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El país|Domingo, 31 de octubre de 2004
CREARAN UNA FUERZA ESPECIAL PARA CUIDAR AL PRESIDENTE

En la línea de fuego

En 15 días, Kirchner tendrá un informe para cambiar el dispositivo de seguridad. Se formará una fuerza operacional con escalafón propio que dependa de él. El intruso y el Tango 01.

Por Sergio Moreno
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El ingreso de un intruso en la Quinta Presidencial de Olivos y el incidente en las turbinas del avión Tango 01 fueron episodios que convocaron los peores fantasmas en el Gobierno. Los principales integrantes de la administración no pueden dejar de ser ambiguos al evaluar y repasar los hechos: por un lado, minimizan a los actores y elementos de ambos incidentes; por otro, se insinúa la hipótesis del magnicidio. La seguridad presidencial está en debate: mientras que Néstor Kirchner quiere dejar todo como está, aduciendo que él sigue siendo una persona normal, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli –de quien depende el aparato de seguridad presidencial–, consideran que hay que cambiar y endurecer el anillo que rodea al primer mandatario. “Existen los consensos invisibles, los construyen aquellos que quieren impedir que un ‘populista’ tenga éxito. No podemos descartar ninguna hipótesis”, alertó a Página/12 uno de los más importantes inquilinos del primer piso de la Casa Rosada. Como corolario de estos temores, en 15 días más Parrilli entregará a Kirchner la propuesta de reformulación del sistema de seguridad presidencial, creando un organismo único, centralizado y escalafonario, que rompa la lógica de las internas interfuerzas que dio su impronta burocrática al sistema. Cada episodio, el del intruso de Olivos y el de las turbinas del Tango 01, deja tela para cortar, en distintos moldes. Vayamos por partes.
El squatter
En la madrugada del domingo pasado, alrededor de las 3.15 horas, un sujeto de mediana edad se acercó a la garita que da sobre las vías que atraviesan la quinta sobre la calle Villate. El policía bonaerense de guardia lo paró. El sujeto pidió seguir caminando por las vías “para alcanzar la próxima estación”, dijo. El policía se lo impidió. El hombre dio media vuelta y comenzó a subir por Villate en dirección a Maipú. Tras recorrer cien metros, decidió saltar el muro. “Estoy convencido de que el tipo quiso atravesar la pared para buscar las vías a las que no lo dejó llegar el vigilante. Cuando saltó, se encontró con un ‘country’ y decidió ir a merodear”, relató un altísimo funcionario oficial.
El perímetro exterior de la quinta cuenta con un haz de luz infrarrojo a una altura de dos metros. Cuando el intruso trepó el muro, interrumpió el haz y accionó la alarma. El dispositivo funcionó bien, pero la alarma no sonó, estaba desconectada. ¿Por qué? “Porque los pajaritos me vuelven loco”, argumentó sin ruborizarse el oficial a cargo de la sala de monitoreo, aduciendo a que las aves no andaban pensando en la seguridad e interrumpían cientos de veces el haz infrarrojo, haciendo sonar la alarma cada vez. “Por eso decidimos desconectarla”, abundó.
El invasor estaba adentro y se dirigió a una de las casas del complejo presidencial. Una señora de servicio atendió su llamado: el hombre queríaun vaso de agua. La señora lo envió a la cocina, en otra parte de la quinta. El hombre fue hasta allí, pero nadie lo atendió, por lo que regresó e insistió con su pedido. La mujer le dio agua y el individuo se fue.
Las cámaras no lo tomaron nunca dentro del predio de la quinta. “No sabemos a qué hora salió de Olivos. Estimamos que fue a las 7.15, porque minutos antes lo vio un granadero, de fajina, y avisó por el handy que había visto a una persona que no conocía. Después, el invasor desapareció, en el Gobierno entienden que saltando el muro sin interrumpir el flujo del haz de luz infrarroja, que está afuera del perímetro, no adentro.
Los integrantes del Gabinete y el Presidente se enteraron del episodio al mediodía del domingo, cuando la señora que le dio el vaso de agua al visitante contó el episodio. El granadero que había avisado que vio a alguien que desconocía no informó sobre el episodio; sus superiores tampoco lo hicieron. Fue la señora del servicio quien anunció la existencia del intruso.
El predio de la quinta está atravesado por diversos senderos que se bifurcan y vuelven a confluir. En cada espacio de césped hay árboles y arbustos. Tras cada árbol, a 20 metros de distancia aproximadamente, hay un soldado con un FAL. “¿Cómo puede ser que nadie, excepto ese granadero a las 7.15 de la mañana, lo haya visto?”, se pregunta un integrante clave del elenco oficial. Su teoría es que el invasor se echó a dormir, luego se despertó y se fue. Del lado de los granaderos, el nervio nunca estuvo demasiado tenso.
El avión, el avión
El caso del T-01 es diferente. Excepto con las turbinas, no había inconvenientes con el resto del avión, cuyo cuidado estaba bajo la responsabilidad de la Fuerza Aérea Argentina. Pero los motores del Tango casi causan una catástrofe: ambas estaban ineptas para el vuelo. “Sólo Rolls Royce, la empresa que las fabrica, las puede abrir y reparar. Cuando lo hizo, fue categórica con el estado de los motores”, repasa una fuente del Gobierno.
¿Fue mala suerte? ¿No pudo preverse el episodio que asustó tanto al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido? “Había un antecedente –revela la fuente consultada–: cada vez que Kirchner viaja a Nueva York, el Tango 01 no ‘duerme’ en los aeropuertos de esa ciudad, porque son carísimos. Viaja hasta un pueblito cercano a Washington y ahí queda guardado. En septiembre, cuando el Presidente viajó a la Asamblea de Naciones Unidas, en el tramo entre Nueva York y ese pueblito, cuando iban a guardalo, el avión ‘tosió’ de la misma manera en que lo hizo el día en que la turbina izquierda lanzó esos fogonazos. Eso no fue informado. Ese es el error.”
–¿Por qué no fue informado? –preguntó este diario.
La fuente oficial se encoge de hombros en el sillón tras su escritorio. Es hora de hablar de brujas.
Las brujas
“Si al estado de las turbinas uno suma el episodio del intruso en la Quinta de Olivos... no creo en las brujas, pero que las hay, las hay”, dice uno de los principales consiglieri del Presidente. El mismo, momentos antes, había expuesto la hipótesis de que el invasor de la quinta era un hombre cualquiera, un perdido en la madrugada. “Pero no podemos descartar nada, no podemos descartar que alguien quiera darnos un mensaje. Este intruso llegó hasta el chalet presidencial”, abunda el confidente de Página/12.
El funcionario, lector de algunos cientistas políticos norteamericanos, apela a la “teoría de los consensos invisibles” para desarrollar su hipótesis más sombría. Según dicha teoría, en las sociedades existen consensos no hablados, no explicitados, generalmente para oponerse a algo, a alguien o, por lo usual, al Gobierno. Estos “consensos invisibles”, según la fuente, podrían estar activados en la Argentina. “Hay mucha gente enojada con el Gobierno –acomete–, muchos que ganaron mucho durante el menemismo, durante los dos años de la Alianza, que han dejado de ganar tanto. Banqueros, economistas, algunos medios que apoyaron con fruición a ministros de Economía horriblemente liberales, militares enojados con nuestra política de derechos humanos, policías exonerados, fallidos analistas políticos y económicos de la derecha más cerril. Todos esos quieren impedir que, por usar sus términos, ‘a un populista le vaya bien’. No me extrañaría que ahí se cree un consenso invisible.”
El consejero presidencial se pregunta qué pasaría si en vez de un invasor solitario ingresaran, de golpe, diez hombres por cada lado de la Quinta. “Una posibilidad fea”, reflexiona y categoriza: “Hay que cambiar la seguridad del Presidente”.
Los cambios
Kirchner quiere seguir moviéndose como hasta ahora. Aborrece toda barrera que pueda separarlo de quienes lo rodean, sea en la Casa Rosada, sea en la calle o en cada acto donde suele darse, para su solaz, “baños de gente”, como gusta llamarlos. Pero su voluntad está siendo torcida por los hechos. Oscar Parrilli, responsable político –no operativo– de la seguridad presidencial, está convencido de que se debe reformar el sistema. Alberto Fernández coincide con eso.
Parrilli viene tomando medidas para aceitar el sistema de seguridad presidencial. Chocó varias veces con la burocracia acumulada por años de un aparato diseñado según las internas de los militares entre sí (hay tres fuerzas), entre los militares y los policías federales e incluso con la SIDE. El aparato informe que constituye la seguridad del Presidente fue construido sin racionalidad, atendiendo más a la lógica de la porción y el viático que a la eficacia en la tarea.
El secretario general ya comenzó con los cambios y, vaya paradoja, el primero fue hacer cumplir con la normativa vigente, que se soslayaba. Hizo, además, varias modificaciones dentro del sistema actual. “Esto (los incidentes en Olivos y en el T-01) nos apura, pero veníamos realizando cambios desde que iniciamos la gestión. Usted recordará el debate en torno de la Casa Militar –el instituto encargado de custodiar el Presidente en la Casa Rosada y en la quinta–. Pero la discusión ahora no pasa por la Casa Militar, no es el eje del debate: el eje es la seguridad del Presidente, más allá de los lobbies militares, policiales y empresarios”, dijo un miembro del gabinete a Página/12.
Desde que Kirchner asumió, Parrilli trató de centralizar en un comando de conducción operacional las piezas de la seguridad del Presidente, desperdigadas según sea la fuerza militar o de seguridad. Para tomar sólo un ejemplo, el perímetro exterior de la Quinta de Olivos es custodiado por la bonaerense, sobre la que Presidencia no tiene atributo alguno.
Ahora, la idea que campea en los principales despachos del primer piso de la Rosada es crear una fuerza específica para cuidar al Presidente. “La seguridad presidencial debe tener una conducción unificada, personal específico y una lógica propia que no responda a las internas ni a los lobbies”, dijo a este diario un funcionario que está diseñando los cambios de marras. La idea es crear una fuerza específica, con escalafón propio, una especie de carrera de seguridad presidencial donde ingrese un aspirante que vaya ascendiendo dentro de dicho escalafón. Para diseñar esta fuerza, en Balcarce 50 están estudiando diversas escuadras de diferentes países. Un ejemplo a observar es el del Secret Service norteamericano, los famosos “sordos”, hombres grandotes de trajes de civil con un aparatito para intercomunicarse en sus orejas y en el puño de sus mangas, del estilo que supo personificar Clint Eastwood en la película En la línea de fuego.
El proyecto será entregado a Kirchner en dos semanas más.

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