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El país|Lunes, 30 de octubre de 2006
OPINION

Mensajes

Por J. M. Pasquini Durán
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A la misma hora que en Brasil proclamaban la reelección presidencial de Lula da Silva, porque ya habían escrutado el 96 por ciento de las mesas a las que estaban convocados 120 millones de votantes, en Misiones el recuento oficial de un total empadronado de 600 mil ciudadanos llegaba apenas al 20 por ciento de las mesas, casi todas rurales, ni siquiera de la capital provincial y, según esos datos, había una diferencia de tres puntos a favor del “sí”. La oposición, encabezada por el obispo Joaquín Piña, ya se había adjudicado la victoria por más de 12 puntos de ventaja y una cifra provisional de 55 por ciento de los votos por el “no”. El gobernador Carlos Rovira no dijo ni pío durante toda la jornada, rodeado de guardaespaldas en el momento de votar que golpearon a diestra y siniestra para que ningún cronista lograse romper el cerco de silencio. La ausencia de datos formales y el mutismo de los candidatos del oficialismo parecían confirmar la derrota anunciada por el frente opositor, cuyos adherentes más entusiastas habían ganado la calle para celebrar. Si en las horas siguientes el escrutinio diera vuelta los porcentajes anunciados por los partidarios del “no”, ninguna explicación sería suficiente para disipar la sensación generalizada de fraude.

La reforma constitucional para autorizar la reelección indefinida del gobernador, si triunfó el “no”, carece por completo de sentido, a menos que la asamblea constituyente, soberana desde que se instale según los procedimientos adecuados, decidiera abocarse a revisar otros aspectos de la Carta Magna misionera. No hay indicios que sea ése el propósito de los vencedores, empezando por el obispo Piña, quien anoche volvió a ratificar que hasta aquí llegaba su participación política, porque para él esta competencia era una cuestión de derechos humanos y de dignidad popular. Si éste es el final de su presencia unificadora, también queda por ver cuál será el futuro del frente heterogéneo que se nucleó alrededor de la figura episcopal, decisiva a la hora de captar adhesiones.

El Gobierno de Rovira hizo todo lo que indican los manuales de la vieja política para atender a la “clientela” y hasta tuvo el apoyo del gobierno nacional, en una provincia donde el presidente Néstor Kirchner cuenta con un vasto apoyo, incluido Piña, que adhiere a la política nacional de derechos humanos. No fue suficiente, sin embargo, debido a que el desafiante del proyecto de reforma no era un político convencional, lo cual prueba una vez más que los ciudadanos están dispuestos a ejercer su voluntad con autonomía si creen en la honestidad del liderazgo que los convoca. No había una sola figura política, en todo el arco opositor, de derecha a izquierda, que tuviera la misma capacidad de convocatoria. La renovación auténtica de representantes es el camino para la reconciliación de la política con la sociedad.

Los que seguían la competencia desde la Capital a través de las encuestas, entre ellos importantes despachos de la Casa Rosada, creyeron que Rovira tenía chances de ganar, lo que indica que en estas circunstancias los encuestados disimulan sus intenciones acerca de lo que harán a solas en el cuarto oscuro. El auspicio presidencial a la gobernación fue otro desacierto de los estrategas nacionales, que viene a sumarse al compromiso con la ceremonia de San Vicente que terminó tan mal que hasta hoy sacude el podio de Hugo Moyano, principal aliado de Kirchner en la cúpula de la corporación sindical. El error en Misiones, antes que nada, fue comprometerse en un proyecto contrario a la voluntad popular de revocar las viejas representaciones que han defraudado a tantos durante tanto tiempo. Es cierto que en algunos países no existen otros límites a los mandatos de gobierno que la voluntad combinada de candidatos y electorado, pero se trata por lo general de sociedades con prácticas democráticas asentadas por décadas de ejercicio. Dicho de modo sencillo: Posadas no es Nueva York.

Los resultados definitivos en Misiones han enviado mensajes en distintas direcciones y con alcances diversos, algunos que se quedan en el territorio provincial y también los que irradian sobre los ámbitos nacionales. Tanto el oficialismo como la oposición deberán meditar sobre el trámite electoral que culminó ayer, pero también otras organizaciones, en primer lugar la asamblea plenaria del episcopado, que se reunirá en la segunda semana de noviembre, ha sido alcanzada por la experiencia. Cualquiera que intente reducir la experiencia a de un torneo deportivo, con ganadores y perdedores netos, lo más probable es que se quede en la superficie de lo que pasó.

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