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El país|Lunes, 13 de mayo de 2002
COMO VEN LOS CORRESPONSALES EL NACIONALISMO

Patriotas, pero amables

Los periodistas americanos que viven aquí no creen que el nuevo antiimperialismo sea tan profundo. Y destacan cómo los tratan.

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“Hay mucha frustración con los mensajes de Bush”, explica uno.
En diciembre, la tranquila y cara Argentina cambió de golpe para los corresponsales extranjeros: se transformó en noticia de interés diario y en un lugar con costos razonables. Otro viraje brusco, especialmente notable para los norteamericanos que viven entre nosotros, fue que se pasó del alineamiento automático y las relaciones carnales, a la crítica a las políticas del FMI y de EE.UU.
“Hay mucha frustración con los mensajes y actitudes que llegan de Washington, tanto del FMI como de mi gobierno”, diferencia Anthony Faiola, corresponsal del diario The Washington Post en América latina. “Hace dos años que veo crecer sentimientos antinorteamericanos por esta razón. Cuando llegué aquí en 1997, el ambiente era totalmente diferente.” Otro veterano en la Argentina, Thomas Lisky, de la agencia especializada en temas económicos Dow Jones, ve la misma tendencia y la considera un error. “La gente piensa que Estados Unidos y el FMI son lo mismo”, dice. “Está bien que el departamento del Tesoro es el principal accionista del Fondo y que hay mucha identidad en las políticas de base, pero no son lo mismo.”
Faiola, sin embargo, sin juzgar los mensajes del gobierno de su país hacia la Argentina, ve con pena “cómo se pierde la autoridad moral de Estados Unidos en América latina, una posición que se construyó en los noventa con gestos como apoyar la democracia argentina frente a los carapintada, y la peruana frente a Fujimori”.
Ninguno de los corresponsales, pese a los ataques a su país, se mostraron personalmente indignados. “No me enoja, lo que pasa porque es evidente y conmovedora la frustración de tanta gente”, afirma Faiola. “Y esta claro que la bronca no es sólo con Estados Unidos sino con los líderes políticos argentinos, que están tan desprestigiados como el FMI y las políticas norteamericanas, por caso.” Lisky advierte, sin embargo, que puede haber consecuencias: “En Wall Street esta crisis es vista como política, y a medida que lleguen este tipo de imágenes, se va a crear más confusión y malentendidos sobre qué pasa realmente en la Argentina”.
Edgardo Esteban, de Telemundo –la influyente cadena en español de la NBC de Estados Unidos– puede medir este impacto. “Argentina hace rato que es nota, pero todo lo que tenga la bandera genera un impacto inmediato”, explica. “Como se entenderá, se sigue muy de cerca un símbolo así. Hasta cuando un grupo irrelevante quemó una bandera frente al hotel Sheraton nos aceptaron y pasaron la nota.”
¿Puede ser esto el comienzo de una ola “dura” de antiamericanismo? “No creo, lo dudo mucho”, dice Faiola. “No creo que en Argentina se acabe viendo a Estados Unidos como en el Medio Oriente. Puede ser que ustedes pasen a ser más como Brasil, fieramente independientes, con una actitud que crea relaciones tensas con Washington, pero nada insuperable. La razón es que los argentinos no tienen actitudes profundas que sean antinorteamericanas: si hasta Elisa Carrió va al Congreso en Washington a buscar información para sus investigaciones contra la corrupción local y para hacer denuncias. Ella ciertamente está contra las políticas de EE.UU., pero no es antinorteamericana.” Como aquel inglés residente en la Argentina que recuerda la guerra de Malvinas como la época en que mejor fue tratado, los norteamericanos elogian la actitud de los argentinos frente a este problema. “La gente puede estar contra los EE.UU., pero cuando te habla te ve como un ser humano”, jura Lisky. “Este país es notable, nunca nadie me agredió ni tuvo una mala actidud.” Para Faiola, la mayoría tiene en claro “que una cosa es mi gobierno y otra es esta persona con la que hablan, y hasta gente muy contraria al Fondo jamás mezclan una cosa con la otra”.
La explicación de este fenómeno es en parte por “la manera de ser de los argentinos” y en parte por una desconfianza generalizada por todos los discursos que vengan del sector político. “Este supuesto antiimperialismo no es de la gente, es de los políticos”, asegura Lisky. “La gente está preocupada por sus familias, por la situación económica, no por esascosas. Los que quieren ganar capital político con esto son ciertos personajes.”

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