Imprimir|Regresar a la nota
El país|Domingo, 30 de mayo de 2004
MIGUEL BEIN DA SU RECETA PARA QUE BRASIL EVITE EL DEFAULT

“A Lula lo metieron en un tubo”

Quien fue miembro de los equipos económicos de Alfonsín y de la Alianza, el consultor Miguel Bein, explica cómo pueden hacer los brasileños para que no les explote la economía. Sobre la Argentina dice que en julio volverá a arrancar “como un misil”. Augura que una vez más se habrán equivocado las usinas.

Por Julio Nudler
/fotos/20040530/notas/NA13FO01.JPG
“No todo el problema brasileño proviene de las tasas de interés internacionales –advierte Miguel Bein–. Es normal que cuando esas tasas están por subir los mercados emergentes sufran, y a Brasil le toca su parte, pero agravada por su acumulación de deuda y su problema fiscal, que no termina de resolverse porque la brasileña es una economía de muy bajo crecimiento. Los mercados de capitales –añade– le piden a una economía emergente que crezca más que el promedio mundial, pero hace ocho años que Brasil crece menos que el mundo. Y su performance de los últimos tres años es malísima.”
–¿A qué atribuir ese estancamiento?
–Brasil tiene una política monetaria sistemáticamente restrictiva.
–Expresada en el alto nivel de la tasa de referencia Selic...
–Esa tasa está unos diez puntos por arriba de la inflación desde hace ocho años.
–Una tasa real enorme...
–Ridícula como política monetaria para un país que crece poco. Simultáneamente, esa tasa es necesaria para poder seguir vendiendo letras de la deuda interna, y así refinanciarla. Los que le prestan al gobierno son básicamente actores internos: los bancos y los fondos jubilatorios. Ambos tienen un gran poder de fuego y de lobby, que usan para sostener las tasas que le cobran al Estado.
–Que son las tasas que devenga la deuda...
–Por eso para poder mantener esa deuda flotando –deuda pública interna que está en la zona de los 750 mil millones de reales, algo así como 45 por ciento del Producto– en condiciones de renovación voluntaria hacen falta tasas altas. Si éstas bajan demasiado, no hay rolagem y se dispara el dólar. Como una meta central del programa económico es controlar la inflación y bajarla, están inmersos en la dinámica tasa-dólar desde hace una década por lo menos.
–Pero con esa tasa real es muy difícil equilibrar las cuentas...
–No hay superávit fiscal primario que alcance. Por tanto, la lógica de la política fiscal también es restrictiva. Tiende sistemáticamente a aumentar los impuestos y a bajar el gasto.
–Brasil suma políticas monetaria y fiscal restrictivas.
–Ese es el drama brasileño. Los países suelen combinar políticas fiscales duras con políticas monetarias blandas, o al revés...
–O ambas expansivas...
–Como EE.UU. en 2003, en parte como respuesta al terror que habían tenido en 2002 a entrar en una deflación, con el consiguiente derrumbe en el valor de los activos financieros y reales, las propiedades. Lo que le pasa a Brasil es que su endeudamiento interno no es sostenible, o sólo lo es al precio de una tasa real de interés del diez por ciento a cargo del Estado.
–Pero así la economía no arranca y el problema no se soluciona nunca...
–Sólo arrancaría si recibiera mucha inversión externa directa, con un esquema de mucha confianza. Esos esquemas ya fueron probados, y a veces funcionan...
–¿Es la jugada de Lula?
–A Lula lo meten en un tubo. Lo eligen presidente, le compran el smoking, se lo llevan a Davos y le dan el carnet del club. Todo el mundo lo felicita y le dice que persevere que esa política paga, que esa política rinde porque hay una sola forma de ver el mundo y de hacer las cosas. El país va a crecer y las inversiones llegarán. Pero Lula estuvo un año entero haciendo los deberes y la economía no arrancó (ahora reciénestá arrancando algo). Lula cumplió toda la agenda, hizo la reforma previsional, sobrecumplió las metas fiscales y la economía no creció. Estuvo a punto de ser investment grade (un país seguro para las inversiones), con una visión muy rosada de lo que estaba pasando. Pero los números que salieron en febrero último sobre la economía generaron grandes dudas y una toma de ganancias gigantesca, y recién la semana pasada tuvieron un primer dato interesante –que en la Argentina no sería alentador sino dramático– de que el Producto creció en el primer trimestre 2,7 por ciento interanual y 1,6 contra el cuarto trimestre. Esto paró la sangría y provocó una recomposición de las variables, el dólar bajo.
–¿Diría que se resolvió todo?
–Ellos tienen la espada de Damocles de la deuda interna. La externa no es muy importante, unos 23 puntos del PIB...
–¿Pero entonces la única manera de salir de la trampa sería defaultear, pero esto afectaría ante todo al sistema bancario y a los fondos de jubilación?
–Yo no creo que tengan que defaultear. Acá se viene una discusión fuerte de la política económica, sobre todo después de la salida de capitales que sufrieron en los últimos cuarenta y cinco días. Esto impide obviamente seguir bajando la tasa de interés. Es al revés: cuando hay fuga uno debe subir la tasa y dejar que el dólar suba para volver más cara la salida. Pero ellos tienen herramientas, si se animaran.
–¿Cuáles?
–Ante todo deben apelar a una cultura diferente de política económica. Ellos están con un superávit fiscal primario de cerca de 4,5 por ciento del Producto, pagan intereses por 9, de modo que tienen un déficit global de casi 5 puntos del PIB. Esto hace que la deuda crezca todos los años en relación al tamaño de la economía. Deben salir de esa encerrona bajando drásticamente la tasa de interés.
–¿Cómo se hace eso con los lobbies?
–Podría preguntarme cómo bajar la tasa sin que el dólar se espiralice y la inflación se dispare. Sería difícil evitar la espiralización del dólar, que se iría a la zona de 3,80 reales, pero para reducir el impacto sobre la inflación podrían aplicarse retenciones a las exportaciones...
–Cortar la relación entre dólar y precios internos.
–Pero además conseguir el cierre fiscal. Si Brasil baja la tasa nominal de interés de 16 a 10 por ciento, el dólar se va a 3,60/3,70 y le ponen una retención promedio de 15 por ciento a las exportaciones. Con eso eliminarían el déficit fiscal, con una tasa real de interés muy baja y la economía va a arrancar como un cohete.
–Esto se parece al esquema argentino. ¿Pero ellos por qué no lo hacen?
–Ah, no sé.
–¿Hay un problema ideológico, o presión de lobbies?
–Para mí es tan evidente que Brasil tiene que cerrar fiscalmente que no puedo entender cómo siguen con esta historia de continuar con cinco puntos de déficit. También podrían llamar a los acreedores internos y anunciarles un canje, reestructurando la deuda en reales al 10 por ciento en vez del 16. Sería una operación de deuda administrada, cuyo problema que puede provocar una corrida contra los títulos de la deuda que flota en el exterior.
–¿A cuánto alcanza esa deuda?
–Los títulos públicos que cotizan en el extranjero más la deuda con el Fondo y otros organismos suman unos 120 mil millones de dólares.
–Tampoco es una cifra trivial.
–No, pero no es un número muy relevante para una economía como la brasileña, pero como los mercados se intercomunican, cualquier reestructuración de un papel repercute sobre los restantes.
–Pero si en su esquema se dejase subir el dólar, se encarecerían las importaciones y esto impactaría en la inflación...
–Bueno, el dólar ya valió 3,60 reales a fines de 2002, y cuando luego bajó a 2,90 los precios internos no lo siguieron. Pero, en todo caso, la importación de insumos equivale a siete puntos del Producto, con lo cual un aumento del 20 por ciento en el dólares podría generar algo así como un escalón de 1,5 por ciento en la inflación, o quizás algo más, pero por única vez. Pero la situación actual es la de un plan antiinflacionario con tasa de interés real del 10 por ciento. Esto explota.
–Pero esto les debe de convenir a los bancos en tanto acreedores del Estado...
–Sí, ganan mucho dinero. Pero es notable que al sector privado le cobran tasas que son el triple. A las pyme les cobran entre 40 y 50 por ciento. La tasa activa real brasileña es insólita. Por supuesto que las carteras son en gran medida incobrables. Es un esquema enfermo, de carteras con devengamientos gigantescos.
–¿Qué implica para la Argentina ser socia de semejante país?
–Algunos economistas dicen que no habrá ningún impacto porque la Argentina no está en los mercados, pero lo cierto es que está. Lo que no hace es emitir nuevos bonos, pero los bonos postdefault que se cotizan en los mercados. La Argentina no necesita emitir nuevos bonos porque tiene una performance fiscal tan buena que le alcanza no sólo para pagar los servicios de intereses, sino también, probablemente, para afrontar en 2005 toda la amortización de los bonos postdefault.
–¿Y el impacto vía sector real?
–Existe en la medida en que Brasil no arranque, y esto no le permite a la Argentina aprovechar la ventaja de tener una unión aduanera con el vecino. Y obviamente ejercerá presión sobre la producción argentina, además con una moneda depreciada.
–¿Por qué no estallaría Brasil? ¿Porqué lo rescatarían?
–Brasil demostró tener una extraordinaria capacidad de administrar su deuda. Por algo pudieron endeudarse tanto. En otras palabra, tienen una enorme capacidad de deterioro, sin caer en el shock final. Pero también tendrá el apoyo del FMI, porque si Brasil se cayera, el Fondo debería autodisolverse.
–Viniendo a la Argentina, ¿por qué aparecen voces pesimistas respecto del crecimiento, incluso dentro del Gobierno?
–Algunos exageran el impacto macroeconómico que tendrá la crisis energética, que yo creo será escaso. Estos días pasa en la economía lo mismo que hace un año. Muchos economistas hablaban entonces de “amesetamiento”, y lo explicaban porque no había crédito, ni ley de coparticipación, ni reforma tributaria, etcétera. Los partidarios de las llamadas reformas estructurales no pueden admitir que sin hacerlas se pueda crecer. Es el menottismo económico: jugando mal no se puede ganar. Pero lo único que pasaba es que salía plata del sector privado que iba vía impuestos, no al gasto público sino al superávit fiscal, y por tanto quedaba guardada en una caja. Ahora vuelve a pasar: hay una formidable recaudación impositiva, que implica cierta retracción en el gasto privado, vinculada a los vencimientos tributarios de mayo y de junio. La recaudación de mayo es un tercio del PIB de este mes. En el año la proporción es de 22 por ciento del Producto. En mayo se recauda 50 por ciento más. Por eso en julio la actividad va a volver a arrancar como un cohete, cuando el Estado empiece a gastar ese dinero. Por eso entre agosto y octubre tendremos un crecimiento “sorprendente”. Y se habrán equivocado de nuevo muchos consultores y muchas usinas.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.