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El país|Domingo, 16 de julio de 2006
REALIDADES Y VIRTUALIDADES DE LA CUMBRE DEL MERCOSUR

No olvidaré cuando en tu Córdoba te vi

Lo que el Gobierno considera ya ganado para la cumbre. Lo que suma Venezuela. Bolivia, un bonus anhelado pero improbable. La casquivana relación con Brasil. Y la de los grandes con los chicos. Gestos y aportes institucionales contra el aislamiento y las asimetrías. Los trámites de visado de un tal Fidel.

Por Mario Wainfeld
Opinion
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La cumbre del Mercosur a celebrarse en Córdoba ya es un éxito según la mirada política del gobierno argentino. A pocos meses de la Cumbre de Mar del Plata las profecías agoreras respecto del Mercado Común del Sur se mostraron inexactas e interesadas, afirma el canciller Jorge Taiana. Mercosur no se desmanteló, Uruguay estará en el cónclave (pese a la ominosa mochila del conflicto de las pasteras), Venezuela ya firmó el protocolo de adhesión. La integración regional es aún un proyecto en germen pero, a trancas y barrancas, avanza. “Habrá Mercosur desde el Caribe hasta la Antártida”, dijo días atrás el canciller brasileño Celso Amorim y la frase se repite en oficinas colegas de las pampas feraces. La incorporación de Venezuela es saludada por el Gobierno con fundamentos racionalistas. Es la tercera economía de Sudamérica, efectividad conducente embellecida por su condición de potencia energética. “Venezuela es un potencial comprador de materias primas alimenticias por 15.000 millones de dólares –saca la computadora, redondea a más un pilar de la Cancillería– y todos nosotros somos excedentarios en esos productos.” La mirada se despoja de verba ideologista y minimiza la incidencia de las polémicas acerca del estilo político de Hugo Chávez y la calidad institucional de Venezuela. Se las juzga, amén de una intromisión en asuntos domésticos de un Estado soberano, un ardid de quienes defienden intereses tangibles, que no son los de los ciudadanos caribeños.

La salud de los muertos que vos matáis no es perfecta, reconocen hasta los funcionarios más entusiastas cuando se afina el discurso. El Mercosur “fenicio” de los ‘90, el de los intereses privados librados a sus propias fuerzas, ha sucumbido a su propia incongruencia. El de esta nueva etapa, parafraseando sin saberlo a Gramsci, no termina de emerger. En su actual estadio no es la unión aduanera que se pensó como su primer peldaño. “Unión aduanera imperfecta” describen en Cancillería cuando se ponen académicos. Cuando adoptan un plan más coloquial la definen como un queso gruyère, caracterizado por demasiados “aranceles perforados”. El reconocimiento de esa limitación, persevera el Gobierno, es un fracaso parcial que debe ser superado y no aceptado. “El ministro uruguayo Danilo Astori propone ‘sincerar’ el fracaso, pretendiendo en verdad que nos resignemos a él. Algo así piensan por acá Javier González Fraga y Beatriz Nofal. Todos proponen dar vuelta la hoja e ir a los tratados de libre comercio”, rezonga un alto integrante del gabinete, sin dejar de subrayar que Nofal y González Fraga tienen más que un par de orejas atentas en la Casa Rosada, en cuyo banco de suplentes revistan de modo perdurable. La convicción del Gobierno es consolidar el Mercosur. No es sencillo hacerlo en una época de cambios políticos y económicos. El rumbo de las crisis es promisorio, como se dirá, pero eso no equivale a negar su complejidad, ni mucho menos. Paraguay tiene el primer presidente no salido del tronco de las fuerzas de Alfredo Stroessner, el PT gobierna Brasil por primera vez, el Frente Amplio es gobierno en Uruguay, Néstor Kirchner también tiene lo suyo en materia de innovación. La economía de esos países está en crecimiento. Son signos auspiciosos, también convulsiones que generan escenarios difíciles de gerenciar y hasta de comprender. Las afinidades políticas son un aliciente que conlleva la carga de generar expectativas enormes, a veces ingenuas. Nadie puede augurar seriamente si los gobiernos nuevos con simpatías generales conseguirán plasmarlas o si los nobles deseos sucumbirán sometidos a la lluvia ácida de los conflictos de intereses.

Como fuera, el gobierno argentino está convencido de ir en el único rumbo posible y de haber ganado una discusión: el Mercosur no ha muerto y crece. La alternativa, diluir la alianza regional y salir cada uno por la suya vía los tratados de libre comercio con los grandotes del mundo, es rechazada con énfasis en la Rosada y en Cancillería, revelando un criterio pleno de sensatez.

Desde el pie

El esencial dato de la supervivencia no equivale a decretar la lozanía del Lázaro en cuestión. Las asimetrías entre Brasil y Argentina (por un lado) y entre ambos con los países más pequeños (por otro) sobreviven. Los grandes no cumplen, ni por asomo, el rol que les cupo a Alemania y Francia en los arranques de la Comunidad Económica Europea. El Gobierno reconoce que allí hay deudas, muchas de ellas propias.

La mala noticia, según el Gobierno, es que falta mucho pero mucho y que cualquier corrección es lenta y trabajosa. La buena nueva sería que en el Mercosur se trabaja todos los días.

Un par de ejemplos sin duda pequeños integran el bagaje de las medidas edificantes que reivindica el Gobierno como señales de adónde se debe nortear. Una es la existencia del primer jubilado del Mercosur, un simbólico trabajador trashumante paraguayo que sumó 30 años de servicios sumando los cumplidos en su patria chica y adicionando los que prestó en Argentina y Brasil. En un rango numérico superior pero, asumidamente, insuficiente en Córdoba se ensalzará el Fondo de Convergencia estructural del Mercosur. Se trata de un pozo común de 100 millones de dólares, de los que Brasil aportará 70, Argentina 20, Uruguay y Paraguay 10 en conjunto. Una vez integrado el Fondo (que tiene previsión en el presupuesto argentino) se repartirá en proporción inversa a los aportes. “Es un reconocimiento institucional a las asimetrías y una medida tendiente a repararlas”, definen en Cancillería, a sabiendas de que el valor gestual es superior al impacto económico.

En el mismo plano simbólico se inscriben la visita de Kirchner a Paraguay, coincidente con el fin de su presidencia pro tempore del Mercosur. El gobierno argentino también explica de ese modo los pininos del new deal argentino con Bolivia (por ahora, país asociado) que incluyen el precio del gas pactado en Hurlingham, no justificable en base a las puras reglas del mercado.

Brasil, a única verdade

Aunque nadie lo confiese de viva voz, uno de los cambios más notables de Kirchner durante su gobierno fue su visión de la relación con Brasil. Malamente teñida por una simplista competencia con Lula da Silva, fue derivando a la comprensión más afinada del destino común y de los tamaños relativos de los socios en cuestión. La saludable vocación estratégica es un intríngulis difícil de concretar paso a paso pero es una condición necesaria para encarar las infinitas tareas pendientes.

Dialéctica, lo que a veces puede parecer contradictoria, es la relación entre los socios grandes y los más pequeños. “Uruguay y Paraguay tienen que entender que la viabilidad del Mercosur depende de la prosperidad conjunta de Argentina y Brasil”, propugnan desde acá. La frase atañe, entre otras variables, a los audibles rezongos de los “chicos” respecto de los acuerdos bilaterales entre los mayores. El gobierno nacional distingue positivamente entre ellos al acuerdo de adaptación competitiva firmado con la administración Lula a principios de año. Fue un pacto de maceración lenta, durante la gestión de ambos presidentes que incluyó concesiones brasileñas impensables en otro contexto. La comprensión del vecino se elogia y se adereza con una asunción de vigas en el ojo propio. “Claro que Brasil nos saca ventaja en materia industrial pero ellos no tienen la culpa de que nosotros nos hayamos dormido diez años y que no tengamos cultura exportadora. El punto es que, ahora que tenemos otro proyecto, acordemos un modo de no retrasarlos pero sí adelantarnos nosotros”, simplifica un negociador avezado.

Dame la mano y vamos ya

En el reciente encuentro en Caracas todos los socios del Mercosur, en especial los tres de más rango, incitaron a Bolivia a sumarse al club. Según moradores del Palacio San Martín si Evo Morales diera un paso adelante para ese logro el cónclave de Córdoba sería una fiesta. En términos de pura instrumentalidad los argentinos piensan que, a largo plazo, a Bolivia no le quedará otra. A la Comunidad Andina de naciones, a ella sí, la declaran difunta. Los tratados de libre comercio de Colombia y Perú con Estados Unidos (una decisión libre del presidente Uribe, un regalito de Alejandro Toledo para su sucesor Alan García) serían la partida de defunción. Pero los argentinos comprenden que la hipótesis de la Comunidad Andina tiene un peso simbólico en el imaginario boliviano que no será sencillo de sortear de un día para el otro.

Y entonces, ¿llegó Fidel?

En Córdoba convivirán un encuentro del Mercosur y uno del Aladi, del que forman parte los países sudamericanos, México y Cuba. Los isleños, por ende, serán de la partida. Su presencia no será solo protocolar, los miembros de Mercosur trabajan contrarreloj en un acuerdo económico conjunto con la isla. A hoy no está terminado, supeditado a una reunión técnica que se celebrará mañana pero el acuerdo es un hecho. Simplificando sus términos que, como se dijo, no se conocen del todo, lo que se hará es “multilaterizar las relaciones comerciales bilaterales”, es decir poner en un haz común todos los acuerdos con Cuba. Se presentará el acuerdo como un avance institucional contra el perverso bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.

La circunstancia pinta bonita para que recale Fidel Castro pero, como es norma cuando de viajes del líder cubano se trata, nadie sabe seguro qué pasará. Los funcionarios argentinos orejean pero es peliagudo anticipar los movimientos de Fidel. Integrantes de ceremonial y de seguridad del gobierno cubano han trillado Córdoba, por si las moscas, pero eso no termina de probar nada. Los visitantes deben solicitar visa y hasta ayer sólo lo hizo el canciller Pérez Roque, según los informes que on line le pide Cancillería al embajador argentino Darío Alessandro para entrever el porvenir inminente. Pero, claro, si Castro la requiriera, el trámite sería urgente.

El enigma y la expectativa de una jugada de Evo Morales les ponen sal a las vísperas de una cumbre que, en lo demás, es condensación de lo trabajado durante largo tiempo y por ende previsible. Si apareciera Fidel, sin duda se alterarían la lógica del encuentro, su primera lectura política y mediática, el centimil y el protagonismo. Esa hipótesis tendría sus pros y sus contras para los miembros del Mercosur, incluyendo al país anfitrión del encuentro. Pero así son las cosas, con los aliados, los socios y las contrapartes. Nada es beneficio o perjuicio total, sino sumas algebraicas complejas, variables. Algo de lo que quiso hablar no sólo el último párrafo de esta nota.

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