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El país|Domingo, 2 de junio de 2002
ANIBAL IBARRA, JEFE DE GOBIERNO PORTEÑO

“La derogación fue para dar impunidad”

Está enojado con los radicales que hicieron posible la derogación de la Ley de Subversión Económica y especialmente con el truco de retirar una senadora: “Eso es lo que aleja a la gente de la política”. El pacto Duhalde-Alfonsín, la inteligencia de la derecha y la vacilación del poder.

Por Santiago Rodríguez
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Aníbal Ibarra está enojado con los radicales que posibilitaron la derogación de la Ley de Subversión Económica. “Retirar una senadora para que se vote lo que ellos decían que no querían que se votara, es una de las actitudes que alejan cada vez más a la política de la gente”, advirtió a Página/12, y agregó que la maniobra dejó “al descubierto esta suerte de pacto Duhalde-Alfonsín”. El jefe de gobierno porteño declaró que la administración de Eduardo Duhalde “debería haber resuelto algunas cosas, pero no resolvió ninguna”. Una vez más, Ibarra se quejó que la “cultura de la división” que impera en los sectores progresistas y reflexionó que “la derecha en este punto es mucho más inteligente: sabe lo que quiere y seguramente va a cohesionar sus fuerzas”.
–¿La derogación de la Ley de Subversión Económica le da más oxígeno para gobernar?
–Tal vez por unos días, pero se hizo una gran fantasía vinculada con las leyes exigidas por el FMI, la ayuda y la solución de los problemas argentinos. La derogación no va a tener efecto real porque muchos fiscales van a buscar otras calificaciones para perseguir a los banqueros sospechados, ni le da la certeza a Duhalde de que va a llegar la ayuda, a pesar del altísimo costo político porque lo del Senado fue escandaloso.
–¿Por qué?
–Porque quedó al descubierto esta suerte de pacto Duhalde-Alfonsín de una manera que ni siquiera es de frente a la sociedad. Si era una convicción del sector mayoritario oficialista en el Senado que debía sancionarse esa ley, deberían haber dicho “la acompañamos y punto” y bancarse esa posición. Decir estamos “en contra”, pero dar el quórum para que se vote y cuando advierten que con eso no alcanza, retirar una senadora para que se vote lo que ellos decían que no querían que se votara, es una de las actitudes que alejan cada vez más a la política de la gente.
–¿O sea que para usted que la rionegrina Amanda Isidori se retirara del recinto fue una decisión del radicalismo impulsada por Raúl Alfonsín?
–Fue una decisión de la mayoría del bloque, porque hubo siete radicales que cuestionaron y trabajaron para que no saliera.
–¿La derogación de la Ley de subversión económica va a traer impunidad?
–El FMI lo pretende para lograr impunidad, muchos del establishment y desde la política también se impulsó pensando en eso, pero tanto fiscales como algunos jueces tienen herramientas para que no se consagre automáticamente esa impunidad. Hay otras figuras que pueden aplicarse a los casos de subversión económica. Nunca estuve de acuerdo con la derogación de la Ley de subversión económica ni tampoco con cómo se encaró la reforma de la Ley de Quiebras, porque necesitaba algunas modificaciones pero pensadas hacia adelante y no en un momento de tanta vulnerabilidad.
–¿Hay que cerrar un acuerdo con el FMI para salir de la crisis?
–No es la única opción, pero en todo caso si se consideraba necesario llegar a un acuerdo acá se hizo todo mal. Otra hubiera sido la situación si se planteaba que en los primeros ocho meses no se iba a ir a buscar el acuerdo, sino a hacer un esfuerzo por ordenar los problemas, y después ir en otras condiciones. Acá empezamos diciendo que íbamos para otro lado, después se pusieron todas las fichas en el Fondo sin haber resuelto la paralización del sistema financiero, ni levantado el corralito, sin recrear un sistema de créditos a corto plazo para quien tiene que reponercapital de trabajo; nada de esto lo resolvimos y en estas condiciones de debilidad es para que el Fondo imponga sus condiciones. Es importante la inserción en el mundo, pero esto más que inserción es sometimiento a todas y cada una de las condiciones que impongan.
–¿Cuál sería la opción alternativa al acuerdo con el FMI?
–No buscar el acuerdo y apelar a otra vía; esto requiere un compromiso de la sociedad y es necesario expresar claramente cuáles son las consecuencias y cómo se sale de esto, pero tampoco se buscó ese camino.
–¿Qué camino hubiera elegido usted?
–Postergar cualquier negociación con el FMI hasta fin de año y mientras tanto a resolver las situaciones internas. Esa fue quizás la primera impronta de la gestión de Duhalde, que después no la sostuvo por presión de los lobbies de sectores internos e internacionales. Las idas y vueltas del Gobierno provocaron muchas situaciones sin definición. Un país puede soportar, como muchos lo han hecho, crisis financieras, pero se resuelven en dos meses y hay perdedores y ganadores. Acá se devaluó sin ninguna planificación, con escasas reservas, con debilidad política y encima no se resolvió la situación del sistema financiero. Este Gobierno es de transición y debería haber resuelto algunas cosas, pero no resolvió ninguna, salvo algunas iniciativas que implementó en el área social.
–Se supone que ahora se cumplieron todas las condiciones del FMI. ¿Cree ahora llegará la ayuda?
–Todo es posible, nos pueden correr el arco un poquito más y también hay muchos interesados en ver cómo pueden capitalizar este desastre y convengamos que el país con este tipo de cambio es un escenario para que se vengan a apropiar de lo poco que queda por dos dólares. Hay una pequeña posibilidad porque hoy la Argentina hay una mínima capacidad de daño que hace unos meses no tenía; ahora está empezando a generar algunos problemas en Uruguay y Chile y recesión en Brasil.
–Algunos gobernadores hablaron de anclar el dólar, ¿qué le parece?
–No sirve ninguna medida aislada sin un plan. Todo puede ser válido en el marco de una política económica; lo demás es expresión de mera voluntad o casi de impotencia.
–En sus primeros días de gobierno, Duhalde también salió fuerte contra la Corte Suprema y usted lo acompañó. ¿Qué pasó con ese asunto?
–Retrocedió porque era necesario sumar fuerza política y tuvo resquebrajamientos internos. Esta Corte es fruto de acuerdos políticos y a la hora de confrontar esos acuerdos empezaron a hacer también su lobby.
–¿Le parece bien que todos renuncien, incluso usted, para llamar a elecciones y renovar todos los cargos?
–Si hay elecciones anticipadas debe haber de todos los cargos porque significaría una renovación institucional necesaria para empezar a reformular la Argentina. Igual hay que aclarar que las elecciones no son un remedio mágico para la crisis estructural que vive la Argentina.
–¿Qué implicancias políticas tiene la reciente decisión del Frente Grande acaba de conformar su propio bloque en la Legislatura?
–Es una situación que expresa una realidad. El Gobierno de la ciudad fue desde el primer mucho más allá que el de la Alianza: dos ministros vienen del peronismo y otros del Frepaso y del radicalismo que confronta con la visión de la vieja política. Hoy es necesario recrear un nuevo espacio político más amplio y transversal y generar una expresión política de lo que es también un gobierno más amplio.
–Como presidente del Frente Grande, ¿qué estrategia se plantea?
–Buscar la formación de un espacio donde confluyan los sectores del progresismo y que rompa definitivamente con la cultura de la división y de sentirse cómodos en la oposición y el diagnóstico, pero temerosos o sin vocación de poder para gobernar y transformar.
–Ahora, hace tiempo que usted y otros hablan de recrear el espacio progresista pero no hay ningún avance en ese sentido.
–Vamos a necesitar muchos años para cambiar una cultura que viene de hace décadas. Este espacio ha sido duramente golpeado con la experiencia de la Alianza y hay quienes sólo buscan posicionarse para las elecciones y no suman más gente por temor a que le disputen el espacio; otros tienen un criterio de construcción de poder, de formación de cuadros, de amplitud.
–¿Quiénes son unos y quiénes los otros?
–No quiero hacer nombres, sino que hago una descripción del espacio con sus virtudes y sus defectos. El riesgo es que nos pase lo que le pasó al socialismo en Francia, que hubo tantas divisiones de la izquierda que permitieron la entrada de (Jean Marie) Le Pen y recién se unieron para votar a (Jacques) Chirac. La derecha en este punto es mucho más inteligente: sabe lo que quiere y seguramente va a cohesionar sus fuerzas.
–¿Quién cree que será candidato de la derecha en la ciudad?
–Probablemente, (Mauricio) Macri, que de alguna manera expresa lo que expresó (Domingo) Cavallo en la última expresión: el centroderecha vinculado con el peronismo.
–¿Apoya la idea de los dirigentes bonaerenses de remover a Graciela Fernández Meijide de la conducción partidaria en ese distrito?
–Es un proceso del propio distrito. Cualquier debate debe hacerse dentro de la fuerza y no por los medios, pero en todo caso está expresando una posición más independiente y no oficialista.
–¿Cómo toma que hombres de su partido, como Darío Alessandro o Juan Pablo Cafiero, apoyen todas y cada una de las decisiones del Gobierno?
–Han quedado como una especie de MID, que podía ser oficialismo de cualquier fuerza. Nuestro partido ratificó en su último congreso una posición de responsabilidad institucional pero lejos del oficialismo.

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