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El país|Lunes, 22 de marzo de 2004

Los problemas de seguir al líder, si el líder se va

El PJ bonaerense estaba organizado como siempre: alrededor de un jefe, sin más preguntas. Pero Duhalde se fue, pasa cada vez más tiempo en Montevideo y casi no atiende el teléfono. Hay desconcierto, Chiche tiene problemas y el fantasma del kirchnerismo asoma en los distritos clave.

Por Martín Piqué
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Los bonaerenses hicieron la de siempre, organizarse por lealtad “al jefe” sin más detalles.
Pero este jefe se fue, y el justicialismo está pasando por una difícil fase de reacomodos.
Tiempos de incertidumbre se viven en la política bonaerense o, mejor dicho, en el peronismo bonaerense que es casi lo mismo. Lo que supo ser una fuerza homogénea, sin fisuras, donde no había espacios para adversarios o rebeldes internos, empieza a mostrar matices, a agruparse en torno de viejos lugartenientes o dirigentes expectantes que esperan por dar el gran salto. La fragmentación tiene una causa principal: el abandono de la escena de Eduardo Duhalde, recluido en Montevideo por sus tareas en la presidencia del Mercosur. El panorama se completa con el desembarco del kirchnerismo, que espera “que las brevas maduren” para quedarse con una cuota del poder bonaerense. La estrategia K tiene un objetivo concreto: la lista de diputados nacionales del PJ en el 2005.
El PJ bonaerense exacerbó uno de los rasgos históricos del peronismo: basó su unidad en la lealtad colectiva a una figura. Ahora se encuentra con que esa figura, por decisión propia, decidió retirarse del distrito para involucrarse en la política internacional. Al principio, la situación no generó tanto desconcierto porque los hombres de Duhalde –de él hablamos– no sabían hasta qué punto cumpliría con su palabra. Pero sí hubo desconcierto hace una semana, cuando faltaban horas para el acto del kirchnerismo en Parque Norte y el ex presidente no contestó los llamados de varios intendentes que le pedían instrucciones.
La incertidumbre derivó en situaciones que hubieran sido impensables hace menos de un año. En la última semana se escucharon voces que cuestionaban el liderazgo de la diputada Chiche Duhalde con el argumento de que “la política no es un bien ganancial”. Hasta hace unos meses, cuando se hablaba de candidaturas o de la presidencia del PJ, los bonaerenses coincidían en que si alguno de los dos Duhalde quería postularse no habría discusión. Ahora es distinto. “Una cosa es ponerla de diputada, pero otra cosa es que sea senadora o gobernadora”, desafiaba un legislador provincial en diálogo con Página/12. En otro momento esa frase hubiera sido considerada una provocación. Ahora resume lo que piensa un sector del PJ bonaerense –y también del kirchnerismo– que ya no traslada a Chiche el poder de mando que reconocen en su esposo.
Esto no significa que la creadora de las manzaneras no tenga influencia ni poder en la provincia que mejor conoce. Chiche sigue contando con un grupo que le responde, incondicional, y que está integrado por la vicegobernadora Graciela Giannettasio; la senadora Mabel Müller y su esposo, el diputado y ex número 2 de la SIDE Oscar Rodríguez, y el también diputado Jorge Villaverde, que preside la Comisión de Defensa y tiene buenos contactos en las Fuerzas Armadas. Este grupo pertenece a la tercera sección electoral de la provincia (sur del conurbano, el terruño de Duhalde) y cree que no hay que ser tan dócil ante lo que consideran una avanzada del kirchnerismo en su territorio.
Esta intransigencia ante el desembarco K es uno de los aspectos que diferencian, hoy por hoy, a las diversas corrientes del PJ bonaerense. La controversia se puede comprobar a nivel territorial –donde algunos intendentes se enorgullecen por su relación personal con Néstor Kirchner, mientras que otros lo miran con desconfianza– y también en la Legislatura bonaerense, en la que un grupo de 15 legisladores felipistas se han puesto a total disposición del Presidente. Este sector suele oponerse a algunas medidas de la mayoría duhaldista, como la intención de modificar la ley orgánica municipal para que los intendentes acusados de corrupción no puedan ser detenidos en el período de instrucción por orden de un fiscal y un juez de Garantías.
El mapa bonaerense
Tras el pase a retiro de Duhalde, que pasa cada vez más tiempo en Montevideo, el PJ bonaerense ya no tiene una autoridad indiscutida. Por eso, se ha ido fragmentando en diversos polos de poder, encabezados por dirigentes que supieron estar a la vera del ex presidente. También aporta lo suyo el gobernador Felipe Solá, quien se ha convertido en un capitán del kirchnerismo y está uniendo a su tropa –los 15 legisladores ya citados y un grupo de intendentes del Interior bonaerense– con el Grupo Michelángelo y otros espacios del kirchnerismo. Todo con el seguimiento del subsecretario general de la Presidencia, Carlos Kunkel.
El conurbano es la “columna vertebral” del PJ bonaerense, como en otro tiempo los trabajadores organizados lo fueron para todo el peronismo. Hoy por hoy, en ese territorio superpoblado tres grupos compiten –en su medida y armoniosamente– para suceder a Duhalde.
- “Los Gordos”. No son los eternos dirigentes de la CGT oficial, pero su principal figura comparte con ellos el origen sindical. Se trata de Hugo Curto, intendente de Tres de Febrero y ex dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Desde el retiro de Duhalde, la palabra de Curto se ha vuelto imprescindible para la mayoría de los jefes del conurbano. Gracias a una relación personal inmejorable con Kirchner –muchos se preguntan cómo un ex representante de la Patria Metalúrgica llegó a tener tanta confianza con un ex militante de la JP– y a una tendencia natural por la conciliación, Curto ha logrado que varios intendentes se agrupen detrás de su figura. Son Alberto Descalzo (Ituzaingó), Baldomero “Cacho” Alvarez (Avellaneda) y algunos jefes de la primera sección (norte y oeste).
- El “chichismo”. Este grupo proviene de la zona sur, del núcleo más cercano a Duhalde. Con el tiempo ha ido convirtiéndose en el más permeable a las aspiraciones de Chiche: no por nada lo conforman el matrimonio Müller-Rodríguez, Giannettasio y el intendente Julio Pereyra –ambos de Florencio Varela–, el vicepresidente del Senado bonaerense Antonio Arcuri y su esposa Brígida Malacrida, intendente de San Vicente. Desde este sector surgieron las propuestas de marcarle el terreno a Solá, como también las frases más duras contra su esfuerzo por construir un espacio político propio. Es el grupo más dispuesto a la confrontación, como lo prueba el hecho de que hace quince días Chiche dijo que quienes impulsaban la candidatura de Cristina Kirchner en la provincia eran “cuatro locos” que “nunca habían ganado una elección a concejal”.
- “Los independientes”. A fines de los ‘90 eran los “tres mosqueteros” –Alberto Balestrini, Julio Alak y Juan José Alvarez–, que se diferenciaban del duhaldismo y se proponían como alternativa. Hoy dos de los nombres no han variado –siguen Balestrini y Alak–, pero la independencia pasa por sumarse al kirchnerismo sin preocuparse por las decisiones corporativas. El tercer miembro de este grupo es Sergio Villordo, intendente de Quilmes, ex secretario privado del ministro del Interior Aníbal Fernández. Como buen incondicional de Fernández, Villordo está cerca de Kirchner. Ya recibió en su distrito la visita del Presidente, quien llegó con un paquete para crear cooperativas de autoconstrucción de viviendas.
Las diagonales
Pero las diferencias del PJ bonaerense no se dan sólo en el territorio, también se pueden cotejar en la Legislatura. Allí convive un sector hegemónico que en otro tiempo era llamado “diputadora” –que preside Osvaldo Mércuri pero que también encarnan influyentes como Isidoro Lazo, Juan Garibotto y Carlos Cottini, titular de la Comisión de Presupuesto– con grupo de unos quince diputados que reportan ante el gobernador. Desde que Solá consolidó su relación con Kirchner, estos legisladores se oponen a todas las decisiones que pueden generar cortocircuitos con la Rosada. Esto sucedió con la polémica por los fueros para intendentes.
También hay cruces en el Senado bonaerense, pero las diferencias se deben a la decisión de Giannettasio –titular del cuerpo– de no aumentar el presupuesto del cuerpo a pesar de que Solá terminó con la “emergencia económica” en la provincia y eso obligó a pagar el 13 por ciento que se había descontado a los empleados públicos. Si el presupuesto no se aumenta, los senadores reciben menos fondos para financiar contratos deasesores, dar becas a personas necesitadas y otros usos que a veces (sólo a veces) no son tan santos.
En este complejo contexto bonaerense, cada vez más dinámico e incierto, es donde Kirchner está empezando a mover sus piezas. La división de tareas es más o menos clara: del conurbano se encarga él en persona –busca relaciones personales que rompan las lógicas corporativas– y en el Interior la tarea es de Solá y de los kirchneristas que recorren la provincia (Kunkel, José Salvini, Dante Dóvena). El objetivo es conseguir espacios en las listas de diputados y senadores por la provincia de Buenos Aires en el 2005. La idea es no repetir la frustrada experiencia del 2003, cuando el kirchnerismo quiso incorporar a un frepasista –Eduardo Sigal, hoy funcionario de la Cancillería– a la lista del PJ y sólo logró agitar el odio por todo lo que oliera a Frepaso.

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