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El país|Viernes, 15 de abril de 2005
LIBERAN AL SUPUESTO AUTOR MATERIAL DEL CRIMEN DE CABEZAS

El último hornero, en libertad

Horacio Anselmo Braga era el único miembro de la banda platense que seguía en la cárcel. Saldrá hoy, luego de pagar una fianza.

Por Victoria Lescano
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Horacio Anselmo Braga, integrante de la banda de Los Horneros.
Con el pago de la módica fianza de 20.000 pesos, hoy quedará en libertad Horacio Anselmo Braga, posiblemente el asesino material de José Luis Cabezas. Braga integraba la llamada banda del barrio platense de Los Hornos, Los Horneros, y la noche del crimen estaba parado detrás del fotógrafo, que estaba maniatado con esposas en las muñecas. Desde esa posición, Braga le habría disparado los dos tiros en la nuca. Después, junto con el oficial de la Policía Bonaerense Gustavo Prellezo y otros dos horneros, metieron a Cabezas, ya muerto, dentro de su auto y le prendieron fuego. Una asombrosa reducción de pena de la Cámara de Casación es verdaderamente lo que permitió que Braga esté desde hoy en la calle.
De los cuatro integrantes de la banda de Los Hornos, Braga fue el que jugó el papel más protagónico en el crimen. Nunca quedó del todo claro quién realizó los dos disparos con que fue ejecutado Cabezas. La autopsia indicó que el fotógrafo estaba parado y las balas ingresaron en su nuca por el lado izquierdo. Las distintas declaraciones hacen suponer que quien estaba detrás y a la izquierda era Braga, por lo que es muy probable que él haya disparado.
De todas maneras, el capataz del asesinato fue Prellezo, quien reclutó a los horneros, los llevó hasta la Costa, los alojó en un departamento que alquiló otro policía bonaerense, Sergio Camaratta, y le pidió a otro efectivo, Aníbal Luna, que les marcara a los horneros quién era Cabezas, ya que los platenses nunca lo habían visto. Después del crimen, Prellezo llevó a Los Horneros, en su auto, de regreso a La Plata.
El modelo criminal del caso Cabezas se vio en reiteradas oportunidades. Se trataba de un grupo de ladrones, con serios problemas de drogas, que los policías tenían en un puño: si no hacían lo que los uniformados les decían, terminaban en la cárcel porque les tenían comprobados numerosos delitos, entre ellos robo y venta de drogas.
En ese cuadro de situación, Prellezo los llevó a la Costa, según la Justicia, porque quería quedar bien con Alfredo Yabrán y castigar a Cabezas debido a que le había sacado varias fotos. En el juicio oral se llegó a la conclusión de que la idea de “hacerse cargo de Cabezas” le fue sugerida a Prellezo por el jefe de la custodia de Yabrán, Gregorio Ríos.
Quienes descreen de la historia consagrada como oficial insisten en que el crimen fue una operación netamente policial que tuvo como objetivo vengarse de la revista Noticias –que había denunciado a la llamada Maldita Policía– y también del entonces secretario de Seguridad, Santiago De Lázzari, quien protagonizó un hecho inédito: pasó a retiro muy poco antes del crimen y de un solo golpe a los más poderosos y millonarios comisarios de la historia de la Bonaerense. No por casualidad el asesinato se cometió en un camino vecinal por el que pasó minutos más tarde el entonces gobernador Eduardo Duhalde.
Para los que tienen esta visión de las cosas, luego, la investigación piloteada por la propia Bonaerense, con el aval de Duhalde, transformó el asesinato del fotógrafo en una historia política, donde el principal imputado terminó siendo el mafioso Yabrán, un aliado del archienemigo de Duhalde, Carlos Menem.
Los horneros fueron clave en el supuesto esclarecimiento del caso. Llevados ante el juez por un senador justicialista, tuvieron el comportamiento más extraño que se recuerde en la historia penal argentina. Usualmente quien participa de un crimen tan aberrante se niega a declarar de entrada. Primero ve qué pruebas hay en su contra. Los horneros, en cambio, se autoincriminaron una y otra vez y se cansaron de confesar elementos que no estaban ni probados. No faltan quienes dicen que hubo un compromiso de que estarían relativamente pocos años presos, algo que efectivamente se concretó. Inicialmente fueron condenados a reclusión perpetua, después les bajaron asombrosamente la pena, teniendo en cuenta que a Cabezas lo secuestraron, lo esposaron, le pegaron dos tiros en la nuca y quemaron su cuerpo, y ahora, aplicando la ley del dos por uno –que les correspondía–, terminaron cumpliendo ocho años tras las rejas. Braga es el último de los horneros en recuperar la libertad. Héctor Retana murió de sida en la cárcel; José Luis Auge salió en diciembre y Gustavo González, en febrero.

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