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El país|Miércoles, 7 de abril de 2004

“Esto no se resuelve agravando las penas, hay que desmantelar mafias”

Marita Perceval, senadora del PJ por Mendoza, filósofa, se fue del PJ con Menem y volvió con Kirchner. Apela a que el oportunismo de “algunos” no impida la erradicación de las conductas mafiosas.

Por Eduardo Tagliaferro
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La senadora mendocina María Cristina Perceval es tal vez una de las más cercanas al kirchnerismo.
El oficialismo en el Senado tiene tantas caras como las que puede mostrar el peronismo. La senadora mendocina María Cristina Perceval es tal vez una de las más cercanas al denominado kirchnerismo. “Estamos ante la posibilidad de terminar con la hipocresía. Pidamos lo imposible, si no la mediocridad y la injusticia es lo que nos espera”, dice en diálogo con Página/12. No se avergüenza de que la definición tenga el acento del Mayo francés del ’68. “El Mayo francés formó parte de mi educación y lo elegí, porque también podía haber elegido el Club del Clan”, insiste. Esta licenciada en Filosofía que integra la mesa del bloque en la Cámara alta accede a compartir con este diario sus opiniones sobre el último congreso peronista de Parque Norte y la creciente demanda de seguridad ciudadana.
–¿Qué enseñanza deja el congreso peronista de Parque Norte?
–Se puso en evidencia que la política de pocos, el patoterismo, el agravio eran el único método que muchos dirigentes tuvieron como válido para resolver las diferencias. El otro método fue el silenciamiento. Se demostró que aquellos que llegaron de la mano de la partidocracia a ocupar lugares de poder no tenían grandes propuestas y se refugiaron en estructuras en las que nada se debatía. No dejan de llamar la atención algunas actitudes cuando en verdad tiene que aparecer una política democrática y respetuosa de los disensos. La corporación política desaprendió que cuando se debate debe hacerlo con respeto y con altura. La deslegitimación tan acelerada de la conducción que surgió de ese congreso deja en claro que allí no se dio ningún debate en serio.
–No se debatió en serio, pero algunas posiciones como las de José Manuel de la Sota parecieron contar con mayor respaldo que las afines al Gobierno.
–Aquellos que quieren desequilibrar haciendo gatopardismo no van ayudar en nada a una construcción partidaria coherente y que se proyecte al futuro.
–¿Cómo definiría al peronismo del 2004?
–Parque Norte y otros ámbitos que pueden resultar una provocación para abrir los partidos es algo imprescindible. En todo caso una provocación imprescindible. Los ’90 fueron la expresión más tangible para demostrar que los partidos políticos habían quedado a contramano de los movimientos sociales. En esa década los partidos encontraron que la mejor manera de dirimir las diferencias era entre pocos. El justicialismo esto no lo tiene como actitud, al contrario, tanto (Juan Domingo) Perón, como en su momento Evita, ampliaron las oportunidades de ciudadanía, ya sea alentando la inclusión en la educación, en el trabajo o en el voto. El achicamiento ciudadano les conviene a los estados que cierran sin política. Los que ven como una amenaza estas construcciones amplias es porque tal vez disfrutaron con mucha comodidad que en la política participaran muy pocos definiendo por todos.
–La semana pasada una multitud pidió endurecimiento de penas y otras medidas para terminar con la inseguridad. ¿Cuál es su opinión?
–Tengo el máximo respeto por el dolor de este padre. También comprendo la incertidumbre de miles y miles de personas que cotidianamente se ven enfrentadas a la inseguridad. Pero entiendo que son las instancias reflexivas y de debate las que nos van a ayudar a superar el actual momento. Debe haber un sinceramiento pleno de los principales actores de la política, la Justicia y la sociedad en general. Esto no es ser ni garantistas ni trasnochados. Los derechos humanos son de todos, los derechos humanos son universales. Por eso no dejan de sorprenderme algunos discursos que afirman que sólo son tenidos en cuenta los derechos humanos de los delincuentes. No es con el agravamiento de penas sino desmantelando las mafias que tienen lugar en el poderío y combatiendo al crimen organizado como se soluciona el actual cuadro de inseguridad. Podemos poner la pena de cadena perpetua para todos los delitos, pero si no logramos fuerzas de seguridad confiables, profesionales y muycomprometidas con la democracia, no habrá mejoras reales. El oportunismo de algunos no nos puede hacer perder la oportunidad que se nos presenta de erradicar las conductas mafiosas. Mafias que ayudan al financiamiento de la política y que construyen redes en otros ámbitos, incluso en el económico y en la Justicia. Necesitamos una Justicia justa.
–Si bien hay cierto entusiasmo popular con la política también se perciben algunas resistencias. ¿Cómo se expresan?
–Se manifiestan en el desconcierto y en el travestismo. No soy tan ingenua de creer que la reconciliación y el reencuentro ya están logrados. Una cosa es la identificación con algunas personas de la política a las que la población considera honestos, corajudos, acertados. O como se da en la actualidad al acompañamiento que la opinión pública hace del Presidente, pero este entramado de una cultura convivencial en la que lo político nos importe a todos, eso no está logrado. No digo que estemos en un estado de sospecha, pero sí estamos en un momento de expectativa. Además todavía falta mucho para que la agenda coincida con los intereses sociales. Esto no es solamente poner los títulos necesarios. En todos los temas de la agenda hay muchas organizaciones sociales que tienen sus propias lógicas y que vienen trabajando hace mucho y deben ser escuchadas, no son elementos descartables. Por eso digo que no sólo se trata de poner los títulos.
–¿Esos intereses sociales tienen su lugar en el Congreso?
–Más de una vez he sentido que aparece un tema con envergadura, ya sea con la figura del sufrimiento o del entusiasmo, porque lo instala algún medio de comunicación. Otras veces siento que la agenda es parcial y sólo contiene las urgencias. En el 2002, cuando se disolvían las instituciones, sentía un hiperactivismo. No estamos en un punto de llegada. La presencia de estos intereses sociales se dará cuando en lugar de la fragmentación social avancemos en mayor integración. Le pongo el ejemplo del movimiento de mujeres. Si bien algunos de los temas del movimiento los hemos instalado en la agenda parlamentaria, en verdad este movimiento hoy no está cohesionado, ni integrado.
–¿Sobre qué pautas culturales se edifica una ruptura con el paradigma dominante en los ‘90?
–Como parte de una identificación militante en el peronismo, con la decepción que esto me produjo en los ‘90; con la expectativa que me dio trabajar en la construcción del Frepaso y la posterior decepción, veo en el actual momento una gran fragilidad. La fragilidad que da ser víctima de nuestras modas. Así como en la década de los ‘90 aparecían ideas y propuestas que se convirtieron en dogmas y que inmovilizaron el debate social, llevando los consensos a su mínima expresión. Desde una concepción democrática y participativa tenemos que tener cuidado para que este momento político no sea tan solo una moda.
–¿Qué le produce el nombre de Domingo Felipe Cavallo?
–Su calvicie es la expresión del devastamiento. La sociedad quedó pelada de derechos.
–¿Carlos Menem?
–El hombre que hizo que me fuera del peronismo.
–¿Eduardo Duhalde?
–Un hombre que me sorprendió como Presidente y al que respeto en su visión de una democracia consensualista en el peor momento de la Argentina.
–¿Néstor Kirchner?
–Un Presidente del que me siento orgullosa. Estoy muy cerca de sus definiciones políticas.
–Un coprovinciano suyo, ¿José Luis Manzano?
–En 1985 lo vi por última vez celebrando un año nuevo. Fue un gran dirigente estudiantil.
–¿José Octavio Bordón?
–Un amigo. Cuando lo acompañé en su candidatura a Presidente lo hice con muchas ganas de que eso se pudiera concretar.

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