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El país|Viernes, 11 de mayo de 2007

Lavagna, con seguidores para todos los gustos

El ex ministro lanzó su candidatura a presidente con el respaldo de Raúl Alfonsín y acompañado de algunos dirigentes peronistas. El acento estuvo puesto en las críticas al gobierno de Néstor Kirchner.

Por Eduardo Tagliaferro
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El ex ministro Roberto Lavagna hizo su acto en el Gran Rex.

A sala llena, podría titularse al acto en el que Roberto Lavagna se presentó como candidato a presidente. Más de dos mil personas desbordaron el Gran Rex. En el ecléctico abanico de seguidores, sobresalió la liturgia radical. Lejos de los bombos sudados golpeados por una manguera, en esta ocasión aparecieron junto a tamboriles y trompetas en un aire de orquesta. Cuidado, sin detalles librados al azar, el candidato dejó el saco de su traje azul a rayas y se arremangó la camisa antes de comenzar con la lectura de las 16 páginas de su discurso. Un texto que escribió en soledad y que sólo consultó con uno de sus asesores: el ex diputado Alberto Coto. Se alejó de los tradicionales tonos académicos, pero no tanto. Hizo propuestas, repasó su vida política y personal, pero el acento dominante fue su crítica al gobierno de Néstor Kirchner.

“Miren la provincia de Santa Cruz después de quince años de gobierno de los Kirchner. Mírenla bien ahora que está dramáticamente en los diarios. Un modelo extractivo paternalista y autoritario no puede generar desarrollo”, fue uno de los momentos más aplaudidos de su casi una hora de discurso. Lavagna destacó que “crecer es más fácil que desarrollarse”.

Acompañado por el jurista Ricardo Gil Lavedra a su izquierda y por el ex senador Hipólito Solari Yrigoyen a su derecha, la presencia destacada de la primera fila era la del ex presidente Raúl Alfonsín. A sus espaldas, en la segunda fila, se sentó su hijo Ricardo. En la tercera fila detrás de las espaldas de Ricardo Alfonsín se ubicó un histórico del menemismo, el pampeano Jorge Matzkin. En las segundas y terceras bandejas estaban los militantes más empapados del tablón futbolero. De esas bandejas colgaba una enorme bandera azul y blanca que solamente llevaba el nombre de su mentor: Camaño. En referencia al duhaldista, ex titular de la Cámara de Diputados Eduardo Camaño. A esa bandera la flanquearon dos con la firma del caudillo de Moreno y el titular del procesista Partido Nacionalista Constitucional, Alberto Aseff. El público alternaba sonrisas desbordantes con miradas neutras. En la tercera fila y muy atenta al discurso, se pudo ver a la ex vedette Zulma Faiad. Unas filas más atrás y acompañada por una muleta se sentó la ex diputada peronista Inés Pérez Suárez. A dos asientos suyos se podía ver al circunspecto ex juez de la Corte Augusto Belluscio. Unas butacas más atrás y con su inconfundible moñito, se destacaba el ex juez Julio Cruciani. Fiel a su estilo, en la última fila, se encontraba el ex ministro de Interior Enrique “Coti” Nosiglia.

Los radicales R, como se denomina a quienes se oponen al acuerdo con Lavagna, protestaron frente a las puertas del Gran Rex. Sobre la calle Corrientes unas cuantas banderas rojas de los trabajadores radicales levantaba la consigna “somos el 14 bis de la Constitución Nacional”. Las dos pantallas que se ubicaron sobre el escenario repasaron la historia argentina. Las imágenes de San Martín se mezclaron con las de Sarmiento y las barras se repartían en aplausos. La foto de Evita sumaba los mayores respaldos hasta que apareció la imagen de Alfonsín. El teatro se levantó al grito de: Alfonsín, Alfonsín y el ex presidente reprimió una sonrisa que por una fracción de segundos se insinuó en sus labios.

Terminó el video, se bajó el telón y cuando volvió a subir tres filas de escalones ubicaron a una treintena de dirigentes que saludaban al público. Los radicales Gerardo Morales, Ernesto Sanz, alternaban con los peronistas Eduardo Camaño, Jorge Sarghini, Eduardo Rollano y Marina Cassesse. El candidato apareció desde el público en el mismo momento en que el papel picado dominó el escenario.

En su hora de discurso, Lavagna criticó con dureza “el populismo clientelista” y el tono crispado de Kirchner. Se sintió obligado de explicar por qué enfrentaba a Kirchner “si trabajamos bien hasta fines de 2005”. Explicó que luego de las elecciones el patagónico mal interpretó el resultado electoral y cambió el rumbo económico. En lo económico se reivindicó desarrollista, republicano en lo institucional y en lo social convocó a “una cruzada contra la pobreza”.

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