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El país|Domingo, 4 de abril de 2004

“Este tipo de museos son lugares casi sagrados”

Rubén Chababo es director del único Museo de la Memoria del país, que funciona en Rosario y es el único antecedente para el de la Esma. Para él, “la memoria en sí no es garantía de que la barbarie no se repita”.

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A Chababo no le preocupan las polémicas por la Esma.
“Lo mismo pasó con el del Holocausto, en Washington.”
“Los museos que abordan el horror deben ser espacios para que quien pase por ahí salga con un mensaje y una enseñanza, porque la memoria en sí misma no es garantía de que la barbarie no vuelva a repetirse. La garantía la da el grado de conciencia que logremos alcanzar sobre las consecuencias que supone la pérdida de libertades para cualquier sociedad.” Detrás de ese objetivo debe funcionar el Museo de la Memoria que el Gobierno creará en el predio donde funcionó la Esma, según la visión de Rubén Chababo, director del único antecedente de este tipo de instituciones a nivel gubernamental en la Argentina: el Museo de la Memoria de Rosario.
Desde que el gobierno nacional definió la creación de un museo para recodar el terrorismo de Estado, y en especial luego del acto de traspaso de la Esma que se realizó el 24 de marzo, se profundizó el debate sobre la forma en que debe encarase el proyecto. Según Chababo, en Rosario la discusión tampoco fue fácil y también hubo que enfrentar voces críticas y distintas visiones sobre los objetivos que debía perseguir la institución y con qué herramientas avanzar hacia ellos. “No hay que asustarse por esos disensos –explica a Página/12–, porque la misma polémica se desató en Washington ante el proyecto de creación de un museo sobre el Holocausto y se vive actualmente por la creación de un museo del apartheid para contar la historia del racismo en Sudáfrica.”
Para el director de la institución rosarina, el caso de la Esma y el de otros centros de detención es particular por lo simbólico y por la capacidad de transmitir sensaciones de sus arquitecturas. “Son sitios –señala– que deben ser preservados porque sus solas paredes son testimonios de ese fragmento de la historia que se quiere evocar, son lugares casi sagrados, donde el alma humana alcanzó a tocar límites insospechados y la dignidad humana se puso a prueba.”
–¿Cómo se construye un museo dentro de esas paredes?
–Me parece que a un lugar como la Esma no es necesario cargarlo con más horror del que ya carga. A veces una habitación vacía, una ventana con rejas, un altillo abandonado dicen más que mil imágenes de cuerpos vulnerados. Ahí tiene que estar la historia, de modo que quien lo visite se pregunte no sólo cómo pudo ocurrir eso, sino también qué hubiera hecho él en esa situación, o dónde estaba él o sus padres. Si se logran articular estos interrogantes se pueden alcanzar resultados fabulosos.
–Esto se enmarca en el debate sobre si el lugar debe quedar como está, o se debe hacer una escuela o un lugar de conferencias.
–Es que la construcción de este tipo de instituciones implica la necesidad de debate y disenso. Por eso es muy importante construir consenso con la voz de los sobrevivientes, la de los familiares, de historiadores, de antropólogos, armando un conjunto de voces que den su visión sobre cómo expresar esta historia. Esta es la experiencia que han tenido otros museos en el mundo que hablan de genocidio.
–¿Existe en este caso una distancia temporal suficiente para abordar el tema?
–Creo que con los gestos que se han dado, con las actitudes que se han tomado desde el poder político y de algunas administraciones municipales como en Rosario, ya se han dado pasos efectivos que nos hacen decir que se puede comenzar.
En medio de estos debates por el proyecto de la Esma, el Museo de la Memoria rosarino vive también horas de definiciones, ya que dentro de los próximos 20 días debe definirse la expropiación del inmueble en donde se llevará adelante el proyecto definitivo: se trata de la vieja casona ubicada en pleno centro en la que funcionó desde 1976 hasta 1983 el Comando del Segundo Cuerpo del Ejército, con Leopoldo Fortunato Galtieri al frente. En el lugar no existió un centro clandestino, sino la jefatura del cuerpo. En esa esquina funciona actualmente el bar temático Rock & Feller’s, que está en manos de una firma privada. Para la expropiación de ese inmueble existe un proyecto aprobado por el Concejo Municipal en 1998 y los compromisos del intendente Miguel Lifschitz y del Ministerio del Interior (ver recuadro).
Provisoriamente, la sede del museo es la Secretaría de Cultura local. Pero el trabajo que realiza excede las actividades dentro de sus paredes, tiene un fuerte anclaje dentro del sistema educativo y posee convenios y acuerdos con universidades en los departamentos de Investigación de la Universidad Nacional de Rosario. La estructura del museo de Rosario, que puede servir de guía para el proyecto de la Esma, está dividida en áreas de investigación dedicadas a la historia reciente, a la museología, a cargo de la parte expositiva, y un fuerte trabajo de archivo y documental. “Sobre estos tres lineamientos trata de insertarse en la comunidad transmitiendo los años del terrorismo de Estado”, asegura Chababo.
–¿Qué respuesta hubo en la sociedad frente a esta experiencia?
–Ha habido un gran consenso, aunque obviamente están aquellos que preguntan absurdamente para qué poner un emblema del horror en el corazón de la ciudad. Y nuestra respuesta es que un museo que hable de un pasado oscuro no tiene por qué ser un museo horroroso. Estos museos, al menos como lo entendemos nosotros, son lugares que condensan la historia, pero que permiten a los visitantes pensar que es posible imaginar un país en el que el pasado no sea puro despojo de la historia.

Informe: Martina Noailles y Alfredo Ves Losada.

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