o no sus obligaciones contractuales.
4 Que la Argentina determine junto con los bancos el umbral mínimo de tenedores de bonos que deben aceptar la propuesta para que ésta sea válida y que ese umbral fuera alto. Esto implicaba ceder a los bancos el poder de decisión y a los acreedores organizados el de veto. Lo acordado, en cambio, fue que los bancos asistan pero la Argentina decida y que el umbral mínimo de aceptaciones sea “suficiente”, cambio sutil pero significativo, si la decisión acerca de qué es suficiente la retiene el Estado.
5 Que la negociación de la deuda se postergue hasta setiembre. Ese mes vence el acuerdo firmado en 2003 y deben rediscutirse las metas a cumplir, entre ellas el porcentaje de superávit fiscal exigido para el pago de los bonos, que el Fondo quiere llevar bien por encima del 3 por ciento actual. Por la misma razón, la Argentina intentará “terminar de discutir la deuda entre mayo y junio”.
El Presidente dijo que la primera deuda que debía honrarse era la interna y que era consciente de la injusta distribución del ingreso que, en forma paulatina, se iría revirtiendo. También reveló que hubo cuatro borradores distintos y que las propuestas del Fondo y las respuestas argentinas “están absolutamente a disposición de todo el mundo. Hoy está todo a la luz, sobre la mesa; se puede estar más o menos de acuerdo, pero con absoluta claridad y absoluta difusión de todo”. Si se cumple, esta innovación podría condicionar las exigencias del organismo para la próxima ronda, que será la más dura. Esos documentos todavía no fueron colocados en la página del Ministerio de Economía y una consulta específica formulada para este artículo a primera hora del viernes, no había tenido respuesta el sábado.
Desconcierto
Estas palabras se explican por sí mismas, definen un giro pronunciado en las costumbres que rigieron hasta ahora y explican el desconcierto en que parecen sumidos sectores muy diversos. Entre ellos:

El menemismo. La fuerza política que gobernó durante más de una década y que hace apenas un año todavía atraía a una cuarta parte de los votantes se ha desvanecido. Sólo despierta alguna atención cuando la prensa del corazón se ocupa (en forma negativa) de la vida privada del ex mandatario, cuando algún juez intenta que responda sobre sus fastuosos medios de vida o cuando algún allegado se dispara en la pierna.

El duhaldismo. El acto del 11 de marzo exhibió una parte significativa del sistema planetario que gira en torno de Kirchner y que incluye tanto a peronistas como ex peronistas o no peronistas. Quienes actúan en el conurbano bonaerense, golpeado por la pobreza y la indigencia, tienen una agenda distinta a los que provienen de los sectores medios y se interesan por la calidad institucional y la transparencia. La habilidad de Kirchner y del ex senador Eduardo Duhalde ha sido considerarlos complementarios y no contradictorios. Duhalde se felicita por el éxito de su jugada electoral, que acabó con el menemismo. Sin embargo advierte que en forma inexorable Kirchner avanzará sobre sus propias posiciones. Hasta ahora ha manejado con flexibilidad esa ecuación, pero cada día que pasa se debilita en la misma medida en que se fortalece el Gobierno. Kirchner ha tenido gestos recíprocos de consideración hacia quien le ha ayudado a gestionar con una cómoda mayoría en el Congreso: concentra todas sus críticas en el período menemista, como si ignorara que esa obra fue perfeccionada con el tremendo impacto social de la devaluación y la pesificación asimétrica por las que Duhalde presionaba desde 1998. El año y medio de gestión de Duhalde profundizó la pobreza, la indigencia y la concentración que forman el núcleo duro de la pesada herencia con la que Kirchner debe cargar.

La derecha liberal. La defensa del interés de los acreedores es su única iniciativa política. Si bien más de la mitad de las tenencias privadas de deuda pública está en manos de argentinos, ese cálculo se refiere al monto de los créditos y no a la cantidad de personas. El 50 o 60 por ciento del valor de los papeles no suma el 16 por ciento de los votos que Ricardo López Murphy obtuvo en abril de 2003. Es decir que la gran esperanza blanca está desatendiendo a su base electoral. La forma en que se ha desdibujado desde entonces tiene que ver en parte con Kirchner y en parte con su inconsistencia, siempre pronta a estallar en gritos atiplados. Como el menemismo, la derecha liberal había pronosticado catástrofes cuya no ocurrencia junto con los sucesivos acuerdos y elogios del FMI al Gobierno los ha devaluado a ellos.

El ARI. Desorientado ante un gobierno que le llevó la agenda y algunos de sus mejores cuadros, Elisa Carrió no ha encontrado aún un modo de oponerse que no pase por el adjetivo hiriente y la confrontación enconada, al estilo del bloque radical de diputados durante la primera presidencia de Juan D. Perón o como si Kirchner fuera Menem. Proyectos como el del ingreso ciudadano para la niñez, que el ARI presentó esta semana y que reedita otro elaborado por Carrió y por la todavía radical Elisa Carca, tienden a subsanar ese déficit, ya que apuntan a una carencia seria que se anota en el debe del Gobierno. Resta por ver si se constituirá en un eje de acción o es apenas fuego de artificio de un chisporroteo mediático.

La Unión Cívica Radical. Bien dispuesta al rol de socio menor y conciencia crítica del menemismo o el duhaldismo, no atina a hacer pie frente al nuevo fenómeno que le arrebató el libreto. Ladillas del presupuesto, los radicales vegetan reducidos a una federación de partidos provinciales y municipales. Acabados Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, y con una generación de dirigentes que se pudrió sin madurar, no ha amanecido una nueva camada de radicales que tenga algo que decirle a la sociedad. Podrá recomponerse, en un tono cada día menor, en la medida en que López Murphy y Carrió no logren representar a ese bienpensantismo clasemediero que subsiste con gesto digno, sobre todo en el interior, pese al naufragio de la Alianza y las coimas en el Senado.

La paleoizquierda. Aún no repuesta del recuento electoral (2,5 por ciento sumando todas sus fórmulas), agudiza sus polémicas intestinas. La más reciente opuso a Hebe de Bonafini con los falsos desocupados piqueteros, como el empleado de la Legislatura de la Ciudad Néstor Pitrola. El connubio único en el mundo entre stalinistas y trotskistas se deshace con pena y sin gloria y surge la pintoresca candidatura presidencial del hombre del megacheque, Raúl Castells. Luego del sueño de las noches de verano de 2002, ha regresado a su estado natural de dispersión y furor. Su intransigencia abstracta y la doble moral de su dirigencia facilita la tarea de Kirchner, quien mejora su capacidad de negociación con los sectores de poder económico y acrecienta niveles de aceptación pública sin precedentes.

Las centrales sindicales. Los hombres de negocios de la CGT no pueden poner un pie fuera de su sede de la calle Azopardo sin escándalo. Su máxima apuesta es corromper por contigüidad. El sindicato de comercio y servicios de Armando Cavalieri, que cedió Parque Norte para el encuentro kirchnerista, usurpa esos 340 mil metros cuadrados y para santificarlos negoció con el Arzobispado de Buenos Aires y la Nunciatura Apostólica la instalación allí de una réplica de la Jerusalén antigua. El grupo disidente de Hugo Moyano y Juan Carlos Palacios controla algunos sindicatos importantes y es el de mayores coincidencias ideológicas con el Gobierno, pero no tiene envergadura ni proyecto para conducir al conjunto. La CTA, más representativa del nuevo cuadro social del país, se empantanó en el lanzamiento de su propuesto “Movimiento Político y Social”, que nunca despegó y cuyo discurso también fue expropiado por un gobierno que no se deja apoyar y al que no sabe cómo oponerse. Fruto de la disgregación, tiene legisladores por distintos partidos y como subproducto de la opción electoral se ha paralizado su núcleo generador de ideas, el Instituto de Estudios y Formación. Varios de sus dirigentes se han acercado al oficialismo, como el kirchnerista primitivo Luis D’Elía o el santacruceño Edgardo de Petri, quien formó una agrupación política en Capital junto con el sigiloso bordador Julio De Vido.

Organismos de derechos humanos. La decisión presidencial de impulsar la nulidad de las leyes de punto final y de obediencia debida, crear un museo y un archivo de la memoria en la ESMA y descolgar del Colegio Militar los retratos de los ex dictadores Jorge Videla y Benito Bignone, satisface algunos de sus reclamos históricos. Al mismo tiempo tensiona su identidad, forjada en la oposición a cualquier medida de gobierno. Esto deriva en discusiones minimalistas sobre la extensión y el uso de las instalaciones que cederá la Armada. La aprobación de casi el 80 por ciento de la sociedad al discurso del almirante Jorge Godoy el 3 de marzo, indica que algunas cuestiones históricas hoy forman parte del sentido común de la sociedad y, en consecuencia, ya no identifican a un sector. Los más sectarios o aquellos con disciplina partidaria aguzarán su imaginación para diferenciarse porque tienen horror a los procesos colectivos y a la verdad que declaman.
Empleo y pobreza
Los índices de empleo difundidos esta semana contienen los mayores logros y las grandes limitaciones de la política oficial. Más allá de las variaciones metodológicas, el cotejo entre esos datos y los de pobreza obliga a una reflexión sobre problemas estructurales de la economía y la sociedad argentinas. Luego de un año de crecimiento record de la macroeconomía, consistente superávit fiscal, un acuerdo insólito con el FMI (que ha motivado críticas del Wall Street Journal y el Washington Post y elogios de Fidel Castro), sin pagar intereses sobre la deuda pública en default, la desocupación oscila entre el 15 y el 20 por ciento, ya sea que se consideren o no empleados a los receptores de subsidios oficiales. Cualquiera sea el dato que se prefiera, ese porcentaje debe compararse con el de quienes viven por debajo de la línea de la pobreza, que supera la mitad de la población. Esos indicadores miden universos distintos: el de desocupación se calcula sobre Población Económicamente Activa, que es de quince millones de personas, y el de pobreza sobre los 37 millones de habitantes del país y los hogares en que viven. Esto impide superponer un dato con otro en forma mecánica, pero no inhibe la conclusión de que un número muy significativo de quienes tienen trabajo no ganan lo suficiente como para que sus familias sufraguen las necesidades elementales.
A una conclusión similar llega el sociólogo Artemio López, director de la Consultora Equis, por un camino menos empírico. Coteja la línea de la pobreza para un hogar tipo de cuatro personas con los ingresos monetarios mensuales promedio percibidos por todo concepto (retribución laboral, jubilaciones, pensiones, alquileres, rentas o intereses, utilidades, beneficios o dividendos, seguros de desempleo, indemnizaciones por despido, becas de estudio, cuotas alimentarias, aportes de personas que no viven en el hogar, subsidios estatales, retiro voluntario, venta de pertenencias personales, premios de juegos de azar, herencias o incluso limosnas). El ingreso promedio resultante en el país es de 552 pesos mensuales y la línea de la pobreza de 735. Dicho de otro modo, el ingreso promedio es 25 por ciento inferior al valor de la línea de pobreza para un hogar tipo, cuando en 2001 era 14 por ciento superior. Sólo en tres aglomerados urbanos del país (Capital, Tierra del Fuego y Comodoro Rivadavia) el ingreso medio basta para que un hogar tipo emerja por encima de la línea de pobreza, como se aprecia en el Gráfico 1, que compara la situación actual con la de hace tres años:
López también afirma que el empleo que se está generando sigue siendo de baja calidad y proyecta a octubre de este año datos inquietantes: el 47 por ciento de los trabajadores serían informales (ver Gráfico 2). Durante la administración Duhalde se produjo el ciclo de mayor precarización laboral conocido. El ritmo de informalización en el lapso Mayo 2002/2003, “fue un 500 por ciento superior al ritmo de crecimiento de la informalidad laboral de la década de los años 90”. Equis recuerda que “además del déficit previsional y sanitario que inducen sobre el asalariado, los niveles de ingreso con que remuneran resultan un 50 por ciento inferiores a los ingresos de puestos formales por igual actividad y carga horaria”. Por eso, el crecimiento del empleo no mejora en forma significativa la brecha distributiva ni los niveles de pobreza e indigencia.
Días de Gloria
Estos son días de gloria para la burguesía agropecuaria, cuyos cultivos de soja transgénica tienen carácter destructivo de la tierra y pueden generar una catástrofe a corto plazo. El tipo de cambio constituye para ella una bendición y las retenciones son apenas una cosquilla desdeñable. La felicidad de otros sectores proviene de los generosos subsidios que reciben, como en el caso de los ferrocarriles. Esto obedece a la persistencia de algunos mitos fundacionales del peronismo, como el de la burguesía nacional, cuyo renacimiento el Gobierno atisba en algunos notables salteadores del erario. El impacto de la devaluación y la pesificación asimétrica sobre una estructura social cuyas redes de protección sindical y social fueron desarticuladas en una década de neoliberalismo provocó un efecto estructural que no se remedia con discursos ni buenas intenciones. La relación que Kirchner establece entre el superávit acordado con el FMI y las necesidades sociales dista de ser automática y puede ser interpelada desde dos ángulos complementarios. Por un lado, sin políticas activas para atacar aquella situación estructural, el nivel de superávit o incluso déficit posible es irrelevante. Por otro, si las excepcionales condiciones del mercado global se modificaran (y sólo pueden hacerlo en contra, dado lo excepcional del precio de la soja y el bajo nivel de la tasa de interés) el 3 por ciento comprometido sería de difícil cumplimiento y/o agravaría el cuadro descripto. Como la brecha de ingresos, la distancia entre los gestos y la gestión conspira contra la construcción de un país en serio, grande o pequeño para todos por igual.

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