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El país|Jueves, 27 de junio de 2002
EL ASESINATO DE SANTILLAN, UNO DE LOS MUERTOS DEL DIA

Lo mataron mientras auxiliaba a otro

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La policía, que actuó sin ningún tipo de límites, no denunció haber tenido ni un herido de bala.
“Estábamos escondidos en la estación de Avellaneda cuando la policía entró tirando balas de plomo y gases. En ese momento un compañero cayó herido, y entonces Darío nos dijo `ustedes vayan’, se quedó arrodillado asistiendo al pibe y ahí recibió un balazo.” Así relató Pablo Solana la muerte de su amigo Darío Santillán, uno de los dos piqueteros asesinados ayer durante la represión. Tenía 21 años y trabajaba en una fábrica de ladrillos comunitarios del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Lanús (integrante de la Coordinadora Aníbal Verón).
Cuando comenzó la represión policial en el Puente Pueyrredón, los desocupados del MTD comenzaron a correr por la avenida Pavón y al llegar a la estación de Avellaneda, Santillán y un grupo de mujeres buscaron refugio allí. “Vayan, vayan, que yo me quedo”, dijo, y se quedó arrodillado al lado de un compañero herido. Esa fue la última vez que lo vieron con vida. Los amigos que participaron en el reconocimiento del cadáver ayer por la noche, aseguraron que tenía un balazo en el coxis. “Nos dijeron que el disparo le perforó una vena importante o una arteria”, comentó Solana ayer. Santillán, que militaba en la organización piquetera desde el 2000, trabajaba en una blockera comunitaria que abastece de ladrillos al barrio, y también estaba construyendo junto su hermano una casa propia en el barrio La Fe, un humilde asentamiento formado por casas de chapa y material.
A sólo dos cuadras del lugar donde Santillán estaba edificando su casa, vive Juan Arredondo, otro integrante del MTD del barrio con un largo historial de agresiones y “aprietes” policiales. El 15 de abril, mientras participaba de un piquete frente a la Municipalidad, Arredondo fue baleado por un agente del Servicio Penitenciario que, según los piqueteros, tiene una relación con el intendente Manuel “Manolo” Quindimil. En aquella ocasión, tal como relató el desocupado a Página/12 la bala entró por el costado derecho del tórax, atravesó un pulmón y salió por la espalda, a centímetros de la columna aunque sin tocar la médula: se salvó de milagro. Ayer, el piquetero participó de la movilización y volvió a recibir un disparo, pero esta vez en una de sus piernas. Arredondo es albañil, tiene esposa y un hijo, y es el encargado de los proyectos productivos que la organización piquetera tiene en Lanús. Luego de los enfrentamientos fue arrestado por la policía, transportado a la Comisaría Primera de Avellaneda. Pero debido a la herida en su pierna, fue trasladado al Hospital de Wilde.
Carlos, un piquetero del MTD de Solano, no quiso dar su apellido a Página/12 por miedo a represalias. Tanto miedo tuvo ayer, que luego de los incidentes, y a pesar de haber sido baleado en la pierna derecha, no quiso acudir al hospital porque “allá estaba esperando la policía”. “Apenas comenzó la represión yo estaba adelante y pude ver a dos policías de uniforme que nos disparaban con armas 9 milímetros. Uno de los tiros me atravesó la pierna”, comentó anoche con voz temblorosa desde su casa.
“El trayecto desde la estación Avellaneda hasta Gerli fue una verdadera cacería humana, nosotros retrocedíamos y ellos nos embestían con autos y nos disparaban balas de plomo, realmente corríamos para salvar la vida”, agregó. De la persecución no se salvaron ni las mujeres, e incluyó camiones hidrantes y helicópteros.
“En un momento la policía logró acorralar a un grupo de compañeros en un galpón”, comentó Carlos, quien logró esconderse en una casa vecina, desde donde observó la escena. “Los pusieron boca abajo, les dijeron: `Ustedes son piqueteros, pero nosotros somos Dios, si queremos los matamos a todos ahora mismo.’” Según el relato los agentes comenzaron a torturar psicológicamente a los detenidos, disparándoles balas de goma que rebotaban a centímetros de los cuerpos tendidos. Finalmente el desocupado logró llegar a la estación de Gerli y se trasladó a Solano, donde le aplicaron los primeros auxilios. Carlos es administrador de empresas y psicólogo social, pero admite que “ni con estudios logro conseguir trabajo, y últimamente vivo de la caridad de los vecinos del barrio”.
Informe: Alejandro Gaggero.

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