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El país|Domingo, 4 de febrero de 2007
EL VOCERO DE BOTNIA EXPLICA LOS LIMITES DE LA EMPRESA

“¿Vio la foto? Está casi terminada”

Marko Janhunen explicó a Página/12 que Botnia quiere “colaborar” con la solución del conflicto, pero en una frase pintoresca dejó en claro que la fábrica de pasta papelera no se muda ni se mudará de Fray Bentos. Admitió que hablaron con el mediador español, pero dice que no recibieron propuestas.

Por Sergio Kiernan
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Hay varias maneras de mantener el famoso bajo perfil. Una es evitar hablar, escaparle a la prensa, lo que tiene costos políticos en situaciones de crisis como la que enfrenta a Argentina y Uruguay por las papeleras. Otra, más sutil, es la de preparar un discurso terso y opaco, que no diga mucho. Esa parece ser la estrategia elegida por la empresa finlandesa Botnia, cuyo vicepresidente para comunicaciones, Marko Janhunen, se muestra afable y abierto cuando se le pregunta sobre su crucial papel en el conflicto, y al que cuesta hacer aflojar. Según Janhunen, Botnia “está por supuesto lista a apoyar cualquier iniciativa que termine con el conflicto”, aunque aclara que para ellos la cosa no es con la firma: “Esto es un asunto diplomático, y nosotros somos una firma privada, no un gobierno”. Pero en la lógica del diálogo, tiene que admitir que hay un límite final, que la planta casi terminada en Fray Bentos no se muda.

La posición de Botnia ha sido consistentemente la de mostrarse como una empresa que acabó sorprendida por un conflicto que no provocó. Botnia se mostró “comprensiva” con las asambleas y los ecologistas, ya que pretender que la industria papelera es “limpia” sería francamente inverosímil; es un sector que tiene que dar muchas explicaciones, aquí y en la China. Pero en todo momento mantuvo también un aire casi ofendido, hablando de su tecnología de punta y hasta poniendo a sus ejecutivos a beber agua de lagos donde vertían sus plantas finlandesas, frente a los periodistas argentinos.

En las ya muchas semanas que lleva el conflicto, Botnia perdió a su vecina española Ence, que aceptó mudarse sin lugar fijo, y siguió adelante con su planta, ya casi terminada, inmune a todo corte, crítica o argumento. Los españoles, sin embargo, no salieron del conflicto, y Juan Antonio Yáñez Barnuevo, facilitador nombrado por el rey Juan Carlos, pasó esta semana viajando entre Buenos Aires y Montevideo para tratar de lograr que ambas partes dialoguen.

Esta diplomacia aérea también incluyó a la empresa, pese a sus protestas de no ser parte del problema. “Tuvimos una reunión con Yáñez –admite Janhunen– y le dijimos que la empresa por supuesto está lista a apoyar cualquier iniciativa que termine con el conflicto. Pero le explicamos también que ésta es una disputa diplomática entre naciones y nosotros no podemos ser realmente parte de ella, porque no somos un gobierno sino una empresa que opera en Uruguay bajo la ley uruguaya.”

–Usted dijo “cualquier iniciativa”, pero seguramente debe haber cosas que le resulten inaceptables.

–Todavía no recibimos ninguna propuesta, no nos dijeron nada del gobierno uruguayo. Hablaremos con Montevideo y en ese contexto nos dirán lo que necesitan que hagamos. Pero todavía no recibimos nada.

–Mudar la planta terminaría con el conflicto...

–¿Usted vio las fotos de la planta?

–Sí, está casi terminada.

–Exacto. Y tenemos obligaciones financieras, morales y legales con la gente que trabaja con nosotros, con los contratistas y los financistas, que no podemos ignorar. Mudar la planta no es una opción.

–¿Están dispuestos a considerar opciones como la del caño que desvíe los efluyentes o la pantalla vegetal que oculte el perfil de la planta desde la ribera argentina?

–No recibimos ninguna de esas propuestas de ninguna autoridad, y no puedo comentar sobre algo que no nos llega por canales apropiados. Discutiremos con el señor Yáñez o con las autoridades uruguayas las propuestas que nos hagan y las hablaremos con nuestros expertos.

–En resumen, esperan propuestas pero no las hacen. Simplemente siguen adelante con la construcción.

–Hablaremos con Yáñez sobre cualquier cosa que él defina como una posibilidad de resolver el conflicto. Pero quiero recordarle que la papelera no tendrá ningún efecto polutivo en Argentina o en Uruguay, como indicó el mismo Banco Mundial. No hay impacto negativo en la operación. Operaremos esa planta como operamos las otras, con la mejor tecnología y con compromiso de ser los mejores. No habrá impacto negativo y sí positivo, en lo social y económico, ahora para Uruguay y luego para la Argentina también.

“Adicionales”

Esta semana, el canciller español Miguel Angel Moratinos, supervisor de la tarea de Yáñez Barnuevo, anunció que los gobiernos en conflicto se reunirán finalmente en suelo español. La agenda del encuentro, si existe más allá de ejes principales (ver páginas cuatro y cinco), se guarda en el mayor secreto. Pero el español deslizó que también se realizarán “gestiones adicionales”, frase interpretada en Buenos Aires como un diálogo con Botnia. La reunión futura –no tiene fecha todavía– no despierta expectativas exageradas, pero los finlandeses, a través de Janhunen, salieron a marcar la cancha. Podrán hablar mucho, pero no se mudan.

Como muestra la foto, la planta está prácticamente terminada y para mediados de año comenzará a probar sus vastas instalaciones técnicas. Hacer papel es comparable a destilar petróleo, en el sentido de que es un proceso químico controlado en una gran serie de maquinarias interconectadas. Ajustar el proceso toma tiempo, pero a la vez presenta un hecho consumado y la posibilidad de comprobar, probeta en mano, si Botnia es tan limpia como afirma.

Las asambleas entrerrianas recibieron muy mal la posición de Botnia (como se detalla en la nota de página dos). La percepción es que, cuando Uruguay finalmente acepta un diálogo, aunque sea mediado y condicionado, la parte privada se endurece. Los asambleístas destacan que la única fuente de paz para ellos sería que los finlandeses imitaran a los españoles y se mudaran, posibilidad cada vez más lejana.

Con el corte en Gualeguaychú ya viejo de semanas, el de Colón dando señales de fortalecimiento y el de la más lejana Concordia emitiendo señales de vida nuevamente, los asambleístas sienten que fue su dureza en este verano la que llevó a Uruguay a aceptar el diálogo propuesto por los españoles. La idea tal vez contradiga la que tienen en la Cancillería en Buenos Aires, donde se destaca que el fallo de La Haya, rechazando el amparo pedido por Montevideo para que Argentina no corte los puentes, fue un elemento importante para flexibilizar a los uruguayos.

Pero para los asambleístas, su idea de triunfo justifica las medidas de fuerza sostenidas en el tiempo. Los trascendidos sobre posibles soluciones parciales –filtros extra en las chimeneas para evitar olores, una barrera vegetal que tape la fábrica, un inmenso caño de 30 kilómetros que aleje los efluyentes– no entusiasman a nadie en la costa de Entre Ríos. De hecho, afirmar que la dureza sirvió para que las partes finalmente negocien es un llamado a prepararse para peleas futuras.

Como dijo una asambleísta, “cada uno hace lo que le corresponde”, diplomáticos por un lado, vecinos por el otro. Lo que hace difícil cualquier pronóstico es que la empresa finlandesa parece tan inmóvil en sus posiciones como el asambleísta más firme.

Cuando un vocero empresarial comienza a hablar de sus “compromisos morales”, como hizo Janhunen, está transmitiendo una dureza fundamental. Y ya envuelta en un lenguaje de convicciones, no sólo de conveniencias.

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