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El país|Martes, 9 de julio de 2002
OPINION

A decidirse

Algunos se dedicaron a escudriñar los motivos que llevaron al Presidente a tirar la toalla (Puente Pueyrredón, ofrenda al FMI). Otros prefirieron otear el horizonte electoral. Pocos acertaron lo único que importa en serio: nada ha cambiado sustancialmente en este país tras el abandono de Duhalde.
El ex gobernador bonaerense no se reveló menos inútil que sus comparreligionarios a la hora de encontrarle alguna vuelta a la emergencia. Ni la desactivación del corralón financiero, ni el arreglo con el Fondo, ni un plan social para amortiguar la catástrofe: nada, no supieron resolver nada. Y si es cierto que algunas tribus del propio peronismo operaron para darle la estocada final a la banda duhaldista, vaya por lo que se ofrece como alternativa: el Menem auténtico o el Menem rubio.
Tampoco sería justo desatender al vacío existente en el espacio “opositor”. Carrió fuga hacia delante exigiendo la renovación total de los cargos electivos, bajo amenaza de llamar a la “abstención activa”. Zamora insiste en esperar a lo que pueda surgir de las diferentes movilizaciones populares, pero no da un paso en dirección a estimularlas como no sea la denuncia y su chapa de honestidad. La derecha más recalcitrante queda corrida del centro de la escena por la reinstalación mediática del califa de Anillaco. Y la izquierda partidaria y social está dedicada mucho antes al trabajo de base y las luchas callejeras que a la determinación y acumulación electorales.
La sumatoria de estos vacíos redunda en expectativas muy pobres respecto de lo que puedan parir noviembre y marzo. Si es por el PJ, a ninguno de los caciques con posibilidades electorales se le cae alguna idea que no sea ajustar tanto como el Fondo pida. Y si es por el resto, son liderazgos testimoniales, un poco más a la izquierda o a la derecha de lo que se supo conseguir con Chacho Alvarez.
El sentido común sugiere que la lucha y el montaje de una auténtica alternativa de poder no son sólo sociales ni sólo electorales. Son ambas cosas a la vez. Si una neutraliza a la otra y si los sectores populares, sus intelectuales y sus dirigentes siguen sin ponerse de acuerdo para pasar de la resistencia a la organización, ya no se estará ante un error de aprendizaje sino frente a una irresponsabilidad que los emparentará con el ene-
migo.

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