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El país|Martes, 8 de noviembre de 2005

Presiones y amenazas de los familiares de Cromañón

Ayer aparecieron afiches que denuncian un supuesto pacto de impunidad entre los gobiernos nacional y porteño. En la Casa Rosada mostraron su enojo por la movida. La relación con Ibarra.

Por Diego Schurman
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Los afiches que aparecieron ayer empapelando toda la ciudad.
–Tengo una granada en el bolsillo –sorprendió el familiar de una de las víctimas de Cromañón.
No habían pasado demasiados segundos desde que le negaron un encuentro con Alberto Fernández.
–Si no me atiende hago explotar la Casa Rosada –insistió el hombre en la recepción de la calle Balcarce.
El jefe de Gabinete alertó a la Brigada Antiexplosivos. Se cercioró de que no existiera tal granada. Y, en un cambio de actitud, terminó recibiendo al visitante.
El hecho ocurrió días atrás. Y se mantuvo en silencio, probablemente por respeto al dolor de los deudos pero también por las derivaciones de una tragedia que ayer ubicó al Gobierno en el centro de la escena, cuando una pegatina de afiches de los propios familiares puso en duda su vocación de servicio.
Hasta ahora la administración kirchnerista se había puesto a disposición de aquellos parientes de las 194 víctimas de la tragedia, con infraestructura y con dinero. Nunca dudó en mostrar la celeridad y predisposición del ministro de Interior, Aníbal Fernández, y el secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, quienes abrieron sus puertas como no lo hacen con nadie.
Sin embargo, ayer se toparon en las calles de la ciudad con la foto de Néstor Kirchner saludando amenamente a Aníbal Ibarra. Al presidente y al jefe de Gobierno porteño lo acompañaban, con letra de molde, la frase: “Ante la masacre de Cromañón, ¿otro pacto de impunidad?”. Entre ambos funcionarios aparece Aníbal Fernández. La movida fue adelantada este domingo por Página/12.
El momento no es casual: este jueves, la Sala Acusadora de la Legislatura deberá debatir si habilita el juicio político a Ibarra. Y todo indica que allí no se reunirán los 30 votos necesarios para poner al jefe de Gobierno en la antesala de su suspensión.
Muchos familiares consideran que el Gobierno mostró en los últimos tiempos un cambio de actitud que explicaría por qué el resultado de la votación, a los ojos de cualquier mortal, les será desfavorable a sus pretensiones. Ponen como ejemplos:
- Aníbal Fernández discontinuó las reuniones que los lunes mantenía con los familiares.
- Rafael Bielsa, canciller y diputado electo, se refugió en un silencio profundo después de hacer bandera con el juicio a Ibarra.
- Alberto Fernández comenzó a expresar puertas adentro, en línea con el vicepresidente segundo de la Legislatura, Miguel Talento, que el proceso a Ibarra está “viciado de nulidad”.
El jefe de Gabinete utilizó las mismas palabras ante ese familiar que decía tener una granada. Y en respuesta escuchó un latigazo que hoy encuentra en las paredes porteñas: “impunidad”.
Intentó explicarle a su interlocutor que por República Cromañón, además del dueño del boliche Omar Chabán, hay numerosos funcionarios procesados: desde Juan Carlos López y Enrique Carelli (ex secretario y ex subsecretario de Seguridad), hasta Vicente Rizzo (ex director de servicios de seguridad privada), pasando por Fabiana Fiszbin (ex secretaria de Control y Gestión Comunal), entre otros.
Sin embargo, tuvo la sensación de que lo único que apaciguaría el dolor de ese familiar era ver rodar la cabeza de Ibarra. Y es ahí donde la tensión se hace carne. Amén de la evolución judicial del caso, políticamente Néstor Kirchner no está dispuesto a soltarle la mano al jefe de Gobierno.
De todas las derivaciones que pudiera tener la caída de Ibarra, ninguna le sería favorable a la Casa Rosada. Fernández, a cargo de la estrategia oficial en el distrito en su carácter de jefe del PJ local, lo sabe como nadie. Sería una nueva derrota –esta vez sin el voto popular de por medio– ante Mauricio Macri, el hombre que añora llegar en el 2007 a la presidencia de la Nación o, en el peor de los casos, a la silla que hoy ocupa Ibarra.

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