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El país|Domingo, 16 de abril de 2006
LA INTERNA BONAERENSE SE ACELERO A PESAR DE KIRCHNER

El facón en el pasto

El Presidente ordenó acallar la temprana interna oficialista en provincia, caja de resonancia política por la ausencia de oposición. La pelea de Solá y Aníbal Fernández con el ministro Randazzo. Un almuerzo que no garantiza la tregua. Los planes del gobernador sin reelección. Un gabinete político.

Por Sergio Moreno
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Ayuna de oposición, la política en el principal distrito electoral del país, la provincia de Buenos Aires, se dirime en los intestinos del oficialismo, un peronismo devenido Frente para la Victoria no exento de mutaciones futuras. Ante la hipótesis de que Cristina Fernández de Kirchner podría ser candidateada por su marido para sucederlo en la Presidencia, en 2007, los principales barones del oficialismo bonaerense comenzaron a limpiar sus facones en el pasto para acometer al destino, a pesar de que Néstor Kirchner ha sido tajante al respecto: “No quiero internas ni oír hablar de candidaturas (a gobernador) hasta diciembre”, repitió a varios de sus incondicionales en las dos últimas semanas a partir de las maniobras cruzadas entre su ministro de Interior, Aníbal Fernández, y el gobernador Felipe Solá. Tras un almuerzo conciliatorio, ambos dirigentes sellaron una frágil tregua, jaqueada por la tropa de ambos, que pide acciones y posicionamientos. Solá apuesta a un esquema de gestión con cuadros políticos a fin de que, cuando Kirchner mire allende la General Paz, lo vislumbre suyo y le proponga algún sitio en la administración que nacerá en 2007.

El Presidente expresó en las últimas semanas su desagrado por la publicidad de dos temas: la reelección y las peleas por las candidaturas en los principales distritos. Está convencido de que ambos asuntos perjudican la marcha de la gobernabilidad y desvían la atención en cuestiones que la sociedad aún no desea escuchar. Respecto de la primera cuestión, él mismo machaca ante sus fieles que no acometerá otro mandato y comentó, mirando encuestas, su anhelo de que CFK lo sucediese en el cargo. Incrédulos y convencidos no dejaron pasar el dato.

Esta hipótesis impone un condimento esencial en la provincia de Buenos Aires: hasta ahora (y así sigue siendo) CFK es la dirigente que mejor mide en las encuestas de intención de voto para competir por la sucesión de Solá. No hay dirigente provincial que ponga en duda esta verdad revelada que con el tiempo cobra sacralidad. Sin embargo, la chance de que CFK juegue la partida mayor horadó como un tormento la cabeza de todos aquellos que aspiran a sentarse en el sillón mayor de La Plata.

Iluminados por el fuego

Con este fondo, las bengalas han brillado más. Atrás quedó el enojo del Presidente con Solá habida cuenta de su propuesta de hacerse con la conducción del PJ provincial. Hubo reto, mensajes públicos y privados, y el gobernador desanduvo oportunamente el camino. Algún asesor del mandatario reconoció la génesis de la movida no-nata en el ministro de Gobierno provincial, Florencio Randazzo, consejero de Solá, operador entusiasta y aspirante a la gobernación. Randazzo, que supo ganarse la simpatía de Kir- chner durante la campaña electoral 2005, en las escaramuzas contra el duhaldismo finalmente derrotado, es observado cautelosamente desde la Casa Rosada por quienes lo aprecian y quienes no.

Tanto el ministro provincial cuanto el ministro del Interior nacional son, junto con Solá, los personajes de más alto perfil fronteras adentro de la General Paz. Su visibilidad es notoria y a nadie escapa que ambos ministros ejecutan una lógica de acumulación de poder similar y tradicional a las praxis bonaerenses. Acaso esta gimnasia los expuso al punto de enojar al Presidente.

El gobernador, en tanto, no sólo no es ajeno a estas circunvoluciones sino que acciona en cuanto puede. Solá, que carece de reelección, necesita mantener cohesionada una tropa que supo acumular en la batalla de Lomas de Zamora. Para ello propone a los suyos construir influencia en las futuras decisiones de la provincia, dejar una estructura que sea el reflejo de las mesnadas que vencieron al duhaldismo y, de ser posible, ofrecerle a Kirchner un “candidato potable” para la sucesión provincial. Randazzo bien podría ser ese sujeto (nótese que la frase está en condicional). “Primero debe cruzar el Rubicón de la popularidad”, acotan en La Plata, mirando encuestas con cierta compulsión.

El caso de Aníbal Fernández –que se ha llamado terapéuticamente a silencio en esta semana– también es ejemplificador. Decidido, pragmático, batallador, Fernández expuso públicamente hace ya casi dos años (esta columna dio cuenta tempranamente de esto) su aspiración por la gobernación bonaerense. A partir de entonces, el ministro de Interior acometió la construcción de una estructura política que, a la hora de la hora, sostuviese sus anhelos. Así, cuenta con intendentes y legisladores que le responden y una imagen pública que edifica cada mañana en los medios de comunicación y cada día de recorrida provincial y gestión nacional.

Solá lo ha acusado de intentar trabarle algunas leyes en la provincia y generarle una interna en las legislaturas del distrito. Lo mismo en lo referente a la acción de algunos intendentes. Fernández, por otra parte, apuntó al gobernador cuando corrieron los rumores de una hipotética renuncia suya a Interior o el lanzamiento del nombre del canciller Jorge Taiana (muy amigo de Solá) como otro aspirante a la sucesión. Fernández decodificó, en su momento, que esas maniobras apuntan no sólo a debilitarlo, sino a fortalecer a Randazzo, en quien ve al auténtico delfín de Solá.

Dos semanas atrás, ante el ruido que se dejaba oír tras los muros bonaerenses, Kirchner instruyó a su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, para que sentara a Solá y al otro Fernández para firmar una tregua, sin condiciones, y que terminasen con las maniobras. El jefe de Gabinete los sentó a una mesa en un restaurante de Puerto Madero. Gobernador y ministro se enrostraron sus cuitas, cada uno en su estilo, y a los postres la mediación de Alberto Fernández pareció haber tenido éxito: sin peleas públicas, cuando menos hasta diciembre.

En La Plata dicen que las cosas quedaron bastante bien. “No somos lo mismo, tenemos caminos diferentes, pero si él no jode nosotros no vamos a joder. De igual manera, no vamos a hacer nada contra un ministro del Presidente porque sería el Presidente quien pagase el costo, y Felipe no quiere hacer nada de eso, todo lo contrario”, confió una altísima fuente provincial a este cronista.

En Interior, en tanto, sostienen algo parecido: no habrá estruendos ni operaciones que contradigan las órdenes de Kirchner. Todo parece ordenado, aunque la política –como decía Panzeri sobre el fútbol– tiene bastante de dinámica de lo impensado. “Mire, las peleas ahora son en vano. Si Cristina fuese candidata a gobernadora, no hay más discusión y este chisporroteo será un artificio negativo para todos. Si, en cambio, fuese candidata a Presidente, el elector seguirá siendo Kirchner. Acá deben calmarse porque hay otros dirigentes que quieren ser gobernadores y no tienen estructura. Ellos también pueden ser los elegidos de Kirchner. ¿Y quién diría que no?”, pregunta retóricamente un cercano colaborador presidencial. El razonamiento del consejero citado guarda su lógica. Pero existen elementos que lo interpelan. “El asunto es el estado de ánimo de la tropa –acomete un arquitecto kir- chnerista, con experticia sobrada en internas– porque nadie quiere quedar mal con Kirchner, todos se dicen kirchneristas, pero en el territorio las batallas se siguen dirimiendo en el barro, y los muchachos arman sus odios y amores, necesitan camisetas que ponerse para saber quiénes son y qué les deparará el futuro”, ensaya la fuente.

Las filias y fobias de los dirigentes de segunda y tercera línea provincial, no obstante, son utilizadas como justificaciones del encrespamiento de la interna oficialista. Así, Carlos Kunkel salió a acusar sin nombrar –acaso a Fernández, quizás a Randazzo– cuando dijo, la semana pasada, “que hay un muchacho que camina la provincia diciendo que tiene chapa, chamuyo y chequera”. Más allá de su destinatario, el dirigente de Compromiso K ejecutó su mensaje: hay, además, otros sectores –por fuera de la gobernación y de las mesnadas de Fernández– que también dirá alguna cosita a la hora de hacerse oír.

Los prolijos

José Pampuro, presidente provisional del Senado, Alberto Balestrini, titular de la Cámara de Diputados de la Nación; León Arslanian, ministro de Seguridad provincial, y, acaso, Jorge Taiana son algunos más a quienes citan los que enumeran posibles candidatos a la gobernación. Excepto Taiana los mencionados recién han dejado entender en más de una oportunidad, privadamente, sus aspiraciones la respecto. Todos ellos mantienen una contenida discreción, no construyen estructuras y guardan una fina sintonía con Kirchner y con Solá.

Obviamente, esta lista lejos está de clausurarse.

Solá lo sabe, por lo que en esta etapa de su gestión cuida la labor parlamentaria y ha armado un gabinete de especialistas en sus áreas de acción, a la vez políticos de alto perfil: Arslanian, Adriana Puiggrós, el recaudador Santiago Montoya y el ministro de Salud, Claudio Mate, son apuestas del gobernador a mejorar la gestión y obtener réditos por ello.

“Felipe va a actuar en sintonía con Kirchner y Kirchner será quien decida sobre su futuro. Podría ser vicepresidente, también, en un futuro gabinete nacional, canciller.” El confidente de Página/12 echa sus guijarros en el aire, esperanzado. No obstante, esta discusión recién comienza.

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