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El país|Martes, 17 de abril de 2007
UN HOMBRE MATO A 32 PERSONAS Y SE SUICIDO EN UNA UNIVERSIDAD DE EE.UU.

Masacre en el paraíso de las armas

El ataque se convirtió en el peor crimen masivo en una casa de estudios norteamericana. El agresor mató a dos personas y dos horas después asesinó a otras treinta. Luego se suicidó. Cuestionan a las autoridades de la universidad porque no tomaron medidas preventivas después del primer ataque. El pánico se prolongó durante cinco horas.

Por Andrew Buncombe *
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Estudiantes escapan por el campus de la Universidad de Virginia Tech, en una foto tomada por un aficionado y publicada en Internet.

Desde Blacksburg, Virginia

Un hombre armado arrasó ayer el campus de una gran universidad técnica en la parte rural de Virginia, matando a por lo menos 32 personas en dos lugares distintos, en la peor masacre masiva de este tipo en la historia de Estados Unidos. La policía de Virginia Tech aseguró que el hombre armado luego se había suicidado: se informó que no era un estudiante de la universidad. Otras 20 personas resultaron heridas en los ataques que tuvieron lugar en un edificio de dormitorios y uno de aulas en el Departamento de Ingeniería de la universidad. Entre ambos ataques hubo más de dos horas de diferencia. El dato generó críticas a las autoridades de la universidad, que soslayaron el peligro y no tomaron medidas preventivas para evitar el segundo ataque, que fue el más letal.

El presidente de la universidad, Charles Steger, dijo que Virginia Tech estaba pasando por una tragedia de “proporciones monumentales”. Entre el pánico y la confusión era difícil, sin embargo, saber exactamente lo que había sucedido. El jefe de policía del campus, Wendell Flichum, les dijo a los reporteros que un solo hombre armado estuvo involucrado y que estaba muerto. El asesino, descripto como de origen oriental, con campera negra y gorra de béisbol, aparentemente buscaba a su novia, estaba armado con dos pistolas de 9 milímetros y terminó matándose, en circunstancias que todavía se desconocen. Su identidad no fue difundida por la policía.

Tres personas esposadas fueron vistas siendo escoltadas de Norris Hall, el edificio de aulas donde sucedió la mayor parte de los disparos, lo que sugirió la posibilidad de algún tipo de conspiración criminal.

El sistema de correo electrónico de la universidad estaba lleno de diferentes relatos de testigos oculares y deshilvanadas imágenes grabadas de los teléfonos celulares, ninguno de ellos ofreciendo algo más que vistas parciales. Amie Steele, editor del diario del campus, describió la escena como un “caos masivo”, con los estudiantes corriendo alrededor, en estado de pánico, y los oficiales de policía tratando de calmarlos.

La policía del campus selló el lugar y los automóviles de los escuadrones se apilaban en las calles y los estacionamientos. La policía del estado de Virginia y por lo menos dos agencias federales, el FBI y la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, estaban en la escena.

La violencia se desató alrededor de las 7.15 de la mañana (hora local) en el cuarto piso del edificio de dormitorios de West Ambler Johnston. Por lo menos dos personas recibieron disparos ahí, según los informes preliminares, gatillando un cierre de toda la universidad. Otros dos estudiantes saltaron por la ventana y fueron vistos quejándose de dolor en el piso de la planta baja. “Un chico se quebró el tobillo y la otra chica no estaba en buen estado, tirada en el piso”, le dijo a CNN el testigo ocular Matt Waldron.

Llevó un par de horas para que la mayoría de la gente se diera cuenta de lo que había pasado. Los residentes de West Ambler Johnston, que alberga a 895 estudiantes, escucharon a los funcionarios de la universidad golpeando en sus puertas y diciéndoles que se quedaran quietos. “Estábamos todos encerrados en nuestros dormitorios mirando por Internet, tratando de imaginar lo que estaba sucediendo”, les dijo la estudiante Aimée Kanode a los periodistas. A nadie, en esa etapa, se le prohibió entrar al campus o ir a sus laboratorios y aulas. A las 9.30, el estudiante Hector Takahashi estaba en clase en un edificio cerca de Norris Hall cuando la conversación giró sobre los disparos en el dormitorio. “Entonces de pronto todos empezamos: ‘Guau, ¿esos son disparos?’”.

Escucharon dos balazos rápidos, luego una pausa, luego una descarga de por lo menos 30 disparos más, dijo. El agresor había entrado en una clase de idioma alemán, mató al profesor y a quince de los alumnos.

No todos fueron alertados del peligro con la misma rapidez. “Destrozaba los nervios”, dijo David Harris, un trabajador en el Centro de Sistemas de Conductas Aplicadas del campus. El no podía oír el caos que había en Norris, pero recibió el primer correo electrónico y luego otro anunciando que había habido disparos en el campus e instando a todos a retirarse de las ventanas.

Por los altoparlantes de la universidad una voz comenzó a informar una y otra vez: “Esto es una emergencia, busquen protección dentro de los edificios inmediatamente”. Le tomó a la policía otras tres horas para dar la señal de que todo se había terminado y aún entonces los detalles del ataque fueron escasos. La cifra inicial de muertos sugería que éste era el ataque más mortífero que jamás ocurriera en una universidad estadounidense, superando los hechos de agosto de 1966 en la Universidad de Texas, en Austin, cuando un hombre mató a su mujer y a su madre y luego se trepó a una torre en medio del campus y abrió fuego sobre los estudiantes abajo. La cifra de muertos de ese incidente fue de 15, el mismo número de los que sucumbieron en Columbine High School en abril de 1999, en lo que queda como la más letal matanza masiva en una escuela en Estados Unidos.

Los expertos rápidamente estuvieron de acuerdo en que la cifra de muertos, que llegó a 32, representa un nefasto nuevo hito. “No hay un precedente nacional”, dijo Catherine Bath, de la empresa Security on Campus, un grupo sin fines de lucro que rastrea los disparos en escuelas y facultades.

Blacksburg, una pequeña ciudad que provee a Virginia Tech y a sus 26 mil estudiantes, es un remoto lugar tranquilo de Virginia, cerca de sus fronteras con Virginia del Oeste al norte y oeste, y con Carolina del Norte al sur. Esta no es la primera vez, sin embargo, que se ha enfrentado con la violencia, o la perspectiva de violencia. El viernes pasado, una amenaza de bomba condujo al cierre de tres edificios del campus. Una amenaza similar, escrita, de una bomba llegó a la universidad al comienzo de este mes. No se sabe si los disparos y las amenazas de bombas estaban relacionados.

El campus también soportó momentos de drama en agosto, en el primer día del nuevo año escolar, cuando un convicto escapado de una prisión cercana aparentemente mató a un guardia de hospital a la salida del campus y luego le disparó al subcomisario que formaba parte de la fuerza policial enviada a buscarlo y recapturarlo. El convicto, William Morva, enfrenta ahora cargos de asesinato.

Las medidas de seguridad son estrictas y no se espera que haya clases hasta mañana como muy pronto. “Virginia Tech ha cancelado todas las clases”, decía una declaración de la universidad. Se les pidió a aquellos que estaban en el campus que se quedaran donde estaban, cerraran con llave sus puertas y permanecieran lejos de las ventanas. A las personas de afuera del campus se les pidió que no fueran al campus.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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