El país|Viernes, 15 de abril de 2005

Por Martín Piqué

En las dos guerras mundiales, Suiza era considerada una plaza neutral. Esa posición –que no impedía que los bancos recibieran depósitos de los nazis– debe haber influido para que Ginebra fuera elegida como sede permanente de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ginebra es famosa por su lago, pero también por los edificios de la ONU. En uno de ellos, ubicado sobre la avenue La Paix, se reunieron ayer los representantes de 53 países que forman parte de la comisión. Tras meses de negociaciones, los delegados votaron el (siempre conflictivo) tema de los derechos humanos en Cuba. El resultado favoreció al gobierno de George Bush, esta vez con el apoyo mayoritario de la Unión Europea. El proyecto de condena –presentado por la delegación estadounidense– fue aprobado con 21 votos a favor, 17 en contra y 15 abstenciones. La Argentina se abstuvo, como había acordado con la región. La votación profundizó las diferencias de Sudamérica con México y otros Estados de Centroamérica. Esas diferencias se dispararon con la discusión, aún pendiente, sobre el nuevo secretario general de la OEA.
En la votación sobre los derechos humanos en Cuba el representante argentino fue el embajador en La Habana, Darío Alessandro, un hombre con mucha sintonía con el vicecanciller Jorge Taiana. Ayer, con el resultado puesto, Alessandro habló con una radio desde Ginebra. Alessandro defendió la decisión del Gobierno de mantener la abstención, como ya había hecho el año pasado y en 2003, aquella vez por orden de Eduardo Duhalde. “No es una novedad. Es el mismo de los últimos años”, aseguró. Luego citó el clásico argumento de la política exterior –interrumpido por Carlos Menem y Fernando de la Rúa– sobre la “no injerencia” en los asuntos extranjeros.
Pero lo que dijo Alessandro tiene una fuerte repercusión política: además de defender la abstención, el embajador criticó a los 21 países que votaron a favor el proyecto de condena a Cuba. “La Comisión de Derechos Humanos de la ONU no ha sido objetiva al analizar la situación de los derechos humanos en distintos lugares del mundo. Hay una politización evidente. Eso fue reconocido la semana pasada por el titular de la ONU, Kofi Annan”, cuestionó. Luego dijo que la Argentina tiene una concepción de los derechos humanos “más general” que la que se sostenía en la resolución de condena. “Los derechos humanos son derechos civiles y políticos, pero también son derechos económicos y sociales”, argumentó.
Las declaraciones de Alessandro –las únicas que emitió el Gobierno sobre la votación de Ginebra– le pusieron más pimienta a lo que ya era una decisión política contundente: mantener la abstención en la votación sobre Cuba un día después de que el embajador norteamericano, Lino Gutiérrez, instara a los países de la región a apoyar el voto condenatorio. Pero la convocatoria de Washington no tuvo demasiado eco. Además de Argentina, los demás países sudamericanos que votaron en Ginebra –Brasil, Paraguay, Ecuador y Perú– apoyaron la abstención. En cambio, la propuesta de Washington tuvo más apoyo al norte del canal de Panamá: México, Honduras, Costa Rica y Guatemala votaron por la condena.
La votación separó las aguas entre los países latinoamericanos y profundizó diferencias que ya existían. Las más importantes surgieron con la sucesión del costarricense Miguel Angel Rodríguez como secretario general de la OEA. Para ese cargo hay dos candidatos. El mexicano Luis Ernesto Derbez, canciller de su país, y el chileno José Miguel Insulza, ministro del Interior. La mayor parte de Sudamérica postula a Insulza. México propone a Derbez, con el estratégico apoyo de Estados Unidos. Por toda esta discusión previa, que ya incluyó cinco votaciones que terminaron empatadas, el voto mexicano a favor de la condena a Cuba generó una fuerte controversia entre los países que estuvieron en Ginebra.
Apenas se conoció el resultado, que para los impulsores de la condena significó un avance porque lograron tres votos más, La Habana salió a criticar muy fuertemente a México. También contra la Unión Europea. La administración de Fidel Castro había intentado convencer tanto al gobierno de Vicente Fox como a los socios del mayor bloque económico del mundo para que no apoyaran el proyecto de Washington. No lo lograron en ninguno de los dos casos. La reacción de Cuba fue muy dura. Hubo cuestionamientos a México. El embajador en Ginebra anticipó que no respetará el mandato de la resolución y presentó un proyecto para que la ONU estudie la situación de la cárcel de Guantánamo.
“México ha roto los compromisos alcanzados en diferentes reuniones, incluso a nivel de cancilleres. Negoció su voto contra Cuba a cambio del apoyo de Washington a su candidato para la secretaría de la Organización de Estados Americanos. México no tiene ninguna autoridad moral”, cargó el canciller de Cuba, Felipe Pérez Roque. Con este último cruce, la relación entre cubanos y mexicanos entró en su peor momento de los últimos años. En el historial de ambos países pesa un duro enfrentamiento por el alcalde del Distrito Federal, Andrés López Obrador, candidato presidencial del PRD.
Los cubanos también cuestionaron muy duro a la Unión Europea. “Su actitud ha sido claudicante, servil e hipócrita”, dijo Pérez Roque. El canciller también advirtió que el respaldo europeo a la condena “ponía en peligro” la normalización de las relaciones. Por el contrario, los países que optaron por la abstención –entre ellos Argentina, Brasil y el resto de Sudamérica– recibieron medidas palabras de agradecimiento. “Cuba agradece a aquellos gobiernos que dignamente no se sumaron a la política de agresión de Estados Unidos contra Cuba”, aseguró a Página/12 el embajador cubano en Buenos Aires, Alejandro González Galiano.

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