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El país|Jueves, 5 de octubre de 2006
TRAS LA PELEA, EL ARZOBISPADO SE DESPEGO DE SU VOCERO

Rumbo al confesionario

El portavoz de Jorge Bergoglio, Guillermo Marcó, había criticado al Presidente por “alentar odios”. En la cúpula eclesiástica hay enojo y esto podría desembocar en el desplazamiento del vocero.

Por Diego Schurman
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El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, puso distancia con su vocero.

La preocupación de Néstor Kirchner por el agrupamiento opositor en Misiones se conjugó ayer con una noticia que tomaron con alivio en la Casa Rosada: la decisión del Arzobispado de Buenos Aires de desmarcarse de las declaraciones de su portavoz, Guillermo Marcó, quien había señalado al Presidente por “alentar odios” a la hora de la discusión política. “Los dichos son estrictamente personales”, señalaron voceros de la cúpula eclesiástica. El enojo podría desembocar en el desplazamiento de Marcó de su cargo.

Kirchner jugó fuerte esta semana al respaldar a Carlos Rovira, quien busca habilitar la reelección indefinida en la provincia a través de una reforma constitucional. Pero ayer no dejó de mostrar inquietud por la evolución de la pelea que suscita el tema, más allá de los números favorables al gobernador que muestra un sondeo del sociólogo Artemio López. El Presidente sabe que el frente opositor no se limita al macrista Ramón Puerta, sino que reúne agrupaciones sociales, políticas y sindicales de distinto color, como la CGT y la CTA.

Por el momento no existe un Plan B, pese a las versiones que comenzaron a circular ayer en Misiones sobre la posibilidad de abortar el proyecto reeleccionista. Es improbable que Kirchner dé marcha atrás luego de haberse expuesto en Posadas en un acto masivo y tensado la cuerda al máximo con la Iglesia.

El freno a la escalada de todos modos provino del propio Arzobispado. Una alta fuente de la cúpula eclesiástica desautorizó ayer a Marcó como portavoz de Jorge Bergoglio, pese a que es precisamente su director de Prensa. Traspolándolo, es como si Kirchner dijera que las palabras que a diario emanan de la boca de Alberto y Aníbal Fernández –jefe de Gabinete y ministro de Interior– no le pertenecieran.

Casualidad o no, Aníbal Fernández había considerado anteayer que a Marcó deberían “tirarle la oreja”. Y eso es lo que, a primera vista, parece que sucedió. Lo pudo confirmar el secretario de Culto, Guillermo Olivieri, en los contactos que mantuvo en las últimas horas con representantes eclesiásticos.

“Los dichos por todos conocidos pronunciados por el padre Marcó son estrictamente personales y no corresponden ni al Arzobispado ni a la persona del arzobispo, el cardenal Jorge Bergoglio”, aseveró una fuente del máximo nivel de la Iglesia porteña. Es sabida la distancia entre Bergoglio y Kirchner. Pero lo de Marcó fue tomado como un exceso. La polémica frase del cura que alborotó la Casa Rosada fue: “Si un presidente fomenta alguna cierta división, termina siendo peligroso para todos. Hay que dejar de alentar odios y de levantar el dedo acusador”.

Al vocero del Arzobispado ya le habían echado el ojo por otras recientes declaraciones a la revista Newsweek, en las que cuestionó las opiniones del papa Benedicto XVI sobre el Islam. “Me parece que la frase en sí misma es infeliz, porque si dice que el Islam no tiene nada bueno, se está generalizando, y además el Islam tiene, ha tenido y ha aportado muchísimas cosas buenas a la historia de la humanidad. Si el Papa no sale a reconocer los valores que el Islam tiene y queda todo esto así, me parece que se habrá destruido en veinte segundos lo que se edificó en veinte años.”

Los dichos cayeron mal en el Vaticano. Y anoche arreciaron, desde la propia Iglesia, las versiones sobre un desplazamiento de Marcó como portavoz del Arzobispado de Buenos Aires.

La desautorización al cura amaga con descomprimir la pelea en un frente pero no en todos. El diario Territorio, de Posadas, consignó ayer la instalación de “la Carpa de la Dignidad” en Puerto Piray, desde donde el Frente Unido por la Dignidad hará campaña para frenar el proyecto reeleccionista. Joaquín Piña, primer candidato a convencional y saliente obispo de Puerto Iguazú, será la figura estelar de la carpa.

Como Piña, su sucesor, el presbítero Marcelo Martorell –un autoproclamado amigo del fallecido Alfredo Yabrán–, cuestionó los intentos de Rovira de “perpetuarse en el poder”. Por eso la reacción del diputado misionero, el kirchnerista Juan Manuel Irrazábal. “Le hacen muy mal a la Iglesia como institución aquellos sacerdotes que usan su ministerio para hacer política”, dijo. La frase fue a tono con la de Aníbal Fernández, quien volvió a chucear con aquello de que la Iglesia no podía conformar “unidades básicas”.

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