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El país|Viernes, 5 de agosto de 2005
LA NUMERO DOS DEL FONDO MONETARIO INSISTE CON SUS RECETAS PARA EL PAIS

Krueger no quiere ni mencionar Argentina

Cuando habla del país dice “The ‘A’ word”, que es lo mismo que decir que la Argentina es una mala palabra. Su diagnóstico es que el Gobierno tiene que dejar bajar el dólar, subir la tasa, frenar el gasto, pagar deuda con reservas y aumentar el superávit. Y que no habrá un acuerdo inmediato. Kirchner y Lavagna salieron ayer a criticar esa receta.

Por Claudio Zlotnik
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Anne Krueger, número dos del FMI, en Washington es considerada una fundamentalista contra la Argentina.
Los anglosajones tienen una manera elegante de evitar las malas palabras. Si no quieren pronunciar el clásico “fuck”, por ejemplo, gambetean la situación diciendo “The ‘F’ word” (la palabra “F”). Si se quiere, es una versión socialmente aceptable del insulto. Anne Krueger, la controvertida número dos del Fondo Monetario, adaptó esa fórmula para referirse a la Argentina. Quienes se encontraron con ella durante los últimos días, en la sede del FMI en Washington, escucharon que reemplaza el nombre del país por el “The ‘A’ word”. Con ese modismo da cuenta de su persistente ofuscación con la Argentina. La anécdota refleja su militancia fundamentalista por ser inflexible con el país. Si fuera por ella, el Gobierno debería cambiar toda su política económica para acceder a un acuerdo con el FMI. Ayer, Lavagna respondió a esas presiones: “Los organismos internacionales recomiendan una revalorización del peso. ¡Miren qué lindo que suena! Pero lo hacen porque con un dólar más bajo es más fácil pagarles”, enfatizó. Luego aseguró: “Nunca más habrá una política con atraso del tipo de cambio porque tiene consecuencias nocivas. Sólo es buena para los acreedores”.
El diagnóstico de Krueger sobre la Argentina es sombrío. Dice que el actual ritmo inflacionario amenaza el modelo y que podría haber problemas si no se toman medidas. En especial si el Gobierno mantiene la paridad cambiaria. También se muestra preocupada por el proceso electoral, aunque frente a sus habituales interlocutores suele evitar hacer consideraciones políticas. Y quiere que se aceleren los pagos al organismo, utilizando las reservas del Banco Central.
En las últimas semanas, la estadounidense, número dos del Fondo, se dedicó a analizar la situación de los distintos países de América latina. Fue durísima con la Argentina, tanto que algunos de sus interlocutores –la mayoría de ellos ya acostumbrados al tono de su discurso– se sorprendieron al escucharla.
Respecto de un eventual acuerdo, Krueger le da nulas chances a que ocurra antes de las elecciones. Afirma que existen “restricciones políticas” para que el Gobierno se comprometa por escrito a aceptar las condicionalidades que el Fondo pretende imponer a la Argentina. Y no adelanta uno rápido luego de los comicios.
La negociación es para refinanciar alrededor del 70 por ciento de los próximos vencimientos. Hasta fin de año, la Argentina tiene obligaciones con el FMI por 1621 millones de dólares. Otros 1065 millones habría que girarles al BID y al Banco Mundial. El mes que viene aparece como el más cargado de vencimientos: en total, 730 millones de dólares.
La receta que Krueger tiene para la Argentina no sorprende: está atravesada por la ortodoxia económica. Quiere que el Banco Central se abstenga de intervenir en el mercado cambiario para que baje la cotización del dólar. Una vez logrado, deberían subir las tasas de interés y así poner límite a la suba de los precios. El enfriamiento de la economía sería esencial para lograrlo. Así, para el Fondo, el dólar debería valer entre 2,30 y 2,40 pesos.
El otro capítulo para frenar el incipiente brote inflacionario debería incluir un recorte en el gasto público. Según Krueger, una economía que está en plena expansión no necesita un incentivo adicional por el lado del gasto. En cambio, la funcionaria plantea que podría armarse un fondo anticíclico para la época de vacas flacas. Una alternativa a esa idea deja al descubierto, una vez más, la posición interesada de la protagonista: implica que la Argentina, en lugar de aumentar la inversión pública, acelere los pagos al organismo.
En la mesa de negociaciones, los funcionarios argentinos volverán a escuchar que la pretensión es de un superávit fiscal del 4,5 por ciento del Producto. Para Krueger, la única manera de bajar esa presión sería si el Gobierno aceptase pagar la deuda con el Fondo con las reservas del Banco Central. Para ello debería modificar la Carta Orgánica del BCRA.Como se ve, para el Fondo existen circunstancias bajo las cuales se justificaría cambiar las leyes y evitar cualquier discusión sobre la inseguridad jurídica.
El único punto en el cual parecen acordar el Gobierno y la Dama de Hierro es que nadie espera un acuerdo en el corto plazo. Empieza a ganar consenso que eso recién podría ocurrir en algún momento del próximo año.

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