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El país|Viernes, 9 de junio de 2006

Una identidad biológica que se confirmó con un manojo de cabellos

Las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaron a una nueva hija de desaparecidos. Por primera vez el estudio genético se hizo sin realizar una extracción de sangre. Un caso iniciado en 1984.

Por Victoria Ginzberg
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El centro de detención La Cacha, donde estuvo secuestrada María Elena Corvalán.

Un cepillo de dientes, toallas y algunos pelos que se encontraron en las sábanas. A través de esos objetos se confirmó la identidad de María Elena Corvalán y Mario César Suárez Nelson. Es la primera vez que se logra identificar a un hijo de desaparecidos luego de obtener el ADN por un método alternativo a la sangre. “Se hizo ante la negativa a la extracción. Además, de esta manera la persona involucrada no siente que está haciendo algo que puede perjudicar a quienes considera sus padres”, explicó a Página/12 un investigador judicial. La joven nació durante el cautiverio de su madre, aparentemente en la cárcel de Olmos. Aunque las Abuelas de Plaza de Mayo sospechaban desde hace más de veinte años que era una de sus nietas, recién ahora tienen la certeza.

María Elena Corvalán fue secuestrada el 10 de junio de 1977 en su casa de La Plata. Durante el operativo, que estuvo a cargo de represores de la Marina, fue asesinado su esposo, cuyo cuerpo nunca fue recuperado. María Elena, que estaba embarazada de siete meses, fue vista en el centro clandestino conocido como La Cacha, en las afueras de La Plata. La mujer fue sacada de ese sitio para dar a luz. Según suponen las Abuelas, la niña habría nacido en la cárcel de Olmos, que queda muy cerca del lugar donde funcionó La Cacha.

María Elena contó a sus compañeros de cautiverio que tuvo una niña a la que llamó Lucía. Su familia supo que el parto había sido por cesárea y que la beba había pesado 3,800 por un llamado anónimo realizado el 8 de agosto de 1977. Ese mismo día figura en la partida falsa de nacimiento de la hija de María Elena y Mario César, cuyo nombre actual y el de sus apropiadores no se publican por pedido de las Abuelas de Plaza de Mayo.

El organismo que preside Estela Carlotto busca preservar la identidad de la joven, ya que se trata de un caso que se está investigando desde hace más de veinte años. De hecho, las primeras pistas que conducían a estos apropiadores (O. A y M. L. D. M.) fueron recibidas por Abuelas durante la dictadura, a través de una denuncia que indicaba que el cantante de tangos y comerciante platense O. A. tenía una hija de desaparecidos que le había sido entregada en un capote militar.

La pareja fue investigada por la Justicia, pero mintió sobre el origen de la menor y sistemáticamente se opuso a que se realizara el análisis de sangre. Cuando la causa comenzó a moverse, el matrimonio se fugó a Paraguay, pero luego el hombre fue arrestado en La Plata y la mujer, en Asunción. Ambos fueron liberados tiempo después. El apropiador, además, fue sobreseído por “no hallarse probado el cuerpo del delito”. “Eso es un absurdo jurídico, porque fueron ellos los que siempre se opusieron a la pericia. Ahora estamos analizando las posibilidades de impulsar la causa”, señaló María Ester Alonso Morales, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo de La Plata.

En 2000 la jueza María Isabel Martirena ordenó que esta joven se hiciera la prueba genética e incluso la demoró en la Comisaría de la Mujer para que la medida se llevara a cabo de forma compulsiva. Pero ante la resistencia de la muchacha, Martirena desistió. El 31 de agosto del año pasado el juez Arnaldo Corazza accedió a un nuevo pedido de Morales para que se realizara el estudio de ADN. Las Abuelas pensaban que la joven podía ser Ana Libertad, hija del matrimonio de Héctor Baratti y Elena de la Cuadra. Pero sabían que, si no era ella, era otra nieta desaparecida.

Ante la negativa de la hija de María Elena Corvalán y Mario César Suárez Nelson a sacarse sangre, Corazza ordenó que se realizara un allanamiento en la casa de la joven y se recogieran algunos objetos personales. El operativo se realizó sin violencia y a partir del cepillo de dientes y pelos que estaban en las sábanas se pudo obtener el ADN.

“Esta vía se constituye como una herramienta válida para aliviar a los jóvenes del peso de la decisión de someterse a la extracción de sangre e igualmente respetar el derecho de los familiares, las Abuelas y la sociedad a conocer su verdadera identidad”, señaló la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo en un comunicado.

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