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El país|Domingo, 9 de julio de 2006
EL PROTAGONISMO DE LOS GOBIERNOS EN LA REGION

Es la política económica, gilazo

Los cambios de escenario y las innovaciones en la política exterior. El Mercosur, ese Lázaro. Qué “compra” el precio del gas. Un caso de discriminación positiva. Las zonas oscuras de la política energética argentina. La relación con un conspicuo hincha de la Selección.

Por Mario Wainfeld
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Esta semana fue en Caracas, en unos días la cofradía de presidentes itinerantes se verá las caras en Córdoba. Los gobernantes de la región multiplican los contactos cara a cara, las reuniones “Estado con Estado” proliferan y no son ceremonial hueco. La política económica vuelve a tener como sujetos protagónicos a los gobiernos en el contexto de la crisis del paradigma que se adoptó (ay) a menudo con la anuencia de los pueblos. En un marco peliagudo de condiciones objetivas, los representantes políticos recuperan iniciativa y protagonismo. Es un hecho irrefutable, al que todos deben atenerse. La respectiva interpretación puede variar según la ideología del portador. La pulseada entre política y mercado parece más pareja en lo que va de este siglo.

La incorporación de Venezuela como socio pleno demostró el apresuramiento (no inocente de intención ideológica) de quienes habían decretado la extremaunción del Mercosur. Venezuela es un país de rango intermedio según su PBI y está dotado coyunturalmente de una enorme capacidad financiera.

La perspectiva de una integración regional signada por la cooperación y catalizada por la producción energética no es una utopía, aunque sí un objetivo todavía lejano. Está supeditado a la convergencia de varios factores: destreza de los dirigentes, la aprobación de los ciudadanos de muchos países, el mantenimiento de la gobernabilidad en todos ellos y la conservación de las tendencias económicas de los últimos años. Casi nada.

Luz de gas

El megagasoducto del Sur, comentan en el Ministerio de Infraestructura, no ha muerto pero demorará más su nacimiento. Una comisión permanente trabaja en Caracas, la componen tres representantes de cada uno de los cuatro países involucrados directamente en el proyecto: Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela. Lo suyo será diseñar la “ingeniería conceptual” para realizar la alambicada traza que tendrán las cañerías. También será necesario un tratado cuatripartito que consolide la institucionalidad del proyecto. En las voluntaristas tiendas del kirchnerismo se da por hecho que el gasoducto será una realidad pero nadie aventura que la obra esté terminada antes de 2017.

Para el entretanto, lo que se ha acordado son dos gasoductos menos hiperbólicos, el que conecta a Venezuela con Fortaleza, al norte de Brasil. Y el Gasoducto del Noreste Argentino que, de plasmarse, será la prueba tangible de que ha avanzado la integración de nuestro país con Bolivia. Ese gasoducto podrá tener un tramo especial para desviar combustible al Uruguay. Y también servirá, de modos variopintos, para abastecer a Chile y (quién le dice) a Rio Grande do Sul.

El comercio de los combustibles es una viga de estructura de un proyecto político ambicioso dotado de enorme dinamismo pero que sigue en su etapa germinal. El acuerdo de compra de gas a Bolivia es (debe ser) una parte de ese proyecto. El precio que se paga es un elemento importante pero debe medirse asumiendo que lo que se desea “comprar” (valgan las comillas) es desarrollo compartido, estabilidad y viabilidad de las democracias de este Sur. Es equivocada, si no es malévola, la indignación de quienes recriminan al Gobierno haber sido más transigente en el regateo con los bolivianos que lo que fueron en su trato con acreedores públicos o privados del primer mundo. Sin que eso importe ratificar el valor que se cerró, la discriminación positiva en pro de Bolivia es políticamente acertada en función de la relación que se busca establecer con la contraparte, que es la conformación de un bloque regional.

En el Gobierno se asegura que el precio fijado de 5 dólares por millón se BTU de gas es “razonable”, que no perjudica a Brasil en sus tratativas aún inconclusas, pues le fija un término de referencia razonable, una suerte de techo. A la chita callando, el oficialismo va abriendo el paraguas para cuando, antes de diciembre, se estipule un nuevo valor que (nadie lo asume en voz alta, nadie se indigna en voz baja ante la mención) no bajaría de 6 dólares.

Ya se dijo, el precio no es un factor a despreciar pero su polinómica es mucho más compleja que la de una transacción entre particulares pues hay muchos bienes y valores en juego.

Con las reservas del caso

Los gasoductos, las compras directas a Bolivia, un acuerdo entre Enarsa y PDVSA para explotar yacimientos en la cuenca del Orinoco le dan a Argentina un horizonte previsible de incremento del volumen de las importaciones de energía. Para el Gobierno eso es un aliciente que deja expuesto un flanco vulnerable, la carestía de reservas propias.

La suicida política energética del peronismo de los ’90 (capítulo ominoso en la que la actual cúpula gubernamental fue aliada objetiva del menemismo) dejó a Argentina en un nivel de insólita debilidad. La cultura extractiva y rentística de las petroleras foráneas (cuyo adalid es Repsol YPF, hincha asumida de la Selección Nacional de fútbol) completó el desaguisado. Julio De Vido y Néstor Kirchner coinciden en una esperanza que va a contramano de la experiencia más cercana: suponen que Repsol, ahora sí, se dedicará a la exploración destinando los 2000 millones dólares que comprometió con los gobiernos argentino y español. La cooperación de la administración de Rodríguez Zapatero sería un acicate esencial para ese cambio copernicano de actitud frente al riesgo empresario. Como lo cortés no quita lo valiente, el Gobierno no abandona la urdimbre de planes B que incluyan un desembarco estatal o de “empresarios nacionales” en Repsol, cuando ésta haga “cash off” y venda un alto porcentaje de sus acciones, como anunció antes del Mundial que tan dignamente disputaran sus muchachos albicelestes.

Las tratativas desde afuera y en minoría con la gran empresa extranjera, su sensación de ser un petiso jugando un partido de la NBA, confirman al oficialismo su actual convicción: la actividad energética debe tener como sujetos activos a los gobiernos. “De Vido –cuenta un contertulio de la mesa chica– estuvo en Ecuador reunido con el presidente Alfredo Palacio. Este le dijo que está dispuesto a negociar con Argentina pero sólo a través de una empresa estatal. Así que Enarsa no es un dibujo como decían los liberales”, se entusiasma y añade que la energética estatal ya es la segunda o la tercera distribuidora de gas dentro del territorio nacional.

Ecuador, dicho esto como nota al pie, exporta petróleo pero debe comprar nafta porque carece de recursos para refinarla. En un escenario nuevo subsisten realidades añejas que figurarían en un manual Lerú de cualquier historiador revisionista.

Pero volvamos a Caracas.

A seducir mercados, chico

Kirchner plasmó con Hugo Chávez el bono sur, del que venían platicando desde hace largo tiempo. Es una incursión de nuevo cuño en los mercados financieros, en la que los países emergentes no toman crédito de los mercados sino que entran con manejo propio. Si las primeras emisiones de los ingeniosos bonos tienen buena acogida de los mercados, será hora de preguntarse si Chávez es efectivamente el cuco que proponen ciertos comunicadores o si las reglas de la economía son un poco más materialistas que lo que ellos proponen. Hagan sus apuestas y no se dejen llevar por prejuicios, si aspiran a ganar.

El cónclave de Caracas incluyó exhortaciones de Chávez, Kirchner y Lula a Evo Morales para que analizara la incorporación de Bolivia al Mercosur como socio pleno. La movida parece hoy por hoy remota pero algunos integrantes de Cancillería intuyen que puede haber un “gesto” del presidente indígena en Córdoba, lo que le daría a esa cumbre un tono menos desangelado que el que suelen tener esas cumbres del Aladi.

Otro factor que podría inyectarle encanto sería la presencia de Fidel Castro por sus implicancias históricas, simbólicas y aun mediáticas. Con Fidel o sinmigo, se están dando toques finales a un amplio acuerdo comercial entre el Mercosur y Cuba. Es la intención de los gobiernos argentino y brasileño firmarlo en Córdoba e instalar una interpretación: presentar ese pacto como la ruptura institucional del bloqueo a la isla, decidida de consuno por los líderes políticos de la región.

Espejito, espejito

La autoestima del Gobierno es riesgosamente elevada y no sólo en lo atinente a materias de cabotaje. La resurrección del Mercosur, nadie se priva de señalarlo en la Rosada o en Cancillería, vino a producirse durante la presidencia pro tempore de Kirchner, que está orillando su fin. Antes de que eso ocurra, y del encuentro de Córdoba el presidente, aún investido de ese rol regional, visitará Paraguay en otra señal de acercamiento a uno de los socios pequeños y ofendidos del Mercosur. En Caracas, Argentina y Brasil bregaron con éxito para que Venezuela les reconociera a Uruguay y Paraguay preferencias comerciales que mejoraran la ecuación económica de los hermanos menos potentes y que paliaran su sensación abandónica. La preocupación por incluir a Bolivia se orienta en igual rumbo reparador de desaprensiones pasadas.

Acá nomás, en La Haya

La controversia con Uruguay es un lunar espantoso en medio de esa realidad estimulante. La inminencia de una decisión de la Corte de La Haya sobre la medida cautelar pedida por la representación argentina debería ser el disparador de instancias negociadoras menos caprichosas y rencorosas que las de los últimos meses. El abrazo de Kirchner a su colega Tabaré Vázquez buscó romper el hielo. El presidente uruguayo, dicen testigos presenciales, se conmovió y produjo un gesto privado de reciprocidad. Tuvo informado on line a Kirchner acerca de los avances de la búsqueda del profugado represor uruguayo Gilberto Vázquez Bisto, verdugo de la nuera de Juan Gelman, requerido por la Justicia argentina. Un encuentro no tan reservado de Cristina Fernández de Kirchner con el jefe de gabinete uruguayo, Gonzalo Alvarez, fue un aporte en el mismo sentido.

Cuando la política se centraliza tanto en protagonistas individuales esas gentilezas multiplican su significación. De cualquier modo, la buena voluntad es la condición necesaria pero no suficiente para salirse del entuerto vía la decisión política.

En el gobierno argentino computan como elementos a favor el cambio de la cúpula empresaria de la pastera española ENCE. Las nuevas autoridades, refieren en el Palacio San Martín, se azoraron cuando vieron la cercanía entre su planta y la de Botnia. “Los problemas de Botnia, sea con su dotación de trabajadores uruguayos, sea en la cotización de sus acciones que andan mal, también ayudan para acercar posiciones, resume un estratega de Cancillería.

Si existe una distensión y se cuenta con tolerancia de ENCE, Argentina volvería a la carga con su moción de relocalizar las plantas, un planteo con escaso plafond del otro lado del río.

Tolerancia for export

La política exterior, así mirada, es una de las áreas que contiene más innovaciones, más creatividad y más rupturas respecto del pasado. Un espacio abierto a la creación política que tiene severos límites pero que dispone de la formidable capacidad de alterar los escenarios existentes.

Todo es especialmente novedoso, máxime para un país que renunció a la política monetaria, lo que limitó su capacidad de gobernar su política económica y luego su política, tout court.

Desde luego la decisión política es condición necesaria pero no suficiente para hacerse cargo de las exigencias de la coyuntura. Los riesgos acechan por doquier. Uno de los mayores es que los objetivos nacionales deben implementarse en consorcio con la actividad privada que es al mismo tiempo imprescindible y depredadora. La capacidad (y hasta la propensión) del sector privado para corromper gobernantes y para desviar los fines de las iniciativas conjuntas es una añeja tradición en la región, tanto como los afanes de libre determinación de los pueblos.

De cualquier modo, el juego se está disputando y su final es abierto. Sería de muy mala onda hacer la cuenta de cómo va el score en el partido entre esas fuerzas y las que buscan el bien común. Más vale proponer un dato que induce al moderado optimismo. En el aprendizaje que significa moverse en un escenario nuevo, la primera línea del gobierno argentino fue entendiendo que las premisas de sus socios son distintas a las propias. Que diversas son las demandas de las respectivas sociedades, sus premisas culturales, sus sistemas políticos. “Entender a Lula, a Hugo, a Evo” es una frase que se hizo cada vez más frecuente. Entender las motivaciones de quienes comparten objetivos comunes pero también tienen pertenencias e intereses disidentes es un valor notable que (a tientas) parecen haber incorporado a su bagaje muchos funcionarios relevantes.

Una sana costumbre, que no es usual repetir en el mercado doméstico, tal como se comenta en la otra nota que luce en estas mismas páginas.

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