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El país|Domingo, 26 de septiembre de 2004
MABEL REMON, LA UNICA PERITO OFICIAL DE LENGUA DE SEÑAS

Cuando la Justicia oye a los sordos

La llaman de urgencia. Puede tratarse de un asesinato, una violación, un robo o a veces una simple confusión. Pero siempre el acusado o la víctima son sordos. Ella, única perito de lengua de señas, oficia de puente entre esa persona y la Justicia. Aquí, las increíbles historias que pasan por sus manos.

Por Andrea Ferrari
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Primer caso: El hombre se apoya contra un auto estacionado y suena, escandalosa, la alarma. La gente lo mira, pero él ni se mosquea. No se da cuenta de lo evidente por una simple razón: es sordo. Para su sorpresa, llega un policía y lo detiene creyendo que pretende robar el coche. Segundo caso: una mujer denuncia que su hija de 20 años ha sido violada, circunstancia que sólo conoció cuando empezó a crecerle la panza. La chica es sorda y el fiscal duda de la veracidad de la historia: es necesario determinar si la versión de la madre es cierta. En ambos casos la Justicia convocó a Mabel Remón. En estos y en muchos otros porque Remón es la única perito oficial de lenguaje de señas en el país. Con unos sesenta casos anuales, esta intérprete actúa como un puente entre la Justicia y las personas hipoacúsicas. Por sus manos han pasado historias que no son más que confusiones, como la de la alarma, pero también robos, violaciones y asesinatos, e incluso, un falso sordo al que no oír le venía muy bien.
Mabel habló primero con las manos y después con la voz. Es que sus dos padres eran sordos y también sus tíos, con quienes compartían la casa. Y por lo tanto también los amigos que los visitaban, y los miembros de la asociación a la que concurrían cotidianamente. Un mundo de sordos donde ella era la única oyente. Por eso su voz, en aquellos primeros años, era la voz de un sordo: imitaba la de los adultos en su entorno. “La voz de las personas sordas es igual en todo el mundo –explica–, es la voz humana natural, sólo se modifica el registro de acuerdo a la capacidad torácica. Cuando uno va a un congreso de sordos se da una situación muy impresionante. Uno cree que oyó la voz de un amigo sordo, pero cuando se da vuelta se encuentra con que es, por ejemplo, un tailandés. Con la misma voz.”
Ser la única oyente de una familia de sordos le dio insólitas responsabilidades a muy corta edad. Ella era la voz de su familia para las compras y los trámites e incluso para situaciones dolorosas: “Cuando tenía tres años –cuenta– lo acompañé a mi papá al médico y me dieron a mí el diagnóstico. El doctor me dijo que estaba mal del corazón y yo se lo tuve que decir a él”.
Ahora las responsabilidades son otras: ser la voz de muchos ante la ley. Remón recibe unos sesenta casos al año. Además, diseñó la carrera oficial de intérprete de lengua de señas que se estudia en ASAM (Asociación de Sordomudos. Ayuda mutua) e impulsó un acuerdo que acaba de firmarse por el cual a partir del año próximo los egresados de esa carrera podrán cursar algunas materiales legales y convertirse en peritos.
Crear un puente
En los tribunales, la tarea puede no ser fácil. En el caso de la denuncia por violación, se trataba de una chica que había ido muy pocos años a la escuela, no estaba oralizada ni tampoco usaba el lenguaje de señas: se manejaba apenas con gestos rudimentarios. Su madre supo de la violación porque avanzó el embarazo y se dio cuenta de que la ropa empezaba a ajustarle. “En una situación así yo busco comprender el código de la otra persona –explica Remón–. Como primer acto jurídico uno tiene que demostrar que esa persona está capacitada para no cometer perjurio, que sabe lo que es mentir y decir la verdad, la diferencia entre el bien y el mal. En un caso de estas características, suelo pedirle al tribunal que se me permita utilizar cuantos recursos sean posibles. Busco algo que pueda comprender, le digo, por ejemplo, que me saca cosas, o que le pega a la madre. Ella niega que hace eso, le pregunto si está bien o mal. Así se va construyendo el conocimiento del otro. Lo que se busca es establecer un puente.” Para tomar el testimonio en este caso se hizo una representación para que la chica mostrara cómo había sido el ataque. “Ella representó el momento de la violación y se usaron lugares similares de la fiscalía, por ejemplo el baño. Yo ocupaba el lugar de agresor y ella iba mostrando cómo fueron los hechos. Así quedó asentada su declaración; después la Justicia encontró culpable al acusado.”
–¿Todas las personas sordas necesitan un intérprete ante la Justicia?
–Sí, porque se ha demostrado que ellos aprenden el castellano como segunda lengua. Su primera lengua es visual, hagan señas o no. Aun las personas oralizadas estructuran la gramática de manera diferente de las que oyen. En la lengua de señas el verbo ser, por ejemplo, no existe, su gramática es similar a las lenguas sajonas y todavía mucho más similar a las gramáticas orientales, donde la escritura es pictográfica, está divorciada de los fonemas. Ese divorcio provoca que las personas sordas de Oriente no tengan dificultades de lectoescritura. En cambio nosotros escribimos y simbolizamos el sonido. Hay términos del español que tienen muchos significados y la persona sorda, aunque lea los labios, no va a alcanzar a comprender en toda su dimensión y va a necesitar un intérprete. La lectura labial siempre es deductiva: en palabras como “cara”, “caña”, “cala”, la lectura siempre es la misma. Todo el tiempo se está deduciendo por el contexto. La traducción de escritos de personas sordas también da lugar a malos entendidos: ellos escriben de acuerdo con la lengua del país en el que han nacido, pero con la estructura de la lengua de señas. Lo que hace que a veces sea difícil entenderlo, como si uno estuviera leyendo una carta de un oriental.
Dice Remón que siente el peso de la responsabilidad cuando está en un juzgado ante el que debe garantizar que la trasmisión sea fidedigna. “Sobre todo cuando un juez pregunta: ¿usted está segura de que comprendió lo que significa? Es un momento difícil.”
–¿Alguna vez no estuvo segura?
–Sólo dos veces y lo expresé. Pedí autorización para buscar otro recurso para comunicarme. Sucede a veces con menores. Hay chicos que se enojan porque me relatan algo a mí y yo lo relato a un tercero: creen que soy una alcahueta y dejan de relatar. Uno tiene la seguridad entonces de que no comprendió lo que está ocurriendo ahí.
Tras las rejas
Algunas veces le toca ir a la cárcel a ver a un detenido. Y es duro. “Cuando los voy a ver al penal, lloran. No me conocen, pero la mayoría llora. Porque allí no se comunican con nadie, no pueden participar en ninguna conversación, en ningún juego. Entonces cuando aparece la primera persona con quien logran comunicar lo que sienten, no pueden evitar llorar. Es terrible, también para mí. Es impresionante ver personas grandes que se quiebran de tal manera. Ahí uno piensa en la importancia que tiene la comunicación entre los seres humanos.”
Muchos están presos por robo, pero también le tocó intervenir en dos asesinatos. Ambos lo habían admitido en la Justicia: eran adictos que habían matado a una persona de su entorno. Son casos donde suele haber un problema extra: “Es difícil poder establecer quién estaba presente, porque muchas veces no saben el nombre del documento, sólo saben el nombre en señas, y éste es individual, es siempre distinto. Entonces llamar testigos es dificilísimo”.
Remón recuerda al menos dos oportunidades en las que los presos eran inocentes. “Uno de ellos había sido detenido tras un robo, cuando corría junto con otra gente. No había sido él, pero estaba en la calle y corrió con el grupo, porque cuando una persona sorda ve correr no sabe qué pasa y corre. Y lo agarraron a él. Estuvo en prisión seis meses hasta el momento de la primera audiencia. Era uno de los que más lloraba cuando lo fui a ver. A otro lo acusaron de venta de droga, pero en realidad sólo era consumidor. Estuvo detenido hasta que se determinó esto y no tuvo intérprete hasta el juicio oral.”
El sordo que no quiere oír
Desde hace dos años, en la formación de los policías se incorporó una cátedra donde se tratan cuestiones jurídicas y de procedimiento en la detención de personas sordas. “Antes, cuando eran detenidos, los esposaban en la espalda y les leían los derechos. No sólo que no estaban oyendo, sino que les quitaban toda posibilidad de expresarse. Y aunque hubiese cometido un delito, la causa se anulaba porque de un comienzo el procedimiento estaba errado”, explica Remón. Ahora, “cuando determinan que es una persona sorda, aunque igual les leen los derechos, deben llamar de inmediato a un intérprete”. Hay casos en que la violación a los derechos de la persona son flagrantes: “La policía provincial detuvo a un hombre sordo que había sido acusado de un robo, pero era inocente. Cuando tuvo que dejar sus efectos personales en la comisaría le retuvieron el audífono. Pero luego de que se aclararon las cosas y lo liberaron, el audífono ya no estaba –recuerda Remón–. Lo que sucedió es que se habían violado las normas de su detención y entonces convenía que no se hubieran enterado de que era sordo. Hace años que el hombre lo reclama”.
En su paso por Tribunales, a Remón también le tocó encontrarse con falsos sordos. “Una vez me llamaron porque habían detenido un carterista, que no emitía ningún sonido: por gestos había manifestado ser sordo. Yo llegué y empecé a hablarle por señas, pero el sólo repetía la seña que yo hacía. Si yo decía “de pie” él seguía sentado pero repetía en señas “de pie”. Intenté que hiciera algún sonido con la voz y se negaba. Para mí, fue evidente enseguida que estaba fingiendo y lo mandé al médico forense”.
También fue convocada tras una pelea entre un sordo real y uno falso. “Fue en un colectivo: esta persona sorda viajaba con niños y subió de pronto un hombre que decía ser sordo: repartía esas tarjetas con las señas del alfabeto y pedía colaboraciones. El sordo real de inmediato se dio cuenta de que el otro no lo era y se indignó. Lo increpó y el tipo, que iba acompañado por un tercero, lo insultó. Entonces el colectivero cerró las puertas e hizo subir a un policía. La persona hipoacúsica estaba enojadísima, exaltada, y los otros dos decían que estaba loco y les quería pegar. El agente, muy tranquilo, le pidió al supuesto sordo su bolso: adentro tenía un walkman y una radio. El asunto no pasó de ahí: el sordo tuvo que ir a la declaración y yo, acompañarlo”.

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