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El país|Domingo, 11 de junio de 2006
Realineamientos para 2007

¿Lavagna vs. CFK?

La eyaculación política precoz de Lavagna regocija al gobierno, donde crecen las perspectivas de que la candidatura presidencial corresponda a Cristina Fernández de Kirchner. Detrás del ex ministro también dieron un paso al frente Carrió, Macri y Menem, con lo cual sigue fragmentándose la oposición. Perspectivas de mínima y de máxima de Lavagna, cuya candidatura por ahora sólo tiene sentido para Duhalde y Alfonsín, o en un improbable escenario de catástrofe.

Por Horacio Verbitsky
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El lanzamiento electoral del ex ministro de Economía Roberto Lavagna y la desorientación que ha provocado en las ya confundidas fuerzas de la oposición entusiasman al presidente Néstor Kirchner. Si bien en público sostuvo que el candidato presidencial de su espacio político podría ser “un pingüino o una pingüina”, en diálogos más restringidos ha llegado a comunicar que él preferiría que encabezara la fórmula la senadora Cristina Fernández de Kirchner. Si bien es obvio que no hay decisión tomada, ni la habrá en lo que resta de este año, Kirchner está evaluando pro y contras y analizando qué haría él de producirse el relevo. Por lo pronto asegura que no aspiraría a ningún otro cargo electivo. Pero también descarta que CFK vaya a presentarse como candidata a la gobernación bonaerense. Si se da crédito a las reflexiones de Kirchner, a él le habría tocado enfrentar una situación de extrema dureza, política y económica, pero el próximo período requeriría de intervenciones más sutiles, tendientes a producir reformas institucionales que mejoren la calidad de la democracia argentina, para las que su esposa estaría mejor calificada. Desde que asumió, hace tres años, varias veces manifestó escepticismo por las condiciones en que se producen los segundos mandatos presidenciales. Pero nunca antes había expuesto con tanta precisión una hipótesis en la que la candidatura para 2007 no llevara su nombre sino el de su esposa.

Una impresión irrefrenable es que Lavagna saltó a destiempo del muelle y no llegó al bote. Detrás suyo se lanzaron al agua Elisa Carrió, Maurizio Macri y Carlos Menem, a quienes deben sumarse los probables tributarios de Macri Ricardo López Murphy y Jorge Sobisch. Las chances de cada uno dependerán de su capacidad de reagrupamiento. Si prevalecieran las diferencias entre ellos, postularían todos por separado, con la perspectiva de unirse en una hipotética segunda vuelta. Pero con la dispersión actual, no sería improbable que entonces CFK (o su esposo) se impusieran en la primera vuelta, para lo cual no precisarían más del 40 por ciento de los votos, con 10 de diferencia sobre la segunda fórmula. Si para impedir esa perspectiva algunos celebraran un acuerdo previo, el resultado tal vez no fuera diferente. Por poco que sume Menem, no hay incompatibilidad con Macri o Sobisch. En cambio un acuerdo Macri-Lavagna (u otro Carrió-López Murphy) producirían el fenómeno de la manta corta, que para tapar los hombros descubre los pies. El objetivo de mínima de Lavagna consistiría así en encabezar en forma nítida el pelotón y, eventualmente, forzar una segunda vuelta. Aunque perdiera, quedaría en mejor posición para 2011, con todo lo que estas especulaciones tienen de relativo, como lo demuestra el caso de Menem y su triunfo en la remota primera vuelta de 2003. El de máxima, de vencer al kirchnerismo, sólo tendría cabida en un escenario de catástrofe, que hoy no parece probable, salvo que fuerzas muy poderosas intenten crearlo.

Rebajes

Kirchner celebra que su ex ministro se haya apresurado, porque considera que esto da tiempo al gobierno, no de abortar su candidatura como sostuvo Lavagna sino de rebajarlo mucho antes de su proclamación formal. El decisionismo nestoriano necesita constituir un adversario y Lavagna se ofreció con cándido entusiasmo. Su asociación con el ex presidente Raúl Alfonsín y con el ex senador Eduardo Duhalde es un motivo adicional de regocijo en la Casa de Gobierno. Sólo faltaría que Menem se trepara al mismo vagón para completar la felicidad oficial, aunque el riojano parece demasiado aun para Duhalde y Alfonsín, lo cual ya es decir. Para los jubilados de Lomas y Chascomús, Lavagna es la ficha encontrada en el suelo que les permite volver a la mesa en la que, pese a sus habilidades con el mazo, habían perdido todo. Pero ¿cuál es el rédito para el ex ministro de Economía? La movida ha desconcertado incluso a varios de sus amigos personales y políticos. Entre ellos se cuenta el embajador en Washington, José Octavio Bordón, quien pasó por Buenos Aires hace pocos días. Aunque no sea un genio de la política, lo vivido le alcanza para advertir qué férreo abrazo pueden darle a su amigo los ex jefes bonaerenses. Tampoco entiende que se coloque como contendiente de Kirchner, pocos días después de haber dicho que no lo haría, arriesgando todo en el intento. Si Lavagna tuviera éxito y el gobierno que integró fracasara, es improbable que él lo sucediera. Quienes hoy lo ven como el mal menor, en ese caso buscarían una alternativa más afín. El único dirigente que anticipó en tres trimestres la decisión de Lavagna fue su predecesor en los gobiernos de Menem y De la Rúa, Domingo Cavallo: “Hay un pacto entre Alfonsín y Duhalde para llevar a Lavagna como candidato presidencial en 2007 si Duhalde hace una buena elección”, aseguró en septiembre del año pasado. El pequeño detalle es que la elección de Duhalde fue la peor de un peronista en 60 años y la de Alfonsín la peor de un radical en el doble de tiempo, condiciones en las cuales es tan notable que el plan no se haya modificado que induce a inquirir por qué.

Yo no fui

El viernes, Bordón negó en varias comunicaciones telefónicas haber concertado un encuentro entre Lavagna y el subsecretario de la Cancillería estadounidense a cargo de las relaciones con el Hemisferio Occidental, Tomas Alfred Shannon, como le atribuyó el matutino Clarín, que invocó fuentes del gobierno y de los bancos. Según la versión, el encuentro se habría producido durante la visita de Lavagna para asistir a un seminario del Fondo Monetario Internacional y explicaría tanto el lanzamiento de su candidatura como las andanadas que dispara en contra del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, la principal bête noire del gobierno estadounidense. Cualquiera sea la opinión que se tenga de Chávez, es obvio que no constituye un problema político para la Argentina sino para los Estados Unidos. Ni siquiera es claro el sentido de la oportunidad del ex ministro. El 30 de mayo, ante una audiencia de financistas, contrastó a Venezuela con Uruguay como componentes del Mercosur: a su juicio sería preciso reacercar al democrático gobierno oriental y mantener a distancia a “la patota” chavista. Pero los miembros del Mercosur acababan de firmar el protocolo de adhesión de Venezuela, en condiciones inmejorables para Montevideo y Asunción: por primera vez los países más grandes reconocen la existencia de asimetrías y establecen mecanismos de compensación en favor de los más pequeños. Venezuela aceptó la desgravación total e inmediata y el acceso efectivo a su mercado de los principales productos de exportación de Uruguay y Paraguay que, en cambio, dispondrán de mayor plazo que Brasil y la Argentina para la apertura de sus economías. Esto abre perspectivas exportadoras por un tercio de las actuales ventas argentinas, posibilidad sólo limitada por la capacidad productiva. Bordón comunicó a la Cancillería luego de la publicación de Clarín que hasta dónde él sabe, Lavagna sólo participó en una comida en la embajada con funcionarios de organismos internacionales y en otra organizada por Arturo Valenzuela, quien ocupó el actual cargo de Shannon pero durante la presidencia de Bill Clinton. Allí estuvo cerca del designado embajador en Buenos Aires, Antony Wayne, y de Carla Hill, ex representante norteamericana para las negociaciones comerciales durante la presidencia de George Bush padre.

El ultimátum

El gobierno tampoco considera casual que Lavagna haya plantado su bandera cuando están por comenzar los juicios contra militares y policías acusados por crímenes contra la humanidad; las empresas formadoras de precios recelan del novedoso interés oficial por conocer las cadenas de valor de los principales productos; el jefe de la Iglesia, cardenal Jorge Bergoglio, intenta dar alguna coherencia a sectores tan diversos, sólo unidos en su aversión a Kirchner, y se pone de nuevo en funcionamiento la Mesa de Diálogo que Duhalde, Alfonsín y los empresarios devaluacionistas usaron para tumbar a De la Rúa. Esta historia comenzó antes que la presidencia de Kirchner. El 5 de mayo de 2003, durante un desayuno en la casa de Alberto Fernández, el entonces subdirector del diario La Nación José Claudio Escribano presentó al candidato un pliego de condiciones, reminiscente de aquel que el ex dictador Alejandro Lanusse trató de imponerle a Juan D. Perón en 1972: alineamiento incondicional con los Estados Unidos, reivindicación de las Fuerzas Armadas y cierre de todas las causas por la Corte Suprema de Justicia (cosa que ya habían acordado Duhalde y Alfonsín con el entonces jefe del Ejército Ricardo Brinzoni); acercamiento con los empresarios, condena a Cuba por violaciones a los derechos humanos y medidas excepcionales de seguridad. “Ocurre que usted y yo tenemos visiones distintas del país”, respondió Kirchner. Escribano hizo público el ultimátum en su columna del jueves 15, en cuanto se supo que Carlos Menem no se presentaría a la segunda vuelta: “la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”, escribió. Atribuyó la frase a un amenazador ente genérico que denominó “Washington”. Ese indisimulado llamamiento golpista lo habría formulado alguien que el columnista no se tomó el cuidado de identificar, durante una reunión del Council of Americas. Escribano se jubiló este año, pero el pliego de condiciones sigue vigente y el tono de las columnas del matutino sugiere que los tiempos se aceleran.

Capitalismo de amigos

En cuanto a la rudeza de los métodos nadie se queda atrás. Lavagna atribuyó al gobierno una publicación del diario de negocios de Daniel Hadad, Infobae, según la cual el 71 por ciento de las desgravaciones impositivas otorgadas según el régimen de promoción de inversiones establecido por la Ley 25.924/04 fueron para clientes de la consultora del ex ministro, Ecolatina, donde aún trabaja su hijo, Marco Lavagna. Esos 977 millones de pesos sobre un total de 1380 millones, favorecieron a Aceitera General Deheza, Acindar, Alpargatas, Aluar, Basso, Celulosa Argentina, FATE, Las Marías, Siderar, Siderca e YPF. La nota agrega que aunque el segundo llamado no había concluido, antes del alejamiento de Lavagna se aprobaron todos los proyectos de clientes de Ecolatina y que el coordinador de evaluación, ingeniero agrónomo Carlos José Kadich, fue designado luego de eso como Director Nacional de Industria, cargo que perdió hace pocos días. Como respuesta a la frase de Lavagna sobre “el capitalismo de amigos”, no carece de gracia, aunque resulta imposible omitir que ese régimen promocional fue sancionado y los beneficios otorgados bajo el actual gobierno. El descargo del ex ministro (vendió la consultora a su amigo Alberto Paz hace cinco años y no todos esos clientes lo eran en el momento de la aprobación de los proyectos) cubre el aspecto legal, pero deja abierto el flanco político, que interesa a Kirchner. Por encima de la pugna entre ambos, esa ley es objetable más allá de los negocios particulares que pueda haber permitido. Así lo analizó un estudio conjunto de la Federación de Trabajadores de la Industria (Fetia) y el Area de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), que se publicó en esta página antes de la ruptura de Lavagna con Kirchner. Según el trabajo, en su primer año de aplicación, derivó en:

- altísima concentración. Los diez primeros proyectos aprobados consumieron el 96 por ciento de los beneficios concedidos;

- un solo proyecto internalizó más de un 62 por ciento de los subsidios fiscales (la propuesta de ampliación de la capacidad productiva presentada por Aluar);

- los beneficiarios fueron un número reducido de grandes firmas exportadoras, con altos niveles de productividad y de competitividad internacional que están entre las principales favorecidas por el modelo de dólar alto (Aluar, Siderar, Peugeot-Citroen, Cargill, Siderca, Louis Dreyfus, YPF, Fate, Volkswagen, Aceitera General Deheza, General Motors);

- a favor del nuevo entorno de negocios que se ha conformado en el país (encantadora expresión que usó Lavagna para justificar ese régimen, que inicialmente estaba destinado a pymes pero él extendió a los grandes jugadores), muchas de estas compañías mejoraron en forma notable su desempeño económico, con utilidades sobre ventas que en 2004 llegaron al 22,8% (Aluar); 25% (YPF), 28,5% (Siderca) o 37% (Siderar), mientras las cien firmas de mayores ventas del sector manufacturero no pasaron del 8% en promedio. El Estado subisidió así inversiones que igual se hubieran realizado;

- gran parte de los proyectos generarán muy pocos empleos, lo cual hace que el promedio de subsidio por persona ocupada sea muy alto: apenas 3900 puestos de trabajo, a un costo fiscal promedio de 283.495 pesos cada uno. El caso extremo es Aluar, con 3,4 millones de pesos por cada nuevo puesto de trabajo.

Tales montos, dice el estudio de Fetia/Flacso, podrían haberse destinado a financiar a otros sectores, a poner en marcha un plan estratégico de reconstrucción industrial y/o a encarar una redistribución progresiva del ingreso. “En una estructura manufacturera caracterizada por un muy elevado grado de concentración económica, parecieran requerirse instrumentos más afinados para no terminar beneficiando a grandes empresas y grupos económicos que pese a dominar sectores clave de la actividad económica son reticentes a invertir en el nivel nacional a menos que cuenten con la invalorable ayuda del Estado”, concluye.

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