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El país|Jueves, 9 de junio de 2005

Ibarra recibió el apoyo de Duhalde y espera que las aguas se calmen

En busca de aliados para asegurarse su estabilidad, el jefe de Gobierno porteño buscó el respaldo del ex presidente.

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Aníbal Ibarra junto al radical Gustavo López.
Por Santiago Rodríguez y Diego Schurman

En el peor momento de su relación con el kirchnerismo, Aníbal Ibarra recibió un apoyo que debe haber inquietado a más de uno en la Casa Rosada: Eduardo Duhalde le garantizó que rechazará cualquier intento que se haga para desplazarlo de la Jefatura de Gobierno porteño y se ofreció a darle una mano en todo lo que necesite para asegurar la estabilidad institucional en la ciudad de Buenos Aires. Con el respaldo del duhaldismo y la impresión de que el presidente Néstor Kirchner también le bajó el pulgar a la idea de intervenir el distrito, Ibarra estima que las próximas semanas serán más calmas que las pasadas y prevé concentrarse en la búsqueda de alternativas para salir de la situación de debilidad política en que se encuentra.
Lo que Duhalde hizo no difiere de lo que hicieron otros actores políticos que en público o en privado le transmitieron en los últimos días a Ibarra que no avalan un quiebre institucional en la ciudad, a partir de los contactos que con ese objetivo establecieron desde la administración porteña. De hecho, Mauricio Macri se pronunció en contra de la intervención –y ayer volvió a manifestarse en ese sentido– como resultado de las conversaciones que mantuvo su principal operador político, Horacio Rodríguez Larreta, con allegados al jefe de Gobierno.
Lo distintivo en el caso de Duhalde es el significado político de su apoyo: a nadie escapa que Ibarra nunca estuvo tan mal con el kirchnerismo y que el bonaerense está enfrascado con Kirchner en una disputa por el poder que tiene por escenario la provincia de Buenos Aires, pero que en verdad va mucho más allá de los límites de ese distrito.
Los rumores sobre la intervención de la Capital Federal y el eventual procesamiento de Ibarra en la causa de República Cromañón que proliferaron la semana pasada encontraron a Duhalde en Ecuador. “Lo voy a llamar cuando vuelva”, adelantó entonces el ex mandatario a uno de sus colaboradores, a quien le habló de su preocupación porque “la ciudad de Buenos Aires es la imagen que fuera del país se tiene de la Argentina”. Duhalde se mostró también inquieto ante la posibilidad de que una ruptura institucional generase una ola de inestabilidad en el resto del país.
Ya en los días posteriores al incendio del boliche de Once, Duhalde dio su aval a la designación de Juan José Alvarez como secretario de Seguridad de la ciudad. Desde la Casa Rosada no se opusieron al ingreso de Alvarez a la administración porteña, pero nunca lo consideraron hombre propio y siempre sospecharon que era la pieza central de una estrategia del duhaldismo para hacer pie a este lado de la General Paz. Alvarez es el jefe de Lealtad, la corriente duhaldista que promueve la postulación a senadora de Chiche Duhalde en contra de la voluntad de Kirchner de que sea Cristina la que encabece la lista en la provincia.
Antes de hablar con Ibarra por teléfono, Duhalde conversó de la situación en la ciudad con Alvarez, quien le explicó que “al escenario de inestabilidad se agregaba la evidente existencia de problemas propios de la gestión”. Como a los demás con quienes trató el asunto, el ex mandatario le dijo que “más allá de eso, no había margen para ningún juego que no fuera apoyar a Ibarra y cooperar para levantarlo”, según contó a Página/12 un duhaldista fiel.
Duhalde e Ibarra hablaron largo rato por teléfono y el bonaerense mantuvo la línea que le había anticipado a los suyos: le aclaró que no avala la idea de que se lo fuerce a dejar la Jefatura de Gobierno antes del fin de su mandato y también le comentó que había dado instrucciones a quienes le responden para que ayudaran en todo lo posible al funcionamiento normal de las instituciones en la ciudad.
Al aval que recibieron de Duhalde, en el gobierno porteño agregan otro elemento que les hace suponer que el clima será más calmo en los próximos días: las declaraciones de Kirchner acerca de que Ibarra debe “terminar su gestión, consolidar su gobierno y resolver con claridad el tema Cromañón”. “Planteó una a-
genda de trabajo, pero dejó en claro que van a dejar trabajar a Aníbal”, fue el análisis que los funcionarios porteños hicieron de las palabras del Presidente. Dicho en otros términos, entienden que Kirch-
ner cerró la puerta a la idea de intervenir la ciudad que –según remarcó ayer el mismo jefe de Gabinete local, Raúl Fernández– se fogoneó desde “algunos sectores” de la Casa Rosada.
Con el horizonte de un futuro menos agitado que el de los últimos tiempos, Ibarra profundizará el análisis de diversas alternativas para recobrar el oxígeno político perdido, que ya viene evaluando con sus colaboradores de mayor confianza. De las conversaciones que mantiene con ellos, el jefe de Gobierno maneja opciones que van desde un cambio de gabinete hasta el anuncio de alguna medida de alto impacto vinculada con la gestión, pasando por la convocatoria a algún tipo de consulta popular y el desdoblamiento de las elecciones en el distrito.

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