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El país|Sábado, 18 de diciembre de 2004
KIRCHNER SE QUEJO EN LA CUMBRE DE
OURO PRETO POR LAS ASIMETRIAS COMERCIALES

“Los dichos siguen lejos de los hechos”

“Las decisiones presidenciales no se reflejan en la mesa de negociaciones posteriores, donde parecen primar los problemas coyunturales locales por sobre la perspectiva regional”, leyó el presidente argentino en obvia alusión a Brasil. Luiz Inácio Lula da Silva había criticado a los que “magnifican las dificultades”.

Por Martín Piqué
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El presidente Néstor Kirchner compartió la tribuna con su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
Los chisporroteos comerciales entre Brasil y la Argentina, las asimetrías de las economías de la región y el supuesto “letargo” del Mercosur no pasaron inadvertidos en la cumbre número 27, que terminó ayer en esta ciudad. Por primera vez en mucho tiempo, el encuentro de presidentes se pareció más bien a un debate abierto, con críticas fuertes y propuestas encontradas. Néstor Kirchner fue el que hizo más cuestionamientos, y lo hizo leyendo un documento, sin improvisar en ningún momento. Todo un dato del cuidado con que transmitió el mensaje. “Las decisiones presidenciales no se reflejan en la mesa de negociaciones posteriores, donde parecen primar los problemas coyunturales locales por sobre la perspectiva regional”, cuestionó ante sus pares.
Apenas un rato antes, Luiz Inácio Lula da Silva había criticado a quienes “magnificaban las dificultades” del Mercosur. En su rol de anfitrión, Lula había iniciado el encuentro remarcando los logros obtenidos por el bloque desde su fundación, hace diez años, justo en esta misma ciudad. Pero el empeño que puso el brasileño en rescatar lo positivo contrastó con el planteo descarnado de Kirchner. “Los beneficios no pueden tener una sola dirección –dijo en lo que pareció un mensaje claro a Brasil–. Hay que rescatar el Tratado de Asunción y ponerlo en plena vigencia.” Ese tratado, en el que tuvo una participación activa el ministro Roberto Lavagna, hablaba de garantizar un “crecimiento equilibrado” de los países miembros.
En ese sentido, Kirchner fue directo al grano. “El Mercosur tiene que constituirse también en un bloque de asistencia recíproca para el desarrollo equilibrado, sin ignorar las asimetrías existentes ni perjudicar a los sectores internos de nuestros países”, dijo. La mención de las “asimetrías” fue preparada minuciosamente. El propio Lavagna se extendió sobre el tema en una entrevista con Página/12. Allí insistió en que la Argentina no se bajará de sus reclamos concretos (ver aparte). Aunque para ver resultados concretos habrá que esperar unos días: el acuerdo con los brasileños fue posponer la discusión bilateral de salvaguardas y asimetrías para la primera quincena de enero.
El acto mostró las tensiones que subsisten en el bloque, a diez años de su fundación. Fue en 1994, en esta misma ciudad enclavada entre morros y famosa por sus típicas iglesias, que parecen salidas de las novelas de Jorge Amado. De hecho, el escritor fue citado por el chileno Ricardo Lagos, quien contrapuso la fugacidad de los gobiernos con la perdurabilidad de los artistas. Pero Lagos no se quedó en las citas eruditas y pidió que los Estados asociados al Mercosur, como lo es Chile, no quedaran excluidos de las unificaciones arancelarias. Pero ésa no fue la única demanda, aparte de las críticas argentinas. Perú y Paraguay pidieron que se fortalezca el plan estructural de convergencia, con el que se planea invertir en las regiones más deprimidas, según el tamaño de cada PBI. Pero el monto es muy bajo, apenas 80 millones de dólares.
Lula comenzó su discurso repudiando a quienes “magnifican dificultades que son naturales en un proceso de integración”. Era una referencia obvia a las discusiones entre el ministro de Economía, Roberto Lavagna, y los funcionarios brasileños, que fueron menguando con el paso de los días. Pero Lula fue aún más explícito: “Argentina es nuestro segundo proveedor de importaciones, atrás apenas de Estados Unidos”, informó en su presentación. Era un dato que nadie desconocía, por lo que pareció, más bien, un mensaje.Después de una breve introducción, Lula cedió la palabra a dos de sus hombres de confianza en la diplomacia sudamericana: el canciller Celso Amorim, que hizo un repaso de la labor de Brasil mientras estuvo a cargo de la presidencia pro témpore, y Eduardo Duhalde, de la comisión de representantes permanentes del Mercosur. Duhalde, como era de esperar, insistió con su cruzada a favor de la Comunidad Sudamericana (CAS). Le dijo a los presidentes que debían pensar si no era tiempo de modificar la denominación de los dos bloques comerciales –Comunidad Andina y Mercosur– para reemplazarlos por la nueva sigla, la ya mágica CAS.
El acto con los presidentes coincidió con el homenaje a los desaparecidos argentinos Susana Pinus y Horacio Campiglia, secuestrados en Río de Janeiro en 1980, en otro caso testigo del Plan Cóndor. El homenaje se desarrolló en una sala de teatro contigua a la conferencia principal (ver aparte). La mayoría de los funcionarios, sin embargo, estaban atentos al cierre de la cumbre. Allí, la delegación argentina, encabezada por un Kirchner de gesto serio y hasta ofuscado, escuchó los discursos que mostraron un debate abierto e indisimulable. La nota más discordante de todas la dio, otra vez, el saliente presidente de Uruguay, Jorge Batlle, quien aprovechó su despedida para hacer una invectiva a favor del libre mercado desde “Alaska a Tierra del Fuego”. Hablaba, claro, del ALCA.

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