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El país|Domingo, 6 de febrero de 2005
EN MEDIO DEL DEBATE VIAJO A COLORADO, CENTRO MUNDIAL DE ESQUI

Macri no quiere más tensiones

El líder de la oposición política porteña salió de Ezeiza cuando ya había comenzado la segunda sesión de la Legislatura para discutir las responsabilidades políticas por los 192 muertos en Cromañón y el modo de evitar un desastre igual en el futuro. El trasfondo. La posición del gobierno nacional. Y el papel de Juan José Alvarez.

Por Martín Granovsky
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El jefe de la oposición porteña, Mauricio Macri, esquiva lejos del país el intolerable stress que le produce la política. El líder de Compromiso para el Cambio viajó a Aspen, Colorado, uno de los centros de esquí más cotizados del mundo, en medio del debate sobre los 192 muertos en Cromañón, la responsabilidad del Estado y del Gobierno, la validez o no del referéndum revocatorio y las medidas para que no se repita otro desastre igual, Macri ya conoce Aspen. En una de sus temporadas sufrió una fractura al estrellarse contra un árbol mientras bajaba por una ladera.
La explicación pública de la ausencia de Macri apareció el miércoles último, 2 de febrero, cuando estaba invitado y no pudo ir al programa A dos voces, conducido ese día solo por Gustavo Silvestre. “Tiene un problema familiar”, fue la información. En su lugar asistió Horacio Rodríguez Larreta, candidato a vicejefe de Gobierno en las elecciones del 2003. Rodríguez Larreta, que durante el debate trató de “caradura” a Aníbal Ibarra, eligió no ser duro con su jefe político, que ese día y a esa hora estaba lejos del ruido porteño.
Macri salió de Buenos Aires el martes 1 de febrero en el vuelo 100 de Delta Airlines, que llega a Atlanta. Luego combinó con otro vuelo de la misma compañía en Minneapolis. El miércoles 2 al mediodía ya había llegado a Colorado, al oeste del territorio norteamericano.
Cuando el vuelo de Delta partió, aún seguía la segunda parte de la discusión en la Legislatura. Empezó al mediodía del martes 1 y terminó en las primeras horas del miércoles 2.
Las sesiones fueron aún más duras que las del viernes 28. “A mí me importa muy poco si usted sigue o no sigue”, dijo el diputado macrista Marcos Peña. “Lo que quiero es que se haga cargo, porque entré hace poco a la política y lo último que quiero es terminar como usted”, agregó el legislador de 27 años. Se refería a Ibarra.
Una búsqueda en Internet permitió determinar que estos días ni Aspen ni la localidad vecina de Beaver Creeck, de nivel económico aún más alto, albergaron seminarios sobre problemas urbanos o acerca de soluciones en caso de emergencia.
Ese dato refuerza la explicación oficial de Macri de que su ausencia de la ciudad se debió a problemas familiares. Se trata de un tipo de cuestión privada en la que el periodismo serio no tiene por qué meterse. Si Macri, además de enfrascarse en un problema que corresponde a su intimidad, fue a esquiar, es una cuestión que compete a la administración del tiempo libre de cualquiera. Tienen derecho a decidir cuándo y cómo disfrutan de su ocio inclusive los jefes políticos de un partido con base en la ciudad de Buenos Aires luego de la tragedia no provocada por la violencia política más impresionante de la historia porteña.
Mauricio Macri apareció en los primeros días luego de la masacre. En unas declaraciones dijo que si él fuese Ibarra hubiera renunciado a la jefatura de Gobierno.
Después el protagonismo lo adquirieron los legisladores del macrismo, tanto en su vertiente ortodoxa de Compromiso para el Cambio como en la menos pura de Juntos por Buenos Aires.
Macri guardó silencio, por lo menos en público. Los macristas heterodoxos aseguran que en privado fue él quien susurró a su bancada que pidiera un cuarto intermedio hasta el martes siguiente. Los ortodoxos niegan que esa recomendación se haya producido alguna vez.
En el 2003 Macri perdió en el ballottage por siete puntos contra Ibarra, a quien ayudó el respaldo decisivo del presidente Néstor Kirchner y el jefe de Gabinete Alberto Fernández.
Tras las elecciones vino un año y medio de coqueteos varios. Por un lado con Ricardo López Murphy, una relación que tiene puntos de contacto comola actual legisladora por la ciudad y ex diputada nacional Fernanda Ferrero. Pero el vínculo con Recrear no cuajó aún en una alianza política para las legislativas de este año. Otro coqueteo, permanente, se da con el duhaldismo en la provincia de Buenos Aires. Tampoco en este terreno se produjeron definiciones, en parte porque Macri no define si competirá en la provincia contra, por ejemplo, Cristina Kirchner, y en parte porque el duhaldismo parece más decidido a tensar la cuerda (y aflojarla después) con Kirchner que a romper con un Presidente con más del 70 por ciento de imagen positiva.
Justamente uno de los dirigentes peronistas con capacidad de actuar como puente es Juan José Alvarez, el secretario de Seguridad del gobierno porteño, que hasta comparte cuadros técnicos con el macrismo.
Alvarez llegó al Ejecutivo comandado por Ibarra en el momento de mayor desesperación del jefe de Gobierno. Fue sugerido, como se sabe, por el vicejefe Jorge Telerman. El Gobierno nacional no le puso bolilla negra pero tampoco lo impulsó. Esa relativa ambigüedad se debe a que todavía no aparecen claras las causas por las que Alvarez, un ex intendente de Hurlingham, cruzó políticamente la General Paz. Una interpretación se limita a que fue visto como una salida momentánea cuando parecía que Cromañón ponía en jaque a la administración porteña. Pero hay otra: en un instante de tanta debilidad, el ibarrismo no quiso jugar todas sus fichas al apoyo del Gobierno nacional, y eligió diversificar el respaldo recostándose también en Eduardo Duhalde, que confía en Alvarez.
¿Creyó por un momento el secretario de Seguridad que tallaría en el peronismo porteño? ¿Se vio como interventor cuando empezó a circular la versión de una arremetida federal para salvar el espacio de centroizquierda en la ciudad? En cualquier caso, si hubo cálculos de ese tipo quedaron acotados por la realidad.

- Alvarez ya sabe que el gobierno nacional no obstaculizará su trabajo.

- Sabe también que el apoyo se limita al trabajo concreto, y no a cualquier proyecto político ambicioso.

- Y parece haber sacado la conclusión de que si tiene algo para ganar lo hará junto con Ibarra, que no quiere dejar a su secretario un vuelo sin techo, que esa sociedad es temporaria y que su futuro inmediato depende de la capacidad de gestión. Ese corset de obligaciones es el mismo que le sirve para mejorar su proyecto, porque en esta situación de crisis es difícil que alguien pueda crecer si no actúa en un plano concreto y cotidiano.

Los actores políticos de este drama –todos: oficialismo y oposición a nivel nacional y municipal– tuvieron en los últimos días una certeza sobre cómo se comportará el gobierno nacional. Esa certeza surgió de los silencios. Hubo un apoyo al referéndum de Ibarra a través de Aníbal Fernández, un peronista bonaerense que no se mete en la política porteña. Es decir que sus declaraciones no fueron las de un dirigente del PJ sino las de un ministro de Kirchner que, por otra parte, en términos de apuesta personal juega en Buenos Aires y no en la Capital Federal.
A la vez el apoyo no sonó exitista ni tuvo la apariencia de un tema central para Kirchner, algo natural si se tiene en cuenta que la mayor excitación en el Presidente y sus colaboradores parte de saber que avanza la aceptación del canje hacia la meta que el propio Gobierno se había fijado, de alrededor de un 40 o un 50 por ciento.
“Nuestra posición es defender la institucionalidad”, dijo un funcionario nacional ante la consulta de Página/12. “Que la Justicia actúe y que cada uno responda, pero la solución no puede ser siempre buscar que salten las autoridades”, agregó.
Un rastreo en el Gobierno sirvió para detectar que ni siquiera algunos viejos roces con Ibarra (por ejemplo cuando un grupo destruyó las puertasde la Legislatura y el Ejecutivo nacional le enrostró falta de compromiso político al porteño) alcanzaron para cambiar la estrategia de hoy.
Pero este cuadro –la tragedia de los familiares, las soluciones técnicas hacia adelante, la discusión política– es un elemento mínimo de la política a escala planetaria. Solo por considerar a los Estados Unidos, en la misma semana ocurrieron dos hechos: el discurso de George W. Bush sobre el estado de la Unión y el campeonato mundial de motos de nieve en Colorado. No estaba para perdérselo.

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