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El país|Martes, 2 de mayo de 2006
EN VOTACION DIVIDIDA, LOS VECINOS DE GUALEGUAYCHU DECIDIERON LEVANTAR EL CORTE DEL PUENTE

La asamblea despejó la ruta hacia La Haya

Tras una confusa votación, la mayoría de los vecinos decidió levantar hoy el corte del puente con Uruguay. Los partidarios de no levantar el corte se retiraron en son de protesta. Al mismo tiempo se convocó otra asamblea para el domingo, que volvería al corte si no se hubiera presentado la demanda ante La Haya.

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Cuando comenzó la asamblea se habían presentado trece mociones diferentes con relación al corte del puente.
Por Cristian Alarcón
Desde Gualeguaychú


El sol de otoño que cubría de naranja la meseta de asambleístas, a un costado de la Ruta 136, era lo único que ayer al atardecer unificaba a los 500 reunidos en el camino hacia Uruguay. La decisión del presidente Néstor Kirchner de presentar una demanda ante el Tribunal de La Haya y de reunir en un acto a buena parte de la dirigencia política nacional el viernes en Gualeguaychú cayó en la asamblea de ayer como un calmante divisorio pero efectivo, por lo menos para los próximos seis días. Pero la votación no fue fácil. Con 12 propuestas, que luego pasaron a ser cuatro, y finalmente por torpeza del coordinador de la asamblea, sólo dos, a favor o en contra de levantar el bloqueo, ganó la posición que planteaba terminar con la medida hoy a las dos de la tarde y volver a hacer una asamblea el próximo domingo. “Si entonces vemos que se presentaron ante la Haya nos comemos todos un asado acá”, fue parte de la argumentación del vecino que la planteó. La medida, coinciden, es una señal para el Presidente, a quien a pesar de criticarle que “tardó mucho en actuar sobre el problema”, ahora le conceden “una oportunidad”. “Nosotros tenemos que ser respetuosos. Veremos qué nos dice, qué solución real tiene y si no, podemos volver a cortar en cinco minutos, cuando queramos”, le dijo a Página/12 Amalia Cassela, que por primera vez ayer dijo que sí a “bajar de la ruta”.

La Asamblea de Gualeguaychú es una multicolor alfombra de clase media puesta caprichosamente sobre una especie de hondonada que hay junto a la banquina, en la ruta que va hacia Uruguay, a 26 kilómetros del centro de la ciudad. El enorme puente internacional con forma de triángulo queda a diez kilómetros de allí. El corte es lo menos parecido al corte de ruta piquetero que se haya visto en manifestaciones del ramo. Entre jubilados de variados oficios y un grupo de jóvenes locales de cultura globalifóbica se ha sostenido el esfuerzo de mantener tanto tiempo una vía sin paso, un cruce artificial en el camino, una aduana clandestina, una frontera nueva, si se quiere. Ayer, los verdaderos sostenedores del corte se retiraron de la marcha tan ofendidos que ya algunos capciosos anoche ponían en duda que hoy a las dos de la tarde sean tan honorables que de verdad se quiten del camino.

La historia de la asamblea de ayer se puede dividir en dos capítulos. El primero comenzó pasadas las tres de la tarde, cuando apacibles y amistosos, los gualeguaychuenses se saludaban como cada vez, llegando en sus autos de todos los modelos al punto clave. Es una hilera de medio kilómetro a lado y lado del camino al fin de la cual está el camión rojo atravesado en la ruta, la tranquera con el candado, la veintena de carpas de los que pernoctan, los medios –ayer eran varios camiones con sus equipos– y los vecinos, el corazón de este conflicto. Sobre la banquina, y mirando hacia el horizonte campo abierto instalaron un escenario, pequeño, con escalerita y parlantes. El micrófono es, por decisión de una vieja asamblea, propiedad de un solo hombre, elegido para “coordinar” el debate: Osvaldo Moussoud. Con el calor de la revuelta en la que terminó la asamblea, Moussoud se convirtió en el blanco de los disconformes. “Radical corrupto”, le gritaba una mujer, desgañitándose de ira cuando ya se daba por votada la solución conciliadora. “¡Moussoud bajate!” “Nos cagaste!” “Trucho!!”. El hombre –a quien como a otros políticos locales de varios colores se le da un espacio “como un vecino más” en los debates– es un agrónomo campechano de jeans caídos, canoso y narigón, concejal de la UCR, con las mañas de alguien que no es la primera vez que le toca andar en estas lides.

Durante la primera hora de debate se presentaron 13 propuestas. Cada uno con su estilo, los vecinos, que no parecían tener grandes diferencias, dieron sus pareceres. Así se escuchó las más de las veces la idea de no levantar el corte y las menos, modalidades de levante. Don Alfredo Weimberg, canas largas y la pinta de un abuelo elegante, largó pidiendo que se suspenda la medida el miércoles próximo “para no ser un palo en la rueda” de las acciones de Kirchner para frenar a las papeleras y escucharlo el viernes para entonces decidir cómo seguir. El segundo propuso quedarse en la ruta hasta la llegada del Presidente. Ana Acosta, la tercera, continuar el corte. Emilio, un pibe de chiste serio, se largó con un libelo en sorna que planteaba “levantar el corte, borrar Arroyo Verde –el nombre del sitio– del futuro, acordar con los venerables operadores políticos, tirar yararás en la ruta para espantar a la gente, cobrar indemnizaciones, crear un humedal para zona de libre comercio y asfaltar, así podemos llenar todo de luces y televisión”. “Emilio, ¿esto es levantar o no el corte?”, le preguntó don Osvaldo, con micrófono abierto. “No ve que es una ironía”, se quejaba un gordo entre el gentío, avivando a un familiar con el codo.

Digamos que hasta entonces y un rato más la cosa parecía la asamblea de Parque Chacabuco en el momento más álgido de diciembre del 2001. Se votó entonces una propuesta de las 13 que era pasar a un cuarto intermedio hasta el próximo jueves –una manera de no levantar el corte– y la mayoría levantó la mano por seguir la asamblea. Fue cuando don Osvaldo dijo lo que marcó la segunda etapa del día: “Muchachos, hay que parar quince minutos para consensuar las propuestas”, soltó y nadie se inmutó. Hacia el fondo, salieron en fila india los que las habían formulado. Este cronista escuchó de costado a los más inflexibles y acordaron que lo mejor era seguir el corte hasta una asamblea el próximo lunes a las ocho de la noche. Los contrarios no eran tantos, pero no cedieron ante sus mínimas diferencias en torno del día de despejar la ruta. Así fue que éstos quedaron divididos en tres. Sobre el escenario se recitaron las cuatro. Una mujer, la Acosta, leyó la de seguir con el corte. Aplausos y gritos, cantos y silbidos, parecía bien encaminada. Detrás, propusieron levantar el corte el 3 y evaluar el 5 cómo continuar; liberar el 5 de mayo a la mañana y luego reunir la asamblea a la noche después de haber escuchado al Presidente; y la que finalmente ganó, “levantar el corte mañana (por hoy) y esperar la presentación ante La Haya. Si no sucede entonces volver a la ruta en represalia. Si sucede, entonces venir el domingo a comer un buen asado”. La propuesta, pero sobre todo lo del asado, sacó aplausos.

Fue en ese punto de la asamblea en el que los convencidos activistas por la continuidad del corte –“hasta que saquen la papelera”, insisten– perdieron. Aceptaron que en lugar de votarse por las cuatro propuestas incluidos ellos, primero se los sometiera a un sí y un no que juntó a los del sí en una sola alternativa convirtiéndolos enseguida en mayoría. El modelo que han diseñado para sesionar, además del coordinador radical tiene dos veedores, dos señores mayores que son los que cuentan los votos, sin más sistema que el de la confianza que sus nombres y trayectorias ofrecen. Levantaron las manos los por el “sí”, con mayor densidad en el costado izquierdo de la hondonada, pero repartidos también en el derecho. Levantaron la mano los por el “no” a la suspensión del corte, con densidad mayor por el lado derecho. Debe decirse aquí que también con cierta diferencia generacional, entre la mediana y mayor edad de los por el sí, y la mayoritaria juventud de los del no. Evaluaba el asunto este maravillado ante el ejercicio democrático cuando se escuchó: “Momentito, que está bastante peleada”. Y a continuación: “Acá los veedores me dicen que nos vamos a separar. A la izquierda los que quieren levantar el corte. A la derecha los que no quieren levantar el corte”, dijo y la sorpresa fue más propia que de la masa, que inmediatamente, entre quejas de los del no, se fue separando como la yema de la clara.

Raro, pero el conductor o coordinador Moussoud dijo entonces, ante la multitud ya dividida: “Es imposible decir quién ha ganado la votación”. Los del costado derecho, los del no, se organizaron en hinchada y dispararon con dureza, de radical a vendido, no pararon. El se hartó y por el micrófono mandó: “¡Para que sepan, cuando ninguno de ustedes estaba en la asamblea yo fui designado coordinador y nadie sino la gente me va a sacar de acá! ¡Y para que quede claro nos vamos a ir, más atrás los por el sí, y más atrás los por el no!”, escupió, ya encabronado. Con inmediatez los del sí se atrincheraron dando dos pasos atrás, y volviéndose un grupo mas compacto, aunque también más numeroso. Los del no eligieron resistir con los cantitos, entre enojados y desconcertados. Desde el fondo algunas mujeres se acercaron a los gritos al escenario. Los camarógrafos y cronistas de TV aprovecharon para transmitir en directo desde arriba de la tarima y fueron echados. La Gendarmería exageró y armó una hilera de petisos de verde entre las mujeres gritonas y los vituperados. Los del sí, fuertes del lado izquierdo presionaban por lo suyo: “¡Hoy! ¡Hoy! ¡Hoy! ¡Hoy! ¡Hoy!”, gritaron. Ante los gendarmes, los del no chicanearon: “Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!”.

En medio del caos, el coordinador repitió las tres fechas para cortar: mañana, el miércoles o el jueves. Algunos del no se retiraron ofendidos hacia las carpas. Los del no que se quedaron decidieron votar por la del jueves que planteaba volver a hacer una asamblea a la noche para ver si se presentaron ante La Haya. La masa votó por entregar la ruta mañana (por hoy). Y los del jueves fueron muchos pero no alcanzaron. Terminaron los del no retirándose con los dientes apretados. Sentado a su cómoda playera, rodeado de pequeños grupos que discuten aún después del final sobre lo ya decidido, don Pablo Selene, ex mecánico de 83 años, comenta, haciéndole mimos a su mascota negra: “Pobrecita mi perra, primera vez que viene y le toca pesada. Je, je. Los argentinos tenemos sangre muy revoltosa, ¿viste? Somos medio conflictivos”.

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