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El país|Miércoles, 21 de junio de 2006

El Círculo Militar tuvo su día de gloria in memoriam con un uniforme

La promoción ’76 del Ejército homenajeó a los “muertos por la subversión”. Cecilia Pando se regodeó en el acto. El único uniformado, Andrés Fernández Cendoya, fue citado por Defensa.

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El coronel Andrés Fernández Cendoya fue citado anoche por el jefe del Ejército, Roberto Bendini.

“No podemos dejar que se desconozcan los hechos hasta el punto en que la Justicia sea una burla”, arengó ayer el presidente de la promoción 76 del Ejército, coronel retirado Daniel García, el mismo día que comenzó el juicio al represor Miguel Etchecolatz. Con un mayor cuidado de las formas –esta vez no hubo agresiones a la prensa– el homenaje compartió el mismo contenido del acto del 24 de mayo en Plaza San Martín: la reivindicación del terrorismo de Estado bajo la máscara del homenaje a cuatro “víctimas de la subversión”. “El señor Etchecolatz no hizo más que cumplir con su deber. Ese juicio es injusto”, opinó entre el público Beatriz de Farjat, que llevaba el pin de la Asociación Memoria Completa. Junto a ella, la mediática Cecilia Pando sonreía (ver aparte). Por su parte, el coronel Andrés Guillermo Fernández Cendoya, de impecable uniforme en el acto, fue citado “a consulta” por el jefe del Ejército, Roberto Bendini.

En el patio del señorial edificio del Círculo Militar, el homenaje tuvo la rigidez y la parsimonia de los actos militares. “Hoy no va a haber nadie de uniforme”, se congratulaban dos ancianas, luego de las sanciones que recibieron los seis militares en actividad y retirados por participar del acto en Plaza San Martín. Entre el público, se pudo ver al ex funcionario cavallista Horacio Liendo, hijo del ministro de Trabajo de Jorge Rafael Videla. “Vi que me mirabas, así que anotá bien mi nombre: coronel Andrés Fernández Cendoya, del Ejército Argentino”, dijo a Página/12 el único hombre de uniforme entre los cientos de sobretodos de porte castrense. Se trataría de un familiar del general de brigada Andrés Jorge Fernández Cendoya, que murió en un atentado de Montoneros a la Subsecretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa en 1976.

–¿En actividad o retirado? –preguntó este diario.

–Nnnnno sé... –contestó el militar que luego fue citado por Bendini.

Para despegarse de los incidentes del 24 de mayo, los organizadores fueron pulcros hasta la paranoia. “No debe descartarse la presencia de provocadores que intenten desvirtuar el acto”, se espantó al iniciar el homenaje el secretario de la promoción 76, coronel retirado Eduardo Braca, a quien acompañaba el titular de Círculo, general retirado Roberto Domínguez. “A efectos de evitar falsas interpretaciones, la promoción 76 deja constancia de que tiene como única finalidad recordar a nuestros camaradas víctimas de la agresión subversiva”, aclaró.

Después de la tensa advertencia le tocó hablar al padre Alejandro Bertolini, hijo de uno de los egresados de la promoción. Morocho, de barba, era el único de los oradores que tenía menos de 60 años. “Nuestro pueblo se está desangrando por las peleas de las verdades parciales. Mostremos la grandeza que siempre caracterizó al Ejército y más aún a la promoción 76: pidamos la reconciliación”, dijo, entre líneas del Evangelio de San Juan. La presentadora leyó luego una carta supuestamente escrita por el nieto de uno de los “muertos por la subversión”.

Flaco, alto, trajeado y con gomina, el coronel García empezó su discurso con una frase que está grabada en la entrada del Edificio Libertador: “Ellos murieron para que la patria viva”, citó. “Su sacrificio iba a servir para que nuestra descendencia viviera en un país pacificado. Hoy nos encontramos con una realidad distinta, que nos rebela. Debemos contenernos ante tanta irracionalidad, ante una tormenta de locura que empaña la luz de la razón”, sostuvo García, en velada alusión a la política de derechos humanos del Gobierno, y pidió “ayudar a los jóvenes” a entender “esa época de locura”. Su discurso estuvo cargado de alusiones a la “irracionalidad” y el “tiempo de subjetividad antihistórica”.

“Nadie puede vivir entre tumbas y muertos revividos: no lo hubieran permitido nuestros cuatro camaradas. La patria grande se construye renunciando a la venganza, porque ocultar una parte de la verdad también es mentir”, remarcó García, mientras le temblaba la mandíbula, y criticó la “verdad oscurecida por la conveniencia de quienes así tratan de presentarla”. El público comenzó a aplaudir, pero se refrenó rápidamente, por si quedaba desprolijo.Los familiares de los cuatro militares se acercaron al palco a descubrir la placa, que fue bendecida por el padre Bertolini. “Muertos por la subversión”, se leía y recordaba al general de brigada Cesario Cardozo, los coroneles Arturo Carpani Costa, Ricardo Muñoz y Jorge Grassi. Cardozo era el jefe de la Policía Federal designado por Videla. Una militante de Montoneros, Ana María González, de 18 años, logró colocar una bomba bajo su cama. Grassi y Carpani Costa murieron en dos acciones del PRT-ERP.

En rigor, Muñoz no murió ni en un atentado ni en un enfrentamiento. Era el comandante de la V Brigada de Infantería de Tucumán, cuando comenzó el Operativo Independencia, con el que el Ejército inauguró el primer centro clandestino de detención de la Argentina: la escuelita de Famaillá. Muñoz murió con otros diez militares cuando el avión que lo transportaba se estrelló accidentalmente en Tafí del Valle. Cuando terminó el acto, con una sonrisa socarrona, dos ex militares comentaron complacidos: “Esta vez no hubo ni lío ni trompadas”.

Informe: Werner Pertot.

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