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El país|Sábado, 11 de diciembre de 2004
KIRCHNER ENTREGO EL PREMIO AZUCENA VILLAFLOR

“La Justicia está llegando”

Fueron distinguidos la Madre de Plaza de Mayo Olga Aredez y el obispo Miguel Hesayne. Kirchner dijo que la Justicia llega sin venganza y reconoció que “hay muchas asignaturas pendientes”.

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Olga Aredez fue escuchada por un importante número de funcionarios que asistieron al acto.
En el Día Internacional de los Derechos Humanos, el presidente Néstor Kirchner entregó ayer el Premio Azucena Villaflor a dos personalidades destacadas por su lucha contra los crímenes de la última dictadura: el obispo de Viedma, Miguel Hesayne, y Olga Márquez De Aredez, esposa de un médico desaparecido y pionera de la lucha por los derechos humanos en Jujuy. “La Justicia está llegando por medio de la Constitución y la ley, sin venganza, sin atropello, sin secuestro, tortura o desaparición. Está llegando en democracia y convivencia”, aseguró Kirchner en el acto en la Casa Rosada.
El premio, inaugurado el año pasado, lleva el nombre de Villaflor, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo desaparecida por la dictadura, y se entrega todos los 10 de diciembre. Esta vez, el Presidente entregó el correspondiente al 2003 a Hesayne, que no lo había podido recibir el año pasado por cuestiones de salud, y el de este año a Márquez De Aredez.
Luego de una breve presentación a cargo del secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, habló Hesayne, que durante su desempeño como obispo de Viedma se destacó por sus denuncias públicas contra el terrorismo de Estado, aun contra la política de complicidad de la cúpula de la Iglesia.
“Me limité a hacer lo que un ser humano hace cuando descubre que se violan y se hacen desaparecer personas”, explicó el obispo, que también tuvo una actitud destacada en los ’90 por su oposición pública a la política económica del menemismo. Ayer, justamente, Hesayne aseguró que el Gobierno debe “apurar el paso” para solucionar la injusticia social generada en la década pasada.
Después recibió el premio Olga Márquez de Aredez. La mujer lideró los reclamos contra la dictadura en el norte argentino. Todos los jueves, incansablemente, muchas veces sola, hacía la ronda en la plaza del pueblo de Libertador General San Martín. Su lucha comenzó el 13 de mayo de 1977, cuando su esposo, el médico Luis Aredez, fue detenido por los militares. Aredez era el intendente del pueblo y un problema para la principal empresa de la zona, el Ingenio Ledesma. “En el norte, la represión y la cárcel no empezaron en el ’76, sino mucho antes, y continúan ahora. Este reconocimiento es un triunfo de esperanza para los que exigimos verdad, justicia y castigo”, aseguró, antes de reclamar “castigo para los culpables de los 30 mil desaparecidos”.
La escuchaba un grupo importante de funcionarios reunidos en el Salón Blanco. Estaban, entre otros, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, los ministros de Justicia, Horacio Rosatti; del Interior, Aníbal Fernández, y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. Se acercaron, además, representantes de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, el Premio Nobel de la Paz y titular del Serpaj, Adolfo Pérez Esquivel, y José de Luca, del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.
El cierre quedó a cargo de Kir-chner, que en su discurso explicó la idea de entregar un premio anual a una personalidad destacada en la lucha por los derechos humanos. “Así como hoy se entrega un premio a la vida, a la dignidad, en este salón en la Casa de Gobierno muchas veces se debe haber premiado a la cobardía, al agresor de su pueblo y a aquel que no recordaba ni deseaba recordar la Constitución, la ley y la diversidad”, comenzó su discurso el Presidente. Y, sin aludir a medidas concretas, destacó el giro de su gobierno en materia de derechos humanos. “Hoy quedará grabado este punto de inflexión histórica que estamos declarando, porque la Justicia es marcar ese punto donde una sociedad decide no convivir más con la impunidad.”
De todos modos, en el final del discurso el Presidente admitió que todavía falta recorrer un largo camino y que hay mucho por hacer. “No debemos engañarnos y creer que estamos cerrando un círculo en la historia argentina, porque todavía hay muchas asignaturas pendientes. Asumimos el compromiso de avanzar en la consolidación de los derechos humanos, uncompromiso que pasa por la lucha contra la indigencia y la pobreza, por la salud y la educación”, concluyó.

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