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El país|Viernes, 28 de junio de 2002
UNA MULTITUD SE MOVILIZO CUESTIONANDO LA MASACRE Y DESAFIANDO AL GOBIERNO

Miles de gargantas contra la impunidad

El Gobierno intentó meter miedo con declaraciones. Pero piqueteros, partidos de izquierda, asambleístas y estudiantes produjeron, tomando en cuenta la urgencia y el clima de miedo, una movilización espectacular.
Fue ejemplar y masiva. Los cánticos, las lágrimas, los relatos, las anécdotas un atardecer pleno de sentido.

Por Martín Piqué
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Duhalde fue sindicado por la multitud como el principal responsable de la masacre de Avellaneda.
“A vos te queda poco/ Duhalde botón”, se entusiasmaba en corearle la multitud.
La ciudad, por un día, se volvió piquetera, gritó su furia y expresó su indignación por los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Costeki. Desocupados, trabajadores, estudiantes, asambleístas y militantes de partidos políticos marcharon hasta la Plaza de Mayo en repudio a la represión policial. La multitud superaba las 12.000 personas, y recorrió las 15 cuadras desde el Congreso cantando consignas contra el Gobierno y la policía. Los desocupados del Bloque Piquetero Nacional, de la Corriente Aníbal Verón de La Plata, del Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados (MIJP) y de Barrios de Pie fueron los primeros en entrar a la plaza. Lo hicieron en medio de aplausos y gritos de la gente que esperaba en las veredas de la avenida de Mayo: “¡Piqueteros, carajo!”, cantaron entonces, por primera vez juntos, desocupados del Conurbano y vecinos porteños de clase media.
La protesta fue convocada el miércoles a último momento, urgida por la noticia de los crímenes de Santillán y Costeki. A pesar de eso, tuvo una respuesta multitudinaria, que llenó la plaza hasta el Cabildo, ocupó la calle Rivadavia y se extendió más de tres cuadras sobre la avenida de Mayo. La izquierda movilizó las columnas más numerosas, aunque las asambleas barriales de Capital y Gran Buenos Aires y los estudiantes de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) también aportaron una gran cantidad de manifestantes: los asambleístas se ubicaron sobre Rivadavia y la ocuparon casi en su totalidad, mientras que los universitarios llegaron todos juntos, cantando consignas del Cordobazo.
Delante de todo, sobre las vallas, estaban las organizaciones que realizaron el corte de ruta sobre el Puente Pueyrredón. Rostros duros y cansados, y banderas del Bloque Piquetero Nacional, MIJP, CTD Aníbal Verón y Movimiento Barrios de Pie. Algunos de los manifestantes aún tenían en su memoria el ruido de los disparos y el olor del gas. Por eso, algunas lágrimas corrieron cuando entraron en la Plaza y escucharon el recibimiento que les prohijó la muchedumbre dispersa por los alrededores. Mezcla de rabia y emoción, una piquetera con la pechera amarilla del MIJP lloraba sin disimulo. A su alrededor, la gente vivaba a los piqueteros. Pero todavía seguía llegando gente desde el Congreso.
“A vos te queda poco/ Duhalde botón”, coreaba (al son de “Me vuelve loco tu forma de ser”) la movilización mientras avanzaba por la avenida de Mayo al 500. Varios curiosos que miraban desde las veredas –era justo el horario de cierre de oficinas– se fueron animando de a poco. Al final se prendieron al cantito. A algunos les jugó una mala pasada el pasado reciente: un estudiante de periodismo, sin quererlo, se escuchó gritar “A vos te queda poco, Chupete botón”. Se acordó del 20 de diciembre, como varios de los que estaban ahí, y rápidamente se corrigió.
Pero las dos jornadas que terminaron con el gobierno de Fernando de la Rúa fueron una cita obligada. Los motoqueros del Simeca volvieron a manifestarse con bocinazos y banderas, como en aquellos días de diciembre. Y en la esquina de avenida de Mayo y Chacabuco, frente al banco HSBC, homenajearon a Gustavo Benedetto, que cayó asesinado en ese lugar por una bala de la Policía Federal. A pocos metros de allí, esperaban los organismos de derechos humanos con un pasacalle que parecía creado para la ocasión: “Juicio y castigo a los represores de ayer y hoy”, decía la pancarta que sostenían Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
Entre el gentío que avanzaba lentamente se veían banderas argentinas cruzadas por una franja negra, por el duelo, y carteles que recordaban a las víctimas del gatillo fácil de los últimos tiempos: un asambleísta de Floresta, por ejemplo, llevaba un cartel con las fotos de Christian, Maxi y Adrián, los tres jóvenes asesinados por un ex policía en un drugstore de la avenida Gaona. La bronca contra las fuerzas de seguridad se notaba en la mayoría de los cantitos que se escucharon en la marcha. “La sangre delos caídos es rebelión, vas a ver, vamos a llenar de ratis el paredón”, gritaba un grupo de militantes, la mayoría jóvenes.
El diputado Luis Zamora se sumó a la movilización en el Congreso, cuando la marcha aún no se movía. Rápidamente fue rodeado por periodistas, y un grupo de curiosos comenzó a gritar: “Se siente, se siente, Zamora presidente”. A metros de allí se encontraban Alicia Castro y Alfredo Villalba, del Frente para el Cambio, que no descartan armar un “frente programático” con el legislador que parece convertirse en un líder moral al estilo de Emile Zola en el caso del capitán francés Alfred Dreyfus.
Como se esperaba, todos los partidos de izquierda respondieron a la convocatoria. Una de las columnas más nutridas fue la del Partido Obrero, pero el MST y el PC, los dos socios de Izquierda Unida que movilizaron a una buena cantidad de gente. Otras fuerzas menores, el socialismo libertario, la Liga Socialista Revolucionaria, Democracia Obrera, acompañaron con menos manifestantes pero muchas banderas rojas. La desconcentración fue pacífica y ejemplar, como todo el acto.
Para llegar al Congreso, los manifestantes que venían de la provincia tuvieron que sortear varios retenes policiales. En la estación Once, la Policía Federal revisó los bolsos que le parecían sospechosos. “La estación estaba repleta de policías y guardia de infantería”, contó David, miembro de la asamblea de Padua. Hechos similiares se vivieron en Constitución. En Avellaneda, cinco piqueteros de la Aníbal Verón, compañeros de Santillán y Costeki, fueron demorados por la Bonaerense en la plaza Alsina. Y en la estación de Liniers, fueron detenidos más de 30 militantes de Izquierda Unida, que a las once de la noche aún seguían detenidos en la comisaría 44.
Al final de todo marchó la columna de la CTA, de más de tres cuadras de extensión, que llegó en último lugar. Durante todo el día, el consejo directivo de esa central discutió si concurrir o no a la protesta. Al final, marchó una parte del aparato y el secretario general, Víctor de Gennaro, participó de la movilización. En cambio, al dirigente piquetero Luis D’Elía –enfrentado con las organizaciones que realizaron el corte en Avellaneda– no se lo vio por la plaza.

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