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El país|Sábado, 17 de septiembre de 2005
MOVILIZACION DE ESTUDIANTES, TRABAJADORES Y DESOCUPADOS

Una marcha que llegó a la Plaza

Después de un pedido de Adolfo Pérez Esquivel, el despliegue de la policía fue discreto. Se leyeron dos documentos con fuertes críticas al Gobierno. El reclamo central fue “que se inviertan los 20 mil millones de dólares del superávit para crear trabajo, dar salud y educación”.

Por Laura Vales
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Hubo una gran presencia de estudiantes, ya que era el 29º aniversario de La Noche de los Lápices.
Después de que los últimos tres intentos de entrar a la Plaza de Mayo fueran frenados por operativos policiales, ayer la marcha multisectorial de estudiantes, trabajadores y desocupados pudo llegar sin obstáculos hasta el vallado que rodea la Casa Rosada, donde se leyeron dos documentos con fuertes críticas al Gobierno. Era el 29º aniversario de La Noche de los Lápices y en la movilización hubo una gran presencia de secundarios: chicos que marcharon con sus compañeros de colegio, desbordando las veredas y que, junto al resto de los manifestantes, hicieron de “la plaza es nuestra” el cantito más coreado de la protesta.
La marcha tuvo como reclamo central que el Estado “invierta los 20 mil millones de dólares del superávit fiscal para crear trabajo, dar salud y educación”. Así lo resumió el texto redactado en conjunto por las organizaciones opositoras y de izquierda que convocaron a la medida.
El despliegue de la policía fue discreto, inclusive poco visible. Nada de tanques hidrantes ni ostentación de guardias de infantería con bastones y escudos, como en las semanas anteriores: sólo personal desarmado con chalecos de color naranja. El ministro del Interior, Aníbal Fernández, había anunciado el cambio de criterio al mediodía. “Vamos a permitir el ingreso por la Avenida de Mayo hacia la Plaza, para que la marcha se realice sin contratiempos”, anticipó en una conferencia en la Casa de Gobierno. Horas antes el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, lo había llamado para hacerle el pedido.
Franco Rapanelli, estudiante del Colegio Manuel Belgrano de La Plata, llegó con una delegación que venía de festejar la obtención del boleto estudiantil en la provincia de Buenos Aires. “Lo ganamos después de un plan de lucha que venía del mes mayo”, contó sobre el boleto que ahora costará 10 centavos. A pocos metros, Mariela Newman, del Nacional Buenos Aires, dijo que la lucha de los siete estudiantes desaparecidos por la dictadura se asocia con el boleto pero abarcaba mucho más. “Peleaban por un país que en ese momento veían posible; quizás a nosotros hoy nos parece más difícil. Nos sentimos identificados con ellos, creo que lo que les hicieron fue muy injusto.”
Los universitarios y docentes de la Conadu Histórica mostraron columnas numerosas, engrosadas con delegaciones del interior. El sector reclama que se triplique el presupuesto educativo, se derogue la ley federal y la de educación superior. Acusan a esta última de facilitar la injerencia de las empresas en las carreras.
Los alumnos de la facultad de artes de Córdoba se envolvieron con cintas de embalaje con la palabra “frágil” y desfilaron llevando en alto un pájaro de cartón. “La ley apunta a mercantilizar el conocimiento y eso nos vuelve vulnerables”, señaló Victoria Méndez. Más tradicional, sosteniendo una pancarta de la Universidad del Comahue, Cecilia Carrasco agregó que la ley “contiene puntos para que las empresas subsidien a la universidad, lo que considero un gran riesgo”.
La columna tuvo un sector donde se concentraron los trabajadores, como el personal no médico del Garrahan, grupos del subterráneo, Coto y del frigorífico Tango Meat, entre otros. De guardapolvo blanco, Marita Silva contó que en el hospital de pediatría “no hubo ningún avance en el pedido de aumento salarial” en las dos semanas que llevan sin medidas de fuerza, por lo que el próximo martes una asamblea va a discutir si retoman los paros. Una delegación de padres de pacientes del Garrahan acompañó a los enfermeros. Atrás marcharon los desocupados y los partidos de izquierda.
Como nadie sabía si se podría entrar a la plaza no hubo allí un escenario, sino que un camión con acoplado hizo las veces de palco. Sobre él se leyeron los dos documentos de la protesta, uno de los secundarios y el otro de piqueteros, universitarios y trabajadores.
“No queremos ir al colegio para comer”, dijeron los estudiantes, “ni queremos ir a colegios con techos que se caen, paredes electrificadas ydocentes que cobran sueldos por debajo de la línea de pobreza. Esa destrucción es consecuencia de un presupuesto escaso. Exigimos al gobierno que el superávit record se gaste en dar educación, salud y trabajo”.
El texto único de la multisectorial subrayó la situación de deterioro social: “A dos años y medio de que el gobierno de Kirchner prometiera no pagar la deuda externa con el hambre del pueblo, en la Argentina los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Hay 18 millones bajo la línea de pobreza, 4 millones de desocupados, 4 millones de mayores sin pensión ni jubilación, 4 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan”. En sus párrafos más duros, el documento acusó al gobierno de “dibujar los índices reales de desocupación” y “negarse a crear un plan de viviendas e infraestructura que genere trabajo genuino”. Los grupos de desocupados fueron el factor de peso de la marcha. Caminaron al final de la columna y eran tantos que cuando en la plaza terminó el segundo discurso y empezó la desconcentración, las últimas pancartas de los comedores del conurbano todavía no habían terminado de ingresar. Según la policía participaron ocho mil personas y de acuerdo con los organizadores, 40 mil.

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