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El país|Viernes, 21 de abril de 2006
LAS TEORIAS QUE DIFUNDE BRAGAGNOLO, PADRE DEL CHICO MUERTO EN PALERMO

En el nombre del hijo, segunda parte

El dolor por la muerte de su hijo adolescente le abrió la puerta en todos los medios de difusión. Allí difundió las políticas de “orden” que en materia de seguridad comparte con Blumberg desde el inicio de su cruzada. No son una improvisación: ya había hecho público su apoyo a Videla y a represores de la ESMA.

Por Susana Viau
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Marcelo Bragagnolo y Juan Carlos Blumberg compartieron buena parte de las entrevistas.

“Lo que le falta a esta ciudad es gerenciamiento.” La afirmación, que bien podría ser un slogan de campaña, sonó ajena al clima que el periodista Joaquín Morales Solá había tratado de imprimirle a la entrevista. Es que no salía de los labios de un candidato de la derecha –siempre entusiasta de las cuestiones gerenciales– sino de Marcelo Bragagnolo, el hombre que hace dos semanas sufrió la muerte de su hijo adolescente en circunstancias aún no aclaradas. Antes había explicado de qué modo, mediante una radio conectada a la central de policía, los taxis pueden asistir a los patrulleros en su rol de vigilancia. Bragagnolo, que tiene una historia conflictiva en el mundo de los negocios, comparte con el ingeniero Juan Carlos Blumberg una tragedia personal, una ideología de la seguridad y también un sillón en la Fundación Axel Blumberg por la Vida de Nuestros Hijos, entidad que, además de expresar las consignas del orden, parece destinada a desarrollar los negocios que el orden suele promover. En las dos cosas, Bragagnolo es un especialista. Estuvo ligado a los personajes más emblemáticos de la dictadura militar y a lo más granado de lo que se conoció como la “patria financiera”.

Tanto el ingeniero Blumberg como Bragagnolo trataron de procesar sus duelos con una actitud positiva, lo que en su visión del mundo se traduce en propuestas para apretarle las clavijas al entramado social. Blumberg, luego de la formidable convocatoria obtenida en marzo de 2004, se dedicó a marcar a presión a los diputados para obtener una legislación restrictiva del uso de armas, el control de teléfonos celulares y la reducción de la edad de imputabilidad penal; Bragagnolo, en cambio, traza estrategias, propagandiza sistemas para complementar la actividad policial y publicita el hecho de que, según dice, la policía de Nueva York y el ex alcalde Rudolf Giuliani hayan trasladado con éxito a su escenario los edictos policiales que fueron desterrados de Buenos Aires.

Es probable que ni Blumberg ni Bragagnolo supieran mucho acerca de métodos de prevención y erradicación del delito, pero para ello la Fundación tenía como asesor al coronel retirado Alfredo Goetz, un militar de simpatías carapintadas que falleció de muerte natural hace pocos meses, mientras vacacionaba en Brasil. Goetz era un experto, aunque en realidad su acercamiento al ingeniero fue motivado por la amistad que existía entre uno de sus hijos y el joven Axel Blumberg. Con suma rapidez, la Fundación creada por el ingeniero recibió el apoyo de otras dos entidades del mismo tipo pero mayor tradición: la Fundación Libertad y la Fundación Atlas, ambas vinculadas estrechamente con el Manhattan Institute, una mixtura de economistas y empresarios neoliberales y gente de la CIA, entusiastas impulsores de la “revolución conservadora”, el antifeminismo, la idea de que el peor enemigo de los negros son los negros mismos, una máxima que puede aplicarse a los pobres en general, envilecidos “por la ayuda estatal”. Allí abrevaron Ronald Reagan, George Bush, los republicanos del Este y sobre todo Giuliani, deslumbrado con la teoría del “cristal roto” y la presunción de que quien roba una manzana hoy mañana se robará la feria. Una postura que, conocida como “tolerancia cero”, amalgama a los integrantes de la Fundación Blumberg.

Lo que ocurre es que detrás de la seguridad se construyen suculentos negocios y no son pocos los que intuyen que eso se perfila en las visitas de los socios de la Fundación que, como auténticos viajantes de comercio, recorren las ciudades llevando consigo algún supuesto técnico que despliega frente a los ojos asombrados de gobernadores e intendentes las bondades de ciertos sistemas de seguridad. Eso ocurrió en noviembre de 2004 con el viaje del ingeniero Blumberg a Córdoba, acompañando al directivo del Manhattan Institute, el chileno Carlos Medina, quien tuvo el poco tacto de caracterizar a limpiavidrios y prostitutas como “terroristas urbanos”. O con el más reciente tour a La Plata, donde otro adherente a la Fundación Blumberg, José María Staffa Morris, el dirigente del Sindicato Independiente de Remiseros Javier Scaramutti y el oficial de la policía de Baltimore Alex Zunca trataron de instalar la necesidad de nuevos criterios y equipos. Zunca se presenta como “un experto en pandillas” y difunde en Internet sus correrías por las calles de Baltimore en yunta con un suboficial de origen portorriqueño.

La vecindad de servicios de inteligencia y agencias de seguridad impregna la Fundación, ubicada en el primer piso y el entrepiso del edificio de Corrientes 550. Cuando lo inauguraron, el ingeniero informó que se trataba del aporte generoso de una compañía de seguros cuyo nombre mantuvo en el anonimato. Página/12 pudo saber que se trata de La Economía Comercial, una sociedad de vida vegetativa que funcionaba allí y por ceder, le ha cedido a Blumberg y sus acólitos hasta el mismo número de teléfono. El presidente de La Economía Comercial es el abogado Mario Bissoni, quien junto a la consultora Maika Palacios le vendió al ex “señor 5” de la SIDE, Fernando de Santibañes, un completo diseño de reordenamiento del organigrama por el que cobraron interesantísimos honorarios. Palacios y también Bissoni tenían contratos en la secretaría. Socio de Bissoni es Pedro Orban, quien de acuerdo con los propios espías habría intervenido en la venta de inmuebles y terrenos del Ejército a los representantes argentinos de la fábrica de pistolas Pietro Beretta. Un emprendimiento en el que no era un extraño Genaro Contartese, ex Guardia de Hierro, ex masserista, menemista e involucrado en el affaire IBM-Banco Nación.

Los lazos con Massera

Marcelo Bragagnolo también tiene fuertes vínculos con Guardia de Hierro y el masserismo. Al grupo de la derecha peronista, una especie de Opus Dei de la política, lo unen lazos de sangre: su hermano Luis Bragagnolo militaba allí. Era un incondicional del ex capitán Jorge “El Tigre” Acosta. La “B” de “A & B Consultores”, el último eslabón de la cadena de sociedades con que Emilio Massera pretendió encriptar el apropiamiento de las tierras de Chacras de Coria, no significa otra cosa que Bragagnolo: “Adrogué & Bragagnolo”. Se asegura que Luis mantenía una relación cuasi orgánica con el servicio de inteligencia naval o, mejor, con el servicio de inteligencia paralelo que la ESMA había montado; Marcelo, por su parte, tenía cordiales nexos con la Marina pero era más heterodoxo, los alternaba con el Ejército: era un fervoroso partidario de Jorge Rafael Videla y alentó un grupo que motorizó una solicitada de respaldo al ex dictador cuando éste fue detenido por el robo de niños. El fanatismo de Marcelo Bragagnolo tuvo momentos provocativos. Por ejemplo, el aviso fúnebre que publicó en 3 de junio de 2003 y cuyo contenido este diario consignó al día siguiente: “Marcelo Bragagnolo –decía– participa con profundo dolor su fallecimiento y despide a un caballero del mar y valiente oficial de la Armada Argentina”. El destinatario era, nada más y nada menos, que el capitán de fragata Fernando Peyón, parte de los Grupos de Tareas de la ESMA y, al final de su vida, asalariado como oficial de calle de la SIDE.

No fue eso, no obstante, lo que puso en las primeras planas y en los tribunales a Marcelo Bragagnolo, sino su afición a la ingeniería financiera, a los trapicheos y a los juegos con sociedades en bancarrota. En los ’80, en tanto su hermano Luis trabajaba en Control Union, una compañía belga de seguros de embarque y exportaciones, Marcelo y su amigo, el fallecido banquero Angel Moyano (ex Banco Feigin) cumplían funciones en la vereda de enfrente, en Lavalle y 25 de Mayo, como “operadores” del quebrado Banco Cabildo, de los hermanos Pirillo. Ese era su mundo. En abril de 1998, Horacio Verbitsky reveló en este diario las escuchas judiciales tomadas a los sospechados de participar en la quiebra de otra entidad bancaria, el Banco Integrado Departamental, propiedad de Roberto Cataldi. Bragagnolo asesoraba a Cataldi y al mismo tiempo gestionaba ante él un crédito para el fiscal que lo investigaba, Jorge Alvarez Berlanda.En esa causa resultó procesado y detenido. De las escuchas se infiere la participación de Bragagnolo en asuntos sonados como el de los fundidos Banco de Crédito Provincial (BCP) de La Plata, propiedad de la familia Trusso, o el Extrader de Marcos Gastaldi. No obstante, un tramo de su conversación con Alberto Mc Mullen, abogado de Luis Sarlenga, ex presidente de Fabricaciones Militares, pone de relieve el estilo y el pensamiento del propagandista de la seguridad urbana:

Bragagnolo: “El miércoles estás invitado al Círculo de la Fuerza Aérea (...) ¿Te imaginás por quién? (...) Va a estar él y el brigadier Evergisto Gómez”.

Mc Mullen: “Evergisto se llama. Pobrecito”.

Bragagnolo: “Pobrecito, pero el tipo es de la pesada, pesada. Mató a los padres y a los empleados del Registro Civil y los metió en el Pozo de Banfield”.

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