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El país|Sábado, 26 de junio de 2004

Murió el contraalmirante Lacoste y la Armada rezó en su memoria

El militar que manejó los fondos del Mundial ’78 fue enterrado el día del aniversario del triunfo argentino. Las tres Fuerzas Armadas recordaron al hombre de Massera en avisos fúnebres.

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El contraalmirante Carlos Alberto Lacoste murió el jueves en Buenos Aires.
“La Armada Argentina participa con pesar su fallecimiento”, sostiene el aviso fúnebre publicado ayer en La Nación. Cuando lo consultaron por el tema, el ministro de Defensa, José Pampuro, se mostró sorprendido: según dijo, nadie le avisó de la publicación y no estaba del todo seguro si había un reglamento sobre el asunto. Al fin y al cabo, no se trataba de cualquier marino, sino de Carlos Alberto Lacoste, el amigo de Eduardo Emilio Massera que estuvo a cargo de la organización del Mundial ’78 y que el jueves murió en Buenos Aires.
Lacoste nació el 2 de diciembre de 1929 en el barrio de Belgrano. Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y a los 16 años ingresó a las Escuela Naval, donde se graduó de guardiamarina. Gorila convencido, participó en la Revolución Libertadora que terminó con el segundo gobierno peronista. Unos años más tarde viajó a Estados Unidos, donde realizó cursos sobre armamentos y administración.
En 1976, Massera lo designó como su representante en la Comisión de Apoyo al Mundial 1978, que más tarde se transformó en el Ente Autárquico Mundial ’78, del cual fue vicepresidente. El asesinato del titular del organismo, el general Omar Actis, le permitió asumir el control de los cuantiosos fondos destinados a financiar el campeonato. En el libro Almirante Lacoste ¿quien mató al general Actis?, el periodista Eugenio Menéndez lo señala como el autor intelectual del homicidio.
Su gestión fue autoritaria y patotera. Vestido siempre de fajina y con una pistola sobre el escritorio, Lacoste citó al periodista deportivo Benedetto Mosca para cuestionar una nota de la revista Goles. Al arquero Ubaldo Fillol le exigió que renueve su contrato con River. Y, mientras se ocupaba del fútbol, seguía escalando: fue vicepresidente de la FIFA gracias a las gestiones de su amigo, Joao Havelange; ministro de Acción Social durante la presidencia de Roberto Viola y presidente provisional en diciembre de 1981.
El retorno de la democracia reveló los puntos oscuros de su trayectoria. Estuvo procesado por enriquecimiento ilícito, acusado de incrementar su patrimonio en un 443 por ciento entre 1977 y 1979. Unos años más tarde, en 1994, la revista brasileña Playboy vinculó a Lacoste y Havelange con el tráfico de armas.
A pesar de las acusaciones, Lacoste no se privó de participar de los mundiales. “Torturador argentino en sala de prensa”, tituló el diario La Jornada cuando el marino apareció en el Mundial México ’86. Doce años después, Lacoste fue invitado por la FIFA al Mundial de Francia. “No está requerido por la Justicia francesa y no requiere visa para entrar. Entró como un hooligan más”, aseguró Yves Doutrieuz, vocero de la Cancillería francesa, cuando los organismos de derechos humanos le preguntaron por la presencia del marino.
Lacoste murió el jueves, a los 75 años, y ayer fue enterrado en el cementerio Parque Memorial. Su fallecimiento produjo una serie de reacciones. “El Centro Naval recuerda al vicealmirante de la promoción 77”; “Las promociones 16 de la Fuerza Aérea, 77 de la Armada y 80 del Ejército Argentino ruegan una oración en su memoria”; “El Grupo de Almirantes Retirados participa su fallecimiento”. Uno de los avisos llevaba la firma de Federico Barttfeld, un ex miembro de la organización fascista Propaganda Dos que había recuperado su cargo diplomático gracias a Carlos Ruckauf y que fue removido por instrucciones de Rafael Bielsa.
Entre todos los avisos, el que más llamó la atención fue el de la Armada. No era un aviso de un amigo o una familia, ni de un grupo de ex militares, sino una participación institucional firmada –y financiada– por un organismo del Estado.
Ayer, cuando Alfredo Leuco le preguntó por el tema, Pampuro dijo que no tenía idea qué había pasa do. “Personalmente yo no estoy de acuerdo y la verdad es que no sabía que se iba a publicar”, aseguró. Agregó que no tenía del todo claro si había un reglamento militar o una ordenanza interna del Ministerio que reglamentara los avisos fúnebres.

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