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El país|Domingo, 15 de octubre de 2006
KIRCHNER EN EL TRASLADO DE LOS RESTOS DE PERON

La foto ineludible

El Presidente decidió participar de la ceremonia, no sin antes imponer modificaciones en el programa, como la exclusión de Duhalde y de ciertos rituales que consideró rayanos con la necrofilia. Buscará consolidar así su liderazgo partidario sin abandonar el llamado a la concertación plural.

Por Diego Schurman
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El mausoleo de Perón, de arquitectura modernista, en la vieja quinta de San Vicente.

Antonio Cafiero ensaya una primera hipótesis.

–Un revólver en el pecho no le pusieron, de eso estoy seguro –dice con una carcajada estentórea.

Minutos después se da cuenta de que no tiene demasiadas ganas de buscar explicaciones a la presencia de Néstor Kirchner en el traslado de los restos de Perón al flamante mausoleo en San Vicente (ver aparte). Aunque es uno de los encargados de la ceremonia, esa respuesta se la cede a los funcionarios del entorno del mandatario, quienes preservan su identidad, pero son generosos, y coincidentes, en los argumentos. “Es verdad, Kirchner no tenía intenciones de ir, sobre todo por el circo de necrofilia que se había armado alrededor. Pero como al sentir peronista le sería incómodo que el Presidente eludiera esa foto, se impusieron condiciones para que pudiera estar”, cuenta a Página/12 un hombre que ostenta jinetas en el Gobierno.

Hubo un trabajo diligente de la cúpula de la CGT en el “operativo traslado”. Pero Kirchner se comprometió a asistir sólo una vez que Hugo Moyano le garantizara que no habría exaltación del cadáver del General ni peleas de cartel. El reclamo presidencial combinó paradójicamente certezas de bajo perfil y protagonismo exclusivo.

Para entender tanta precaución oficial hay que remontarse al 2003. Ese año Eduardo Duhalde fogoneó el traslado “a pulso, a hombro” del féretro de Perón desde la Chacarita hasta la Quinta 17 de Octubre, en San Vicente. La iniciativa incluía un nuevo velorio del líder del PJ, en la sede histórica de la CGT, pero 32 años después.

Perón quedó así en el medio de la interna partidaria, como sucedió a lo largo de su vida política. El panteón levantado para albergar sus restos inspiró a Kirchner el apodo de sus enemigos del justicialismo. Desde entonces los llamó Grupo Mausoleo.

Eran tiempos en que el Presidente hacía disquisiciones entre la nueva y la vieja política. Y endilgaba esta última acepción a la que ejercían Duhalde, Eduardo Camaño y José Manuel De la Sota. Muchos recuerdan al Presidente desorbitado al ver el trío lanzando la idea del mausoleo desde el Tren de la Victoria, una trocha angosta que utilizó Perón, y que hoy se exhibe en San Vicente.

En la última campaña electoral, Cristina Kirchner desistió del folklore partidario. Ni marcha, ni gigantografías de Eva y Perón. Ni siquiera una cita de autoridad del líder máximo del PJ. Todo lo contrario a lo que hacía su rival, la mujer de Duhalde, Hilda “Chiche” González

Algo de esa asepsia partidaria buscó impregnar el kirchnerismo para el operativo traslado. “Es una ceremonia donde a un ex presidente le levantan un mausoleo y ese ex presidente es el tipo que formó el movimiento del que es parte Kirchner”, esgrimió un vocero del mandatario, peronista él, con la frialdad y distancia que trasuntan los cirujanos después de una intervención quirúrgica.

–Lo que no nos bancamos es la utilización de Perón. Eso es lo que le dejamos en claro a Moyano –admiten, en la misma línea pero con otra verba, desde el Ministerio del Interior y la Secretaría General de la Presidencia.

El túmulo

El tópico generó una sorda batalla. Enojado por el supuesto ímpetu necrológico que le endilgaban, Cafiero –integrante de la Comisión Pro Mausoleo– redactó una carta de puño y letra explicando que el traslado de los restos de Perón estaba lejos de significar un culto a los muertos. Ningún medio se la publicó. Héctor Recalde consiguió mayor exposición dándole vida a un proyecto de declaración. El diputado kirchnerista y asesor legal de la CGT recordó en su iniciativa que el traslado cumplirá la “última voluntad” del General, que era “descansar aunque sea en un túmulo de tierra en la provincia que lo vio nacer”.

¿Fue realmente una idea de Perón? Responde Duhalde: “Sí, a él se le ocurrió. El quería descansar aunque sea en un túmulo, que es una pequeña montañita con la cual los indios cubrían las sepulturas. Fue él quien compró la quinta” hoy convertida en museo.

Kirchner habla menos de Perón que su par venezolano Hugo Chávez. Las pocas veces que lo menciona es para recordar que al ex presidente se lo emula con acciones y no con palabras. No es un renegado. El Presidente se inició en política en la agrupación El Ateneo Juan Domingo Perón. Curiosamente, la unidad básica Los Muchachos Peronistas, que en 1982 fundó en Río Gallegos, se reabrirá en estos días de la mano de su incondicional Rudy Ulloa Igor, aquel ex chofer que hoy maneja un multimedios en Santa Cruz.

Este martes 17 de octubre, un día caro a los afectos del peronismo, Kirchner tampoco hablará de Perón. Si no hay cambios de último momento, los discursos del Día de la Lealtad quedarán en poder de Moyano y Cafiero, la última personalidad con vida que ejerció un ministerio con el General. Puede que también hable la intendente de San Vicente, Brígida Malacrida. Por cierto, ninguno se olvidará de Evita, cuyos restos también quisieron ser trasladados desde el cementerio de La Recoleta, pero su familia se opuso. El Presidente y su esposa Cristina aterrizarán con su helicóptero, alrededor de las 17, en medio del bosque de cipreses y acacias. Ocuparán uno de los palcos. No estará allí Duhalde. El ex mandatario sólo concurrirá a la CGT, donde a las 11.30 se homenajeará a Perón con un minuto de silencio. Fue otra concesión del sindicalismo a Kirchner, aunque en la Casa Rosada se desentienden de tal decisión.

¿Y los organizadores? Tampoco ellos quieren meter el dedo en la llaga. “Es una pena que Duhalde no esté, alguna razón debe de tener”, se hizo al distraído Cafiero, como si el runrún no lo soliviantara. Pocos como él deben saber de la verticalidad y los manejos del poder del justicialismo. Igualmente, Duhalde arrimó alguna respuesta. “Cuando yo necesité apoyo solamente encontré al movimiento obrero. Por eso voy a estar el martes en la casa de los trabajadores”, dijo.

En su entorno, pidiendo estricto off the record, un vocero duhaldista completó la inquina. “Poco importa si Kirchner quería o no quería que fuera Duhalde. Yo sé que el sindicalismo quería. Pero él decidió no ir a San Vicente porque no quiere compartir el palco con una dirigencia que cuando hubo que poner un mango para el mausoleo se hizo la boluda. Ahí va a estar lleno de arribistas con el único propósito de mostrarse junto a Kirchner”, dijo a Página/12.

Una señal al PJ

Habrá que ver qué lugar tendrán reservados Adolfo Rodríguez Saá y Roberto Lavagna. Al efímero ex presidente lo llamó Moyano. El ex ministro se invitó solo. Pero los organizadores no creen que se aparezca por Azopardo y mucho menos por San Vicente. A Carlos Menem nadie lo convocó.

La incidencia de Kirchner en el operativo también abortó la misa que pensaba oficiar Jorge Bergoglio. El arzobispo de Buenos Aires es a los ojos del mandatario quien alimenta solapadamente la pulseada entre el Gobierno y la Iglesia católica.

“Planchamos todo el circo necrológico”, confesó un partícipe de las tertulias oficiales con Moyano y Gerónimo Venegas, el líder de las 62 Organizaciones, como se conoce al brazo político de la CGT. El cajón, cerrado, pasará por la CGT, donde se le rendirá homenaje con un minuto de silencio. Originalmente, según reconocieron los sindicalistas, se pensaba un revival del velorio que se le hizo durante tres días en el Congreso de la Nación.

El féretro irá de la CGT a la quinta, que adquirió Perón en 1946, en la misma cureña que lo trasladó en 1974 a Olivos, su primera morada. El cortejo tomará la autopista Riccheri, acompañado por la Fanfarria Alto Perú y Granaderos a caballo. No habrá caravana, como ocurrió tres décadas atrás –otra idea a la que el Gobierno le bajó el pulgar– pero seguramente se acercará gente al paso.

Kirchner no sólo modificó aspectos rituales de la ceremonia sino que, como ya se dijo, le robó el protagonismo a Duhalde, verdadero mentor de toda la movida. Nadie olvida que ya empezó la carrera por el 2007 y muchos duhaldistas están encolumnados con Lavagna. No obstante, en la Casa Rosada insisten en que tal competencia es inexistente. “Si en vez de Kirchner a San Vicente fuera Duhalde, la ceremonia terminaría siendo minusválida”, arguyó un ministro K, quitando del medio toda connotación electoral.

Habrá que preguntarse entonces por qué el Gobierno se sumergió con unción en cada detalle del operativo. “Moyano –insiste el ministro en cuestión– quería que estuviéramos. No nos parecía mal, pero no aprobábamos esa cosa mortuoria. Queríamos otra forma.”

–Dicho así suena a que le están haciendo un favor a Moyano. ¿Acaso Kirchner no tiene ningún interés en ir? –le preguntó este diario.

–A Kirchner no le suma nada. Si bien su piedra fundamental es el peronismo, el Presidente pregona la concertación y la pluralidad. Pero la foto es ineludible, íbamos a generar una incomodidad innecesaria en el peronismo. Es, de algún modo, una señal al PJ.

Acaso Julio Piumato, socio de Moyano en la conducción de la CGT, ofreció la respuesta que Cafiero desistió de buscar y los funcionarios K se negaron a encontrar. “¿Por qué el Presidente va a estar en la ceremonia? Va a estar porque el que convoca es Perón. ¿Y quién le escapa a una foto con Perón?”

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