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El país|Miércoles, 22 de junio de 2005
MURIO AYER EL REPRESOR CARLOS GUILLERMO SUAREZ MASON

Más que un pajarito, un buitre

El ex jefe del Primer Cuerpo de Ejército murió preso pero sin llegar a ser condenado. Durante el gobierno de Alfonsín se había fugado. Después fue extraditado e indultado. Volvió a prisión en 1999. “Es la justicia divina, pero me hubiera gustado que primero purgara en la tierra”, dijo Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Por Victoria Ginzberg
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Suárez Mason estaba procesado por más de 200 secuestros y 30 homicidios.
No quiso ser el “pato de la boda”. Fue asesino, ladrón y prófugo. El ex jefe del Primer Cuerpo de Ejército durante la última dictadura Carlos Guillermo Suárez Mason murió ayer a los 81 años luego de una operación de urgencia. Aunque estaba preso, no llegó a ser condenado por los más de 200 secuestros y 30 homicidios por los que estaba procesado. Tampoco por la apropiación de hijos de desaparecidos. Pero llegó a sentir el repudio social e institucional.
Suárez Mason murió ayer por la mañana de un ataque cardíaco, al no poder reponerse de una operación de urgencia. “El jueves o viernes pasado empezó a tener hemorragias intestinales. Lo llevaron de urgencia al Hospital Militar Central y esta mañana lo operaron. Pero falleció de un paro cardíaco”, aseguró su abogado, Adolfo Casabal Elías.
El defensor aprovechó para quejarse porque Pajarito pasó sus últimos días en Villa Devoto y no en su casa, como la mayoría de sus compañeros arrestados por violaciones a los derechos humanos que superan los 70 años. El represor había perdido el beneficio de una prisión confortable el año pasado, cuando salió a festejar sus 80 años en un predio del Club Argentino Juniors con ayuda del entonces embajador de Ecuador, que tuvo que dejar el cargo a raíz de ese incidente.
“Es la famosa justicia divina, pero me hubiera gustado que primero purgara acá en la tierra, la justicia de la tierra”, señaló Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, luego de enterarse de la muerte del represor. Estela Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, lamentó que Suárez Mason se “haya llevado a la tumba todo lo que sabía sobre los desaparecidos”.
Suárez Mason egresó del Colegio Militar con el 34º lugar de la promoción ’73, la misma en la que Jorge Rafael Videla fue sexto en orden de mérito y Roberto Eduardo Viola, 20º. En 1951 participó del golpe frustrado contra el gobierno de Perón y se exilió en Uruguay, donde recibió a los militares que participaron en el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955. En 1956 regresó al país y al Ejército, donde se alistó con los colorados. Por eso quedó relegado durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, aunque logró que lo nombraran agregado militar en Ecuador, donde estuvo hasta 1971.
En 1972 fue ascendido a general y designado segundo responsable de la Jefatura de Inteligencia del Estado Mayor. Luego pasó a comandar el Quinto Cuerpo. Cuando llegó el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 era uno de los escuderos de Videla, pero también tuvo vínculos con Emilio Eduardo Massera, con quien compartía la pertenencia a la Logia P2 de Licio Gelli y la ambición por hacerse rico a la par de ordenar secuestros y asesinatos.
Le decían Sam o Pajarito y fue catalogado como un “halcón” de la dictadura, lo que parecía no molestarle. “Yo fui un general duro porque no admitía transacción, nunca fui un blando”, dijo en una entrevista a la revista Noticias en que le valió un juicio –y una condena– manifestar “prevención” contra los judíos.
Entre 1976 y 1979 ocupó la jefatura del I Cuerpo de Ejército, donde se calcula que funcionaron cerca de 60 centros clandestinos de detención, entre ellos El Pozo de Banfield, La Cacha, Automotores Orletti, El Olimpo, el Vesubio y la Comisaría 5ta. de La Plata. El área que tenía bajo su órbita abarcaba la Capital Federal, la provincia de Buenos Aires y parte de La Pampa.
Después de su retiro fue interventor de YPF, cargo que le sirvió para hacer grandes negocios: fue acusado por vaciar a la empresa y por estafa con nafta adulterada a través de la firma Sol Petróleo, que también ayudó a financiar “operaciones antisubversivas” en otros países de Latinoamérica.
Ya sea como halcón o pajarito, en democracia decidió volar antes de enfrentar a la Justicia y dejó para la posteridad la frase acerca de no querer convertirse en “el pato de la boda”. La fuga significó su baja del Ejército. En 1987 fue detenido en Estados Unidos –donde lo consideraban”uno de los principales narcotraficantes latinoamericanos”– y extraditado para enfrentar su acusación de 39 homicidios y 23 secuestros, aunque estaba siendo investigado por 635 crímenes. Pero antes que la condena llegó el Indulto.
Hincha fanático de Argentino Juniors, la expulsión del club pareció dolerle más que sus imputaciones por genocida. Suárez Mason había sido arquero de las divisiones inferiores y luego se convirtió en una espacie de padrino político de la institución: llegó a utilizar plata de YPF y Austral para conseguir que Diego Maradona permaneciera en el club de La Paternal hasta 1980. Sus favores le fueron retribuidos con el cargo de socio honorario. Un escrache de Hijos e hinchas, luego de una nota publicada en Página/12 por Gustavo Veiga, hizo que su situación en Argentino Juniors –donde se hacía llamar Guillermo Suárez para pasar desapercibido– comenzara a cambiar. Para intentar que no lo echaran, hasta invocó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En diciembre de 1999 dejó de pasearse por las calles porteñas con su cocker y volvió a prisión por su responsabilidad en el plan para apropiarse de hijos de desaparecidos. Luego fue condenado en Italia y reclamado por Alemania y España. Cuando se reabrió la causa del Primer Cuerpo de Ejército, volvió a estar procesado por los crímenes cometidos en Capital, provincia de Buenos Aires y La Pampa. Tuvo que presentarse ante la Justicia varias veces y no fueron pocas las que decidió contestar las preguntas de los jueces. Cada vez que abrió la boca fue para proclamar su inocencia y para culpar a sus compañeros represores, superiores o subordinados.
“Autocrítica personal no tengo, porque actué dentro de las normas del Ejército. Todos los días uno comete errores, pero no encuentro algo extremadamente grueso con respecto a mi persona”, señaló en una entrevista en la que también se quejó porque los empresarios a los que la dictadura había ayudado no le daban trabajo. En el mismo reportaje aseguró: “Yo nunca mandé a fusilar a alguien. A algunos los eliminamos. Eso está más o menos claro”. No por nada, después de escuchar una de sus declaraciones ante la Justicia, una de sus víctimas lo describió como “una anguila en un balde de moco”.

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