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El país|Lunes, 19 de diciembre de 2005

Los GAC, o el mix de arte y política

Comenzaron en 1997. Hoy son ocho miembros. Trabajan con organizaciones sociales. Sus obras llegaron hasta Croacia y Berlín.

Por Laura Vales
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Integrantes del Grupo de Arte Callejero colgando uno de sus carteles.
El día de San Cayetano, un grupo de artistas y militantes sindicales repartió miles de estampitas a los fieles que hacían cola para entrar a la iglesia de Liniers. Parecían idénticas a las tradicionales, con el santo rodeado de espigas; pero en el reverso, en lugar de la oración que pide trabajo al cielo llevaban la propuesta de reducir la jornada laboral a seis horas. Las estampitas eran parte de una campaña de comisiones gremiales independientes y de izquierda para crear empleo. Los que las repartían tuvieron un inesperado éxito de difusión cuando las llevaron al escenario, donde uno de los niños cantores que animaba la tarde la leyó por los parlantes. También le dieron una al cardenal Jorge Bergoglio con la misma invitación a leerla, cosa que Bergoglio hizo, aunque para sí.
Se entregaron así, cara a cara y hablando con quienes las recibían, más de 10 mil estampas. La idea había salido del Grupo de Arte Callejero, un colectivo que desde hace nueve años realiza intervenciones en la vía pública junto a organizaciones sociales y políticas. Quien viva en Buenos Aires se habrá cruzado, alguna vez, con sus trabajos: son carteles o imágenes, que se confunden en el paisaje urbano, en tono de denuncia. Los carteles viales de los escraches (“A 100 metros vive un represor”), la Casa Rosada con un enorme anuncio de venta (“Liquidación x cierre”, durante los planes de ajuste de la Alianza), el dibujo de una gorra militar con la consigna “Juicio y castigo”, todos tienen el sello del GAC, aunque el grupo raramente firma sus producciones.
Actualmente son ocho. Creado por estudiantes de Bellas Artes, ahora hay también integrantes de otras procedencias, como una fotógrafa y varios diseñadores gráficos. Su primer proyecto surgió en 1997, en apoyo a la Carpa Blanca. Consistió en pintar las paredes con imágenes de guardapolvos en blanco y negro. Se hicieron más de 30 murales. “Cuando empezamos no estábamos pensando en continuar ninguna tradición del arte político. Lo hicimos, en realidad, porque teníamos una necesidad muy fuerte de expresarnos que no podíamos satisfacer. Estábamos en los ’90, la producción y la circulación de arte eran una cosa muy estructurada, a la vez muy light. Así que lo que buscamos fue nuestra posibilidad de hacer”, cuenta Carolina Golder.
Casi enseguida comenzaron a trabajar con organizaciones de derechos humanos, especialmente con H.I.J.O.S. Luego con movimientos de desocupados, asambleas, presos políticos y víctimas de la violencia del Estado.
¿Siempre en apoyo de otros o también se mandan solos? “En general, con otros grupos y organizaciones. A veces quienes nos llaman ya tienen una idea, otras llevamos una propuesta nosotros; de todas formas, siempre buscamos producir en diálogo con los demás. Muchas veces no podríamos decir de dónde salió una idea, hay cosas que circulan y las tomamos, así como queremos que otros tomen las nuestras”.
En el ’98 usaron las carteleras de publicidad de la calle como galería de arte. Convocaban a secundarios, artistas profesionales, diseñadores, chicos que estaban jugando en la plaza a dibujar y pegaban los afiches en las marquesinas. Cuando la pegatina estaba terminada se hacía la vernisagge callejera.

Anonimato
En 2001, el día de la asunción de diputados y senadores, envolvieron al Congreso con una gran cinta de peligro. Desde hace más de un año trabajan con la comisión antimonumento a Roca: “Mejor un Mayo Francés y no un julio argentino”, dice una de las pintadas de la campaña.“No firmar las producciones fue una postura que decidimos desde el comienzo. En parte, porque estamos en contra de las formas establecidas por las cuales se es artista”, dice Rafael Leona. Sería, además, contradictorio para una intervención en la vía pública, que consisten en tergiversar los mensajes institucionales. “Los carteles que toman la iconografía de las señales viales, por ejemplo, tienen que ser anónimos. Se apoyan en la ambigüedad, en el sentido de que podrían haber sido desviaciones del mismo sistema. A veces se atribuye alguno de nuestros trabajos a alguna agrupación. Eso no es un problema. Al contrario, fomentamos la apropiación de lo que hacemos por parte de otros grupos o de personas con intereses afines a los nuestros”.
Para financiarse tienen sólo un subsidio de 400 pesos del Instituto Cultural de la Cooperación. Los integrantes de GAC viven de otra cosa; varios son docentes. Cuando consiguen algún aporte eventual, los fondos quedan para las actividades del grupo.
¿Cuánto permanecen las intervenciones en la calle, una vez terminada la actividad? Muy poco. Las desarma alguno que pasa y le gustó un cartel, a veces la municipalidad, la policía. “Habíamos hecho un escrache frente al lugar donde funcionó el Pozo de Banfield. A la mañana siguiente, en el colectivo, viajé con un tipo con aspecto de cana que se llevaba uno de los carteles bajo el brazo. A veces pienso que las comisarías deben estar llenas de nuestros trabajos”, dice Leona.
Ahora están trabajando con blancos, siluetas que cuelgan en las paredes, o contra las vallas de los operativos policiales que rodean la Legislatura y la Plaza de Mayo para que la gente escriba en ellas. La idea fue estrenada en 2004, en una Marcha de la Resistencia, en reemplazo de las señales de Juicio y Castigo. Las siluetas fueron usadas en actividades por la libertad de los presos de la Legislatura, en el acampe frente a los tribunales de Lomas por el juicio por Kosteki y Santillán, en reclamo por víctimas del gatillo fácil. La mayoría de las veces la gente escribe en ellas cosas como “somos blanco del trabajo precario” o “seguimos siendo blanco del hambre”, pero en otras han terminado con un sentido completamente diferente: en el acampe por el juicio por Kosteki y Santillán, los piqueteros pusieron a las siluetas cabezas de policías y funcionarios. Y, con dardos, jugaron al tiro al blanco.
Las siluetas, impresas en tamaño afiche, salieron del país. Aparecieron en San Pablo como expresión de grupos antidesalojo, en Medellín por la violencia política; cruzaron el Atlántico y terminaron en Croacia y Berlín, en reclamos de desocupados. Y a esta altura, dicen los del GAC, ya les perdieron la pista. Es común que aparezcan en protestas sin que nadie sepa bien de dónde vienen, como una idea que consiguió hacerse una vida propia.
Sin firmar las obras, sin ganar dinero ni obtener reconocimiento personal, ¿desde dónde se sostiene el esfuerzo? Leona dice que en el “estar aprendiendo a hacer y en el poder hacer cosas”. Cuenta también que en Buenos Aires, al calor de los últimos años, se ha creado todo un circuito en la cual se puede producir sin dinero. “Hoy se nos ocurre una idea y conocemos a otros que nos ayudan a concretarla, sin plata de por medio. Hay una enorme cuota de placer en poder hacerlo.”

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