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El país|Lunes, 7 de noviembre de 2005
EL GOBIERNO NO CREE QUE EL RESULTADO DE LA CUMBRE AFECTE LA RELACION CON ESTADOS UNIDOS

“Bush no es decisivo para hablar con el FMI”

Luego de la Cumbre, el Gobierno analiza que es lógico que George W. Bush no se haya ido contento de Mar del Plata. Pero cree que esto no afectará las negociaciones con el Fondo ni “lo sustancial” del vínculo con Estados Unidos. La unión del Mercosur.

Por Fernando Cibeira
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El presidente Néstor Kirchner en Mar del Plata, mientras dialoga con miembros del gabinete.
“¿Cuál era la alternativa? ¿Decirle todo que sí al gigante?”, se preguntaba ayer un importante funcionario del gobierno argentino acerca de lo que sucedió el sábado en la Cumbre de las Américas. En las turbulentas sesiones desarrolladas frente al mar, Estados Unidos no pudo imponer un apoyo continental a la reapertura del ALCA debido a la resistencia del Mercosur y Venezuela. Cerca del presidente Néstor Kirchner ven lógico que George W. Bush no haya quedado feliz de la vida con lo que sucedió en Mar del Plata pero tampoco piensan que eso pueda afectar las relaciones bilaterales con la principal potencia mundial. “No sería serio que algo así pueda alterar lo sustancial, no es la forma en que se manejan las relaciones entre los países”, explicaban. ¿Y si lo alterara, que cambiaría? Según el gobierno argentino, no mucho.
En los últimos días, en la Casa Rosada se registraron ciertas variantes de percepción. Si en el pasado alguna gestión de Bush fue determinante para que el FMI aceptara reanudar las negociaciones con Argentina, al parecer, ya no lo es tanto. “Es una fantasía argentina pensar que Bush llama por teléfono y se abren las puertas del Fondo. Puede ser un elemento más, pero de ninguna manera es decisivo”, sostenía ayer un integrante del gabinete.
Seguramente, en este cambio debe haber tenido que ver el desarrollo de la reunión bilateral del viernes entre Kirchner y Bush. A diferencia de sus anteriores encuentros, en este ocasión el jefe de la Casa Blanca consideró que la recuperación económica argentina ya era lo suficientemente robusta como para que el país negocie ante el FMI por las suyas. Esa reunión, que a priori se presentaba como el plato fuerte de las jornadas marplatenses, terminó diluyéndose en el quiebre continental que produjo la discusión por el ALCA, con 29 países por un lado y cinco por el otro.
“Pensó que nos podía dominar de otro modo”, sostenían cerca del Presidente sobre Bush y la cumbre. En la comitiva argentina que participó de las negociaciones repetían que el abroquelamiento del Mercosur en contra del ALCA capitaneado por Kirchner –“nuestro D’Artagnan”, al decir del “mosquetero” Hugo Chávez– jamás pudo de tomar de sorpresa a Washington. “Kirchner se lo anticipó en la reunión y en el discurso, después se lo anticipamos en las negociaciones reservadas que mantuvimos, ellos sabían qué les esperaba. Lo que es difícil de entender es porqué siguieron adelante”, decían en la Rosada.
Según la evaluación del Gobierno, un ingreso al ALCA en las actuales condiciones no es una cuestión intrascendente. Eso porque los actuales índices de recuperación de la economía pueden quedar aplastados si se levantan todas las barreras arancelarias ante el mayor coloso mundial. “Siempre el libre comercio beneficia al país más desarrollado. Ahora, si ellos bajan los subsidios y permiten el ingreso de nuestros productos, la cuestión cambia sustancialmente”, agregaban.

El aguante
A las 11.30 de ayer se abrió el toldo blanco que cubrió de miradas curiosas la entrada principal del Hotel Hermitage durante la cumbre. Ya había quedado en el recuerdo de los marplatenses la zona de exclusión, los protestas y todo el revuelo que generó la llegada de los 34 presidentes. La mayoría de ellos se había ido. Quedaba Chávez, en un hotel en otro sector de la ciudad. En el centro, únicamente el presidente argentino al que esperaban unas doscientas personas. Cristina y Néstor Kirchner salieron para cruzar la avenida Costanera y subirse al helicóptero que los llevó hasta el aeropuerto de Camet. A juzgar por la reacción de la gente, la manera en que el Presidente manejó las arduas negociaciones fue bien recibida.
Más tarde, el jefe de Gabinete subrayó que lo que había sucedido en la cumbre “tiene que ver con la recuperación de la autonomía que habíamos perdido”.
Otro de los elementos de celebración por parte del gobierno argentino era el abroquelamiento que había mostrado el Mercosur en un momento en el que tanto se comenta sobre los vaivenes de las relaciones personales entre los presidentes. Cerca de Kirchner hablaban bien de Luiz Inácio Lula da Silva y de Tabaré Vázquez, quienes fueron concluyentes cuando les tocó el turno de la palabra en las sesiones. También lo mencionaban con afecto al chileno Ricardo Lagos, quien si bien apoyó la propuesta de Estados Unidos fue muy contemplativo con el Mercosur en sus declaraciones.
El problema era que si la ajetreada cumbre le había dado una nueva mística al Mercosur, parecía haber hecho descender un escalón el nivel de las relaciones “maduras” que el gobierno argentino se había planteado mantener con Washington. “Tenemos una relación cordial que nunca fue excelente. Siempre tuvo un poco de tensión”, analizaba ayer un integrante del entorno presidencial. La pregunta del millón era qué podría suceder en caso de un repentino endurecimiento del vínculo bilateral. Por ejemplo, en el terreno comercial. “Nuestras exportaciones están bien distribuidas: un tercio va al Mercosur, el resto se reparte en cantidades similares entre Estados Unidos, la Unión Europea y Asia. Así que ni aun en el caso de un recorte nos significaría un problema insoluble”, se extendía.
Pero cerca del Presidente no creían en la posibilidad de endurecimiento. Esgrimían la necesidad de Estados Unidos de mantener lazos con un gobierno que le puede resultar factor de estabilidad en América del Sur. Sobre todo, teniendo en cuenta la pésima relación de la Casa Blanca con Venezuela y la convulsionada situación institucional que atraviesa Bolivia, en donde el líder cocalero Evo Morales puede llegar a la presidencia. “A ellos les interesa mantener cierto control sobre las reservas energéticas que significan el petróleo de Venezuela y el gas de Bolivia. En ese sentido, Argentina tiene más facilidad para instalarse como el ordenador de la región que, por ejemplo, Brasil, un país del que muchos gobiernos desconfían por su tendencia a una suerte de ‘imperialismo regional’”, mentaban.
De cualquier forma, insistían, no habían ni siquiera analizado actuar de manera diferente. Abrir las puertas de la economía, machacaban, podía tirar el esfuerzo de los últimos años al tacho: “Después de lo que sucedió en la Argentina, ya sabemos que abrir la economía tiene profundas consecuencias. Nosotros no tenemos nada que ver con Bahamas o Barbados, que apoyaron la propuesta de Estados Unidos. Tenemos que pensar en nuestro índice de desocupación y de generar empleo”.

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