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El país|Domingo, 20 de agosto de 2006
CRISIS EN EL ESPACIO PROGRESISTA PORTEÑO

Peligro de gol

Recrudece la lucha entre Alberto Fernández, su aliado Aníbal Ibarra y Jorge Telerman, que enardeció el escenario del espacio progresista de la ciudad. El reacomodamiento de la derecha pone en un brete al oficialismo. Lanzan un movimiento nacional de apoyo a Kirchner. Juez, candidato en Córdoba.

Por Sergio Moreno
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El denominado “espacio progresista” porteño vivió una semana infausta en esta que pasó, traspolando una pelea de vieja data entre organismos defensores de derechos humanos a su propia batalla para definir quién será el representante del sector en la elección a jefe de Gobierno del año que viene. Nadie salió ganador. Nadie del progresismo. La derecha ve con satisfacción esta confrontación mientras prepara la candidatura de un hombre verdaderamente fuerte para seducir los votos porteños: Ricardo López Murphy, titular de Recrear y socio en PRO de Mauricio Macri. Una vez más, en la Casa Rosada y en el Palacio Municipal se tienen miradas disímiles respecto de lo ocurrido y de lo que vendrá; sin embargo, en la sede del poder nacional, a pesar de que no ahorran crítica alguna, consideran que aún es temprano y que los ánimos pueden calmarse. Mientras, el Gobierno prepara una movida para este martes donde participarán dirigentes extrapartidarios pero todos kirchneristas, entre ellos el intendente Luis Juez, quien se posiciona como el candidato que apoyará Néstor Kirchner en Córdoba.

La aparición de unas cajas con pertenencias de varios jóvenes muertos en la tragedia de Cromañón en dependencias de la Directora de Sitios para la Memoria, Gabriela Alegre –una de las personas de mayor confianza de Aníbal Ibarra–, su posterior denuncia ante la Justicia y filtración a la prensa, agregó kerosene al fuego de la lucha interna en la ciudad.

Estela Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, respaldó a la renunciada Alegre y cargó contra la ministra de Acción Social y Derechos Humanos de la ciudad, Gabriela Cerruti. Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, en un acto previamente programado pero que se leyó como una respuesta a Carlotto, defendió a Cerruti, quien acusó, a su vez, a la Abuela de Plaza de Mayo, de una curiosa conducta: ser militante kirchnerista, sayo que le gustaría que le reconozcan al propio jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Telerman, a su vez, jefe de Cerruti.

Todas estas escaramuzas enrarecieron el clima ya de por sí cargado que impone la confrontación política desatada en la ciudad entre Ibarra, su sucesor, Telerman, y el jefe de Gabinete nacional, Alberto Fernández.

En el Palacio Municipal reconocen que las acciones y decires de Cerruti fueron un error político, por los cuales fue reconvenida por Telerman intramuros. Que el acto con Hebe estaba programado una semana antes pero que, ante el cariz que habían tomado los hechos, debió postergarlo y que la pelea con Carlotto “sólo le hizo el juego que quería Ibarra”. Pero también que la ministra fue respaldada en el resto de su gestión.

En la Casa Rosada coincidieron en que las apariciones públicas de la ministra porteña fueron poco felices. “No se puede pelear contra Ibarra utilizando la tragedia de Cromañón y levantando la polvareda que levantó”, dijeron a este cronista en un trajinado despacho del primer piso de Balcarce 50.

Desde algunas importantes oficinas del gobierno nacional observaron las acciones desplegadas al otro lado de la Plaza de Mayo con ojo más que crítico. “La diferenciación de Kirchner que han querido mostrar esta semana fue innecesaria. Telerman está especulando con nosotros. ¿Por qué fueron las designaciones de (Guillermo) Nielsen y (Juan Pablo) Schiavi? ¿Acaso Roy Cortina no es uno de los socialistas que quieren acordar con (Roberto) Lavagna?”, sostienen, con cierta malicia, cerca del despacho del jefe de Gabinete.

También juran y perjuran que no se le han puesto piedras en el camino a la gestión de Telerman. “Lo apoyamos en todo lo que pidió. Votamos las leyes que necesita para gobernar. Tiene la obra pública que quiere. ¿Por qué, entonces, este maltrato?”, pregunta retóricamente uno de los miembros más importantes del gabinete nacional.

A la otra vera de la Plaza, sostienen lo contrario. “Todos los días nos hacen una operación o una marcha o una queja sindical, o un impedimento en el bloque. No podemos dedicarnos a poner árboles porque siempre surgen inconvenientes”, sostuvo ante este reportero una de los funcionarios de mayor confianza de Telerman, quien aseguró que su jefe, para no tentar al demonio, postergó la asunción de la reemplazante de Gabriela Alegre. No obstante, el enojo con Aníbal Ibarra se percibe en cada gesto de los más destacados cuadros del jefe de Gobierno.

“Aníbal Ibarra es una figura central en la política porteña –aseveran en la Rosada–. Es reconocido por la sociedad y ponderado. Hoy tiene una intención de voto que le ganaría a Macri. Esto debe entenderlo Telerman.” Ibarra, tras el fallo judicial que lo sobreseyó por cualquier responsabilidad en la causa Cromañón, comenzó a criticar públicamente a su sucesor. Eso desató la andanada desde el otro lado.

A su vez, el ex fiscal trabó una relación política muy estrecha con Alberto Fernández. “Tenemos una visión semejante de los hechos y del escenario que vendrá”, suele decir el jefe de Gabinete sobre Ibarra. El absurdamente destituido jefe de Gobierno mantiene la idea –tal como lo reveló Página/12– de competir por una banca en la Legislatura local, “para empezar nuevamente de cero”. El jefe de Gabinete imagina una boleta con el candidato a suceder a Telerman y, debajo, el nombre de Ibarra. “Una boleta infalible”, calcula a su favor.

Alberto Fernández suele decir que el vicepresidente Daniel Scioli “no es su candidato”, de lo contrario “no hubiese propuesto a tantos otros”, como el ministro de Educación, Daniel Filmus, o el diputado Miguel Bonasso. “Yo quiero ganar –dice Fernández– y si ganase con Telerman, lo apoyaría. Si él demostrase que forma parte de nuestro proyecto, si hablase de una vez por todas de política y se tranquilizara, también sería mi candidato.”

Todas estas especulaciones y chisporroteos no contemplan, al menos en Balcarce 50, el escenario que se avecina: que la derecha trabaja en la candidatura a jefe de Gobierno de Ricardo López Murphy. Macri competiría por la presidencia, y Juan Carlos Blumberg por la gobernación de la provincia de Buenos Aires, tal como fuera revelado en esta columna la semana pasada. El desembarco del bulldog en la Reina del Plata incorporaría serios contratiempos para el oficialismo. “López Mur-phy es el mejor candidato que pueden poner ellos (el centroderecha) en la ciudad. Al menos no carga con la certeza de que va a perder, como sí ocurre con Macri, que nunca podría sortear el ballottage”, elucubran en despachos centrales de la Casa Rosada. Desde la semana pasada, López Murphy forma parte de todas las encuestas solicitadas a ambas márgenes de la Plaza de Mayo, situación que no había ocurrido antes.

La discusión en la derecha respecto de las candidaturas está abierta, pero aún falta bastante tiempo. No obstante, hay un acuerdo tácito entre Macri y López Murphy de que esta vez no dejarán pasar la oportunidad y confrontarán con lo mejor que tienen en cada distrito. “Aún no están definidos los candidatos de nuestros adversarios. No sabemos qué hará Macri; tampoco (Elisa) Carrió. Cuando ello ocurra, veremos. Apuesto a que nos ordenaremos rápidamente”, dice y se da ánimo un encumbrado funcionario del gobierno nacional. El desafío para el oficialismo no es menor. El escenario es peor. La lucha interna y la aparición de un candidato más que competitivo pone en riesgo la permanencia del “progresismo” al frente de la ciudad.

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