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El país|Domingo, 21 de julio de 2002
EL PRESIDENTE DEL BANCO CENTRAL Y SU CURIOSO PERONISMO

Los muebles de Evita

Aldo Pignanelli está rodeado de pensadores del CEMA, el think tank liberal, pero el 26 de julio pasará a sentarse al escritorio que perteneció a Eva Perón. No es la única acción llamativa de un banquero que defiende como experto en finanzas a un funcionario todo terreno que es ingeniero en electrónica.

Por Miguel Bonasso
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Presidente del Banco Central Aldo Pignanelli.
Si la maldición de Eva Perón es cierta, algo terrible puede pasarle al presidente del Banco Central, Aldo Pignanelli, a partir del próximo viernes 26 de julio. Ese día, conmemorando el 50º aniversario de la muerte de Evita, el contador Pignanelli trasladará a su despacho en el BCRA un escritorio y un baiut que utilizó el símbolo mayor del peronismo en su corto pero intenso paso por el poder. Ambos muebles permanecían en sosegado olvido en el Museo Numismático del Banco. Ahora saldrán de la oscuridad, en un acto que contará con la presencia de periodistas e invitados especiales. La exhumación se produce, curiosamente, en momentos en que el titular del Banco estrecha una alianza con los economistas del CEMA, el think tank de Carlos Menem, cuya propuesta dolarizadora no parece muy compatible con el ideario nacional y popular de la “Abanderada de los Humildes”. Contradicción que no quita el sueño a este ex militante de cierto núcleo del peronismo progresista que, a comienzos de los ochenta, siguió y luego traicionó a Luis Brunatti. Pignanelli, que en estos días ha viajado a Estados Unidos, ha llevado su alianza con el CEMA al extremo de nombrar como subgerente general a un miembro de ese grupo, el ingeniero electrónico Alejandro G. Henke, que fuera rebotado para otro puesto por el Senado y a quien un informe de la auditoría interna reprochó “irregularidades”, en un episodio típico de la nutrida picaresca del BCRA: la misteriosa evaporación de (al menos) diez computadoras tipo laptop.
El 4 de julio último, el señor Jorge R. Villar, subdirector del Museo Numismático del BCRA, elevó un memorándum informando textualmente: “En el día de ayer, concurrieron al Museo el secretario del Directorio, Sr. Roberto Miranda, y el Subgerente de Infraestructura, Arq. Ricardo H. Trillo, sobre este mismo tema, interesándose sobre el mencionado escritorio, así como de otro mueble que hace juego y con la misma referencia de uso por parte de la Sra. Eva María Duarte de Perón (sic). Dichos muebles, cuando fueron traídos a este Museo, fueron ingresados físicamente por las ventanas, precaución que habría que adoptar en este nuevo traslado, ya que sólo el escritorio podría, quizás, bajarse por la escalera”.
Luego, conocedor del paño, añade con cautela: “A mi juicio deberían adoptarse los recaudos imprescindibles de firma de recibos correspondientes y, en la medida que se culmine el uso previsto (los muebles de Eva Perón) retornen a este sector cuando se cuente con lugar adecuado para armar un rincón especial con ese mobiliario histórico”.
Pero antes de regresar al Museo (si es que regresan), los muebles de Evita le servirán a Pignanelli como “pabellón que cubre la mercancía”; como ritual “justicialista” vacío para bendecir a dos facciones conservadoras aún enfrentadas, pero que ya negocian el armisticio del 2003: las que lideran los eternos rivales Carlos Menem y Eduardo Duhalde.
Junto al titular del Banco Central, en la inesperada evocación de Evita, estará el ingeniero Alejandro Henke, a quien se vincula estrechamente con Pedro Pou, ex presidente del banco y uno de los popes del CEMA (Centro de Estudios Macroeconómicos Argentinos), junto con Roque Fernández y Carlos Rodríguez. Según el periodista Marcelo Bonelli, Pou es el autor intelectual del viaje de Pignanelli a Boston y Washington y el patrocinador de una serie de “inusuales desprolijidades internacionales”. Como el intento de bypasear a Roberto Lavagna en el diálogo personal con la vicepresidente del FMI Anne Krueger para tener que resignarse a conversar con John Thornton y Guillermo Zocalli.
Para no hablar de su participación, junto a Pou y Henke, en un simposio que tuvo como tema principal la apertura del corralito y fue inaugurado nada menos que por el padre de la criatura, el inoxidable Domingo Cavallo, expulsado del Ministerio de Economía por las cacerolas vernáculas, la noche del 19 de diciembre de 2001. Periplo que tal vez fue pensado como mojón en el camino hacia la poltrona de Economía. Meta de una carrera que Pignanelli inició como contador de la Ferretería Francesa, propiedad de Antonio Cafiero. A quien siguió luego en sus tiempos de “renovación”, como gobernador de la provincia de Buenos Aires. En aquella “cafieradora” de 1987, donde sobresalía Luis Brunatti, entonces ministro de Gobierno, el primer dirigente político que intentó una reforma en serio de la policía bonaerense y cayó víctima de la conspiración policial y la traición de varios de sus colaboradores que lo dejaron en la estacada.
En tiempos más recientes, el hombre que el viernes rendirá homenaje a Eva Perón fue director del castigado Banco de la Provincia de Buenos Aires, asesor financiero de una docena de intendencias bonaerenses y participó en la privatización de dos bancos provinciales: el de Formosa y el del Chaco, operaciones que suscitaron suspicacias y denuncias. Especialmente la del banco de Formosa. Que, sin embargo, le serviría a Pignanelli para seguir trepando en la pirámide, cuando el ex gobernador formoseño Vicente Joga lo propuso como director del Banco Central, de donde saltaría sucesivamente a la vicepresidencia primera y, después de la renuncia de Mario Blejer, a la presidencia.
Currículum que no desentona con este Banco Central, caracterizado -.como el Senado de la Nación– por el escándalo y la violación de la ley. Donde en los últimos años se le han otorgado más de 4 mil millones de dólares de redescuento al Banco Galicia, en una extraña continuidad que pasa por sobre las rivalidades de sus últimos presidentes: el menemista Pou, el cavallista Roque Maccarone y el empleado del FMI Mario Blejer.
Banco Central “de la República Argentina”, cuya Carta Orgánica establece taxativamente en su artículo 16 que la administración estará a cargo de los subgerentes generales que “deberán ser argentinos nativos o por naturalización, con no menos de diez (10) años de ejercicio de la ciudadanía”.
Requisito varias veces vulnerado durante los años del menemismo y el posmenemismo. Como ocurrió con el inglés Andrew Powell o con el escocés John Mc Andrews. Notoria resignación de la soberanía que se agrava en estos días con lo que parecía una propuesta perversa de Rudiger Dornbusch para que los incorruptibles sajones se hagan cargo de la economía criolla y se encarna con la llegada al país de la Comisión de Notables que armó Pignanelli y que integran Horst Köhler, número uno del Fondo; Hans Tietmeyer, que fue presidente del Bundesbank; Luis Angel Rojo, puesto por el presidente español José María Aznar para defender los intereses de los bancos Santander y BBVA (Río y Francés); Andrew Crockett, otro inglés que en la guerra de Malvinas militaba en el FMI y su compatriota John Crow, ex presidente del banco central de Canadá, de quien los bancarios de la CTA sospechan que viene a darle “el tiro de gracia al Scotiabank (básicamente a los ahorristas y a los trabajadores)”.
Pero la violación del artículo 16 de la Carta Orgánica no se ha producido solamente para incorporar extranjeros, también para resistir los rebotes del Senado, como ocurrió con el citado Henke, cuya designación como vicesuperintendente fue rechazada por la Cámara alta. Tal vez porque consideraron que este funcionario “todo terreno” sabe poco de finanzas y mucho más de ingeniería electrónica (su título profesional) o incluso de gastronomía: fuentes no identificables del propio banco refieren que es dueño de un restaurante en Martínez, junto con Pou y otro ex funcionario del BCRA en la era menemista, Eugenio Isaac Pendás. (Eugenio por el ex dictador militar Pedro Eugenio Aramburu e Isaac, obviamente, por el almirante Rojas.) Por Pendás, casualmente, entró el neoevitista Henke al Banco Central.
A pesar del rechazo del Senado, que le estaba diciendo a Henke “usted no tiene condiciones ni conocimientos para ser vice-superintendente”(posición que equivale a director), Pignanelli lo nombró subgerente general. Cargo que también equivale al de director. En una decisión más que cuestionable, porque no llega a ser ilegal, pero es claramente poco ética, porque implica sortear de manera oblicua el acuerdo senatorial, insoslayable para designar directores en el BCRA. Ante el retiro del pliego por parte del Senado, Henke debió abandonar el Central. Pero se quedó, siguiendo la misma línea de otros liberales críticos del Estado -como Alvaro y María Julia Alsogaray– que siempre han medrado a su sombra.
Un informe de auditoría interna del banco, de abril pasado, completa el retrato del hombre del CEMA, mostrando de manera inequívoca su negligencia y desinterés para preservar bienes públicos a su cargo. El informe alude a otro, de diciembre de 1999, dando cuenta de una investigación administrativa por la ausencia de seis laptop marca Compaq-Concerto 4/25 y dieciocho laptop marca Texas Instrument Ti Travelmate 4000.
Según los auditores cuatro de esos equipos fueron asignados “a los señores Eugenio Pendás, Pedro J. Donato y Juan Carlos Nougués, personas que no pertenecen actualmente a esta Institución”. “Diez (máquinas) desaparecidas fueron asignadas oportunamente al Ing. Henke.” Quien “reconoció que suscribió las planillas de asignación, con lo que objetivó su responsabilidad sobre los bienes de marras”, aunque aclaró que las laptop “no eran para él. Circunstancia que no llega a configurar un eximente de responsabilidad”. El Efecto Tequila sirve para todo. En otro párrafo, el informe revela que el actual subgerente general de Estudios Económicos “contestó con generalidades aludiendo al Efecto Tequila, evidenciando un desconocimiento total y absoluto sobre el paradero de las mismas (máquinas) y una continua falta de cumplimiento de las normas internas sobre desaparición de bienes”.
El informe de auditoría es duro y concluyente: “Distinta situación es la del Ing. Alejandro Henke, ya que de acuerdo a elementos colectados y declaraciones realizadas en la presente investigación, surge que el citado funcionario cometió irregularidades al desplegar conductas e incurrir en omisiones negligentes que implicaron un desconocimiento a las normas sobre cuidado y conservación de bienes del Banco”.
La instrucción también le reprochó “la demora en que incurrió para llevar a cabo la denuncia policial”, lo cual impidió que el seguro cubriera la falta a razón de 550 pesos-dólares por cada máquina. Por lo cual propuso que se le aplicara al funcionario una multa de 5500 pesos. La suma correspondiente a las diez Texas Instruments que estaban a su cargo.
Un dictamen, firmado por un inferior jerárquico de Henke y por una dependencia que no tenía atribuciones en el asunto, liberó al hombre del CEMA de la multa y la responsabilidad. En el camino, sostuvo una fuente, se interpuso la autoridad del vicepresidente primero Aldo Pignanelli, que no apareció en ninguno de los informes y memos a que dio lugar el episodio de las laptops, hasta que se produjo el dictamen. Recién entonces estampó su firma, generando en algunos hombres del Banco la suspicacia de que estuvo al tanto de forma directa e irregular, a cargo del propio interesado.
Lo que constituiría una nueva irregularidad, que vendría a sumarse a la anterior, y determinó una denuncia ante la Oficina Anticorrupción. Pero Henke está acostumbrado a sortear situaciones difíciles. Tuvo otro sumario referido a cómo se debe llevar administrativamente el trámite de los expedientes y cuando la Comisión Bicameral recomendó al presidente Fernando de la Rúa desplazar a Pou del BCRA, también propuso remover al superintendente que era Guillermo Leonardo Lesniewer y al funcionario más alto de la Superintendencia que era, precisamente, Henke. La guillotina, sin embargo, se detuvo ante estos dos últimos.
Otra acusación contra Henke es que era asesor de la Municipalidad de San Isidro mientras se desempeñaba en una altísima posición en el Central, locual supone una falta ética evidente y grave: nadie puede tener dos cargos en la administración pública y menos de ese nivel. Solamente los emolumentos percibidos en el BCRA por este partidario del ajuste y las reducciones salariales debía rondar los siete mil pesos-dólares mensuales. Henke argumentó ante la Oficina Anticorrupción que había presentado su renuncia a la Municipalidad de San Isidro y esta no se la había aceptado.
Sin embargo, estas situaciones en un ámbito donde redescuentos y coimas casi son sinónimos, resultarían pecata minuta. Aunque profundamente reveladora de que quienes exigen mandar decenas o centenares de miles de empleados públicos a la calle, se manejan con absoluta desaprensión cuando son ellos los que pasan la factura.
En junio de 1999 la Fundación Gobierno y Sociedad solicitó al BCRA 50 mil pesos-dólares para “contribuir a la financiación de un Proyecto de Investigación sobre un ‘Tratado de Asociación Monetaria’”, que también contaría con 30 mil dólares de la Fundación Adenauer y “tendría un presupuesto total de $80 mil”.
“La coordinación del proyecto -.dice un memo del Banco– estaría a cargo de los doctores Alfredo Canavese, Eduardo Levy Yeyati y Federico Sturzenegger (hijo de Adolfo Sturzenegger). El proyecto precisaría las distintas variables posibles de dolarización, enfatizando el análisis de la credibilidad de las políticas económicas.”
El proyecto fue aprobado por el directorio y se pagaron los 50 mil pesos dólares, pero nadie controló que lo hicieran y, según fuentes internas del Banco, no lo hicieron. Cualquiera que haya publicado un libro sabe que los autores tienden a demorarse para angustia de los editores. Pero 50 mil dólares, por un libro que no fue (o aún no es) sigue siendo una de las mejores regalías de que este cronista tenga noticia.
Este es el contexto, el clima, la atmósfera imperantes en ese Banco Central donde el viernes se rendirá homenaje a “la compañera Evita”. Un pequeño coto de caza donde el Estado, que abandonó a la inmensa mayoría de la población, sigue siendo “benefactor” a más no poder.
¿Qué dirá Pignanelli en esa presentación? ¿Cuál será la consigna?: “¿Si Evita viviera sería financiera?”.
Tal vez el presidente del BCRA quiera citar algún discurso de Eva Perón. Como aquel que pronunció en un prolongado grito el primero de mayo de 1952, tres meses antes de morirse: “Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora; porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras y entregan al pueblo de su Patria con la misma tranquilidad con que han vendido al país y sus conciencias...”.

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