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El país|Sábado, 23 de septiembre de 2006
PANORAMA POLITICO

Sospechas

Por J. M. Pasquini Durán
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El tribunal que condenó a prisión perpetua a Miguel Etchecolatz, verdugo bonaerense bajo las órdenes del general Ramón Camps, consideró que los crímenes en juicio debían ser considerados “en el marco de genocidio”, concepto ausente del Código Penal pero de absoluto valor legal desde la reforma del año 1994 que incorporó los tratados internacionales de derechos humanos a la Constitución nacional. Aunque el fallo castiga los delitos tipificados en el Código, con ajustado criterio los jueces del tribunal, en veredicto unánime, introducen ese marco en la jurisprudencia para subrayar lo que hasta ahora parecía restringido a una calificación político-moral y dejan advertido que no se trata sólo de aberraciones particulares sino que la actividad del reo formó parte de un plan más vasto, el terrorismo de Estado, con alcances más generales que la obra particular de algunos delincuentes.

Apenas conocido el veredicto comenzaron a circular por los canales informáticos los panfletos que pretenden tergiversar la opinión del tribunal, calificándola de ilegal y asegurando que Etchecolatz sería el primer “imputado genocida en la historia policíaca de todos los tiempos, ya que, por definición, la policía debe abatir a los delincuentes si no puede reducirlos”. La frase podría formar parte de un catecismo para las sectas de la picana y el gatillo fácil. ¡Cuánto disparate bárbaro en tan pocas palabras! La cita vale sólo porque prueba la existencia de mano de obra atenta a la defensa de la barbarie y, por lo tanto, alimenta toda clase de sospechas, entre ellas acerca de la ausencia de uno de los principales testigos de cargo en el juicio a Etchecolatz, el albañil J.J. López, una de las víctimas sobrevivientes, que desapareció el lunes de su hogar sin razones conocidas hasta el momento, poco después de rendir testimonio. La preocupación por su suerte ya es un asunto de Estado por la seguridad del ausente pero también por las implicancias de lo que permite presumir. Una movilización de defensores de derechos humanos anoche reclamaba la “aparición con vida”, una consigna estremecedora para la democracia.

Aunque intermitentes y en apariencia aislados, hay datos de diverso calibre que indican actividades de agitación, propaganda y espionaje de grupos clandestinos y conspirativos. Los mismos datos permiten suponer que no se trata de ninguna fuerza organizada significativa, pero su relieve puede aumentar, si no son desarticulados a tiempo, debido a un contexto que también asoma en el paisaje actual. Para citar algunas referencias: hay intereses económico-financieros disconformes con la gestión oficial pero que no encuentran expresiones político-institucionales con potencial suficiente para expresarlos y pesar en las decisiones públicas. Al mismo tiempo, a medida que se consolidan las posiciones de poder del llamado “peronismo K”, la derecha oligárquica, y con ella cierto pensamiento liberal-demócrata, reactiva una cultura rancia del gorilismo de antaño, ese antiperonismo paranoico que contribuyó a envenenar la cultura democrática durante la mitad del siglo XX, tanto por derecha como por izquierda. El historiador liberal Natalio Botana escribió sobre El temor y la sospecha en estos días: “El afán de armar un campo electoral en donde el ‘progresismo’ del Gobierno enfrente a una derecha heredera de las políticas económicas del Proceso y de los años noventa conlleva la debilidad de no concebir efectos imprevistos en un sendero que se imagina recto y sin obstáculos. Cuando salta la liebre, las estrategias se desconciertan y el ánimo de la enemistad se acrecienta” (en La Nación, 21/09/06).

Liebres abundan en el país y en la región. Hoy en día, el panorama internacional desparrama tensiones que no toleran la indiferencia. Para no ir más lejos, después del diálogo de la senadora Cristina Fernández de Kirchner y el canciller Jorge Taiana en Nueva York con los delegados de las principales entidades judías de Estados Unidos, quedó en claro que la principal preocupación de los interlocutores no eran algunos episodios menores de propaganda nazi en Buenos Aires sino la adhesión argentina a la política del Estado de Israel y las relaciones con el gobierno venezolano de Hugo Chávez, enemigo de la Casa Blanca y aliado de Irán, Líbano, Palestina y otros países árabes. Como dijo uno de los expositores: “Las críticas al Estado de Israel deben ser consideradas expresiones de antisemitismo”. El fundamentalismo, claro está, es un modelo que viene en todos los talles y colores. Antes de ese encuentro, en su mensaje a la Asamblea General de Naciones Unidas, el presidente Kirchner había aclarado criterios de su administración: “A cinco años de los atentados (a las Torres Gemelas) que conmovieron a esta ciudad y al mundo, queremos condenar con firmeza la grave amenaza del terrorismo global. Argentina considera que todos los actos de terrorismo son criminales e injustificables y no acepta ningún argumento que intente justificar tal metodología. Los argentinos hemos sufrido dos atroces atentados en la década del 90, a la Embajada de Israel y a la Sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina, que conmovieron nuestra sociedad y luchamos aún, a pesar del tiempo transcurrido, por lograr el esclarecimiento y castigar a los culpables {...} Si para enfrentar ese terrorismo global se recurre a una violación global de los derechos humanos, el único victorioso en esa lucha será el terrorismo”.

El viaje presidencial abarcó otras actividades y contactos políticos y empresariales, cuyos efectos suelen aparecer con algún retardo. También las visitas a España parecían inocuas, pero esta semana la empresa de esa nacionalidad que levantaba una pastera de celulosa en Fray Bentos anunció que abandonaba esa posición, lo que no es poco para la lucha emprendida desde Gualeguaychú en defensa del medio ambiente. Dado que el Presidente aseguró que éste es tiempo de gobernar, el Ministerio de Planificación recibió una inyección presupuestaria de mil millones de pesos con la consigna de acelerar los trabajos para intentar que a fin de este año queden terminadas las obras de envergadura simple que fueron prometidas en distintos lugares del país. Dado el fuerte presidencialismo del régimen político nacional, desde siempre las ausencias del titular del Poder Ejecutivo desaceleran la dinámica local y la actividad política se vuelve más recoleta y ensimismada. No quiere decir que desaparezca o se inmovilice, ya que la realidad no viaja. En el campo de los derechos humanos están las novedades anotadas, con sus secuelas preocupantes, y también el júbilo de otro hijo de detenidos-desaparecidos que recuperó su identidad a través de las Abuelas de Plaza de Mayo, que ya contabilizan ochenta y cinco recuperaciones. Después de este anuncio feliz, otra vez una mano negra saturó de mensajes hasta bloquearlo al correo electrónico del organismo, porque aquí también hay olor a azufre, esa estela diabólica que sintió Chávez en la tribuna de la ONU.

Las tareas electorales, por supuesto, tampoco cesan. Quienes siguen de cerca la marcha de “la convergencia plural” desde la Casa Rosada contabilizan la adhesión de unos trescientos intendentes de distintos partidos políticos y se aprestan a organizar foros que alojen a los reclutas según su identidad de origen (provinciales y vecinalistas) y cuando el número lo justifique según su camiseta partidaria, hasta que llegue el momento que los afluentes aparezcan todos juntos en la desembocadura de la corriente mayor que espera congregar el Frente para la Victoria. Roberto Lavagna, por su lado, mostró ayer su propia convergencia durante un encuentro en Mar del Plata con dirigentes radicales, Chiche Duhalde y algunas fracciones menores. De esas tendencias no formará parte Víctor De Gennaro, quien cedió la secretaría general de la CTA para que la ocupe Hugo Yaski de Ctera, ya que el ex titular de ATE decidió conservar un sillón en la directiva de la central pero ocupar sus esfuerzos en organizar una fuerza política que lo proyecte hacia una candidatura (¿presidenciable, tal vez?), ya que el diputado Claudio Lozano, del mismo palo, lanzó su nominación para suceder a Jorge Telerman en la ciudad.

Por lo pronto, hubo un quiebre en la CTA con la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) ya que, según una comunicación formal de este movimiento social, hubo un “veto irreductible” de De Gennaro a la integración de Luis D’Elía ni siquiera como vocal en una lista de unidad: “Semejante decisión, carente de todo sustento, contra un compañero que hoy es blanco predilecto de los ataques de la derecha, entraña un veto al conjunto de la FTV {que se retira de todos los cargos y no votará ninguna lista} y pareciera destinada a castigar el alto compromiso de nuestra organización y del compañero D’Elía con el proyecto político que encabeza el Presidente de la Nación, profundizando la crisis de la CTA y haciendo aún más incierto su destino”. En rigor, esta división concluye un extenso capítulo de desencuentros entre D’Elía y De Gennaro, y en consecuencia entre la FTV y la CTA, en la que el compromiso con el proyecto presidencial es un motivo pero no el único, puesto que quedan otros hombres, como Edgardo De Petri, que son del movimiento “K” aunque tal vez sin la exposición mediática del titular de la FTV ni la rivalidad de liderazgo con De Gennaro.

Luego, las políticas de alianzas han sido otra causa de debate, ya que tienen relaciones muy distintas, por ejemplo con el Partido Comunista y sus zonas de influencia. El banquero Carlos Heller, de Credicoop, ha sido un compañero permanente de De Gennaro en diversos emprendimientos multisectoriales, lo mismo que la diputada Marta Maffei del ARI, severa crítica de D’Elía desde que compartía la conducción de CTA en nombre de Ctera. Por último, De Gennaro tuvo siempre reproches al Gobierno por la demora, para él injustificada, en corregir la injusta distribución de los ingresos nacionales y porque nunca el Ministerio de Trabajo le otorgó la personería jurídica como Central de Trabajadores debido a la férrea oposición de la CGT de Moyano. Cada quien carga su mochila de razones, pero lo cierto es que los polos de alternativa electoral continúan fragmentándose en un mosaico interminable.

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