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El país|Domingo, 4 de agosto de 2002
QUE VA A VER EL SECRETARIO DEL TESORO EN SU TOUR DE LA POBREZA

Una gira mágica para Mr. O’Neill

Hospitales vencidos, salitas sanitarias, calles de tierra, casillas, en el menú del tour para mostrarle nuestra miseria.

Por Marta Dillon
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La gira de O’Neill incluye (o no) una recorrida por el hospital Eva Perón y barrios aledaños.
El viernes a la noche fue la última vez que los vieron. Desde las ventanas del Hospital Municipal Eva Perón, los empleados vieron volver la van blanca, larga, mucho más larga que cualquier otra camioneta que hayan visto nunca. Y a los hombres de “anteojos ahumados, cosa de yanquis”, como los describió el director, Norberto Levato. Que no hubieran llamado tanto la atención si no llevaran sus lentes en la noche más cerrada. Ese es el dato más certero sobre el descenso del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O`Neill, al conurbano bonaerense. El hombre de la industria pesada del gran país del norte quiere tomar contacto con la cruda realidad argentina. Pero por lo que se sabe hasta ahora de su recorrido –una Unidad Sanitaria, una guardería y aquel hospital– el choque con la pobreza nacional será amortiguado por los buenos oficios de Raúl Othacehé, ferviente duhaldista, que se prepara para mostrar caminos humildes pero bien planchados. De eso se ocupaba, al menos, una cuadrilla de obreros municipales que rellenaba a toda máquina los huecos del pavimento por donde debería pasar la comitiva norteamericana.
“Las veinte verdades peronistas”, “Subcomando Merlo Norte”, “Grupo de Trabajo”: los nombres de las unidades básicas con su escudo y su proclama de Duhalde presidente, Othacehé conducción, irán pasando por la ventanilla del auto en el que viajará O`Neill, hasta sumar ocho a través de diez cuadras de la avenida Yrigoyen hasta el Hospital Eva Perón, si es que se confirma el tour anunciado. No se sabe si se detendrán en los semáforos, de ser así seguramente se abalanzarán sobre el parabrisas los chicos con sus baldes y sus limpiavidrios reclamando monedas. O puede ser que ni siquiera limpien y pidan las monedas igual, como ese rubio que no alcanza a la ventanilla pero estira su mano pidiendo. O`Neill no podrá esquivar volando esta especie de peaje, por seguridad le prohibieron el helicóptero y también por seguridad está puesto en duda lo que hasta la semana que pasó era un hecho: un hospital y una escuela de Merlo y una planta fabril –podría ser Nabisco o Ford–. Sobre el viernes, desde el Ministerio de Economía se hablaba del Barrio Argentino, también en Merlo, donde se vería la Unidad Sanitaria y la guardería, ya visitada por funcionarios del Banco Mundial en mayo.
Es en la entrada de este barrio donde las cuadrillas de obreros alisan un mejorado –no llega a ser pavimento– por el que se debería transitar si es que efectivamente el ilustre visitante llega a la Unidad Sanitaria 34. Las dos administrativas y una enfermera recuerdan las declaraciones de O`Neill hablando del sinsentido de asistir con dinero a la Argentina porque éste termina en cuentas en Suiza. Y muestran las carteleras de cartulina de colores que grafican el funcionamiento de la salita, en red con las manzaneras, las comadronas –ambas creaciones de la primera dama Chiche Duhalde–, las escuelas y los hospitales del distrito. “Acá se trabaja y mucho, tenemos chicos desnutridos y embarazadas con bajo peso, pero asistimos con el plan Promin y mejoramos mucho”, dice la enfermera. Se trata de un plan que financió el Banco Mundial hasta el año pasado y desde entonces a cargo del tesoro municipal. ¿Tienen datos sobre una posible visita de funcionarios extranjeros? Ni sí, ni no. La salita tiene edificio nuevo desde hace dos años: cuatro consultorios, posta para vías respiratorias, obstétricas para atender a las embarazadas, un médico clínico y tres pediatras. Es una salita blanca de pisos de cerámica, prolija y limpia. Ninguna visión demasiado escandalosa de la pobreza.
Si el cuestionado secretario del Tesoro llegara a este barrio vería un conglomerado de casitas bajas, de material, con calles de tierra alisadas. Esa es la postal posible desde el “mejorado”. Cuesta pensar que la comitiva se adentre en las calles de tierra o costee la ribera de un río sin nombre, casi un zanjón, en el que se amontonan construcciones mucho más precarias y montañas de basura que los perros descuartizan porque no hay sobras que alimenten esos cuerpos escuálidos. Parece un barrio humilde pero ordenado, con sus grupos de jefes y jefas de familia barriendo loscordones de las pocas vías asfaltadas, y prolijas pintadas en celeste y blanco en apoyo al presidente. En la puerta de la guardería que se supone formará parte del recorrido, un cartel llamativamente grande recuerda que para el próximo miércoles los niños deberán llevar un dibujo de sus casas que deben hacer junto a sus padres. ¿Será para mostrarlo al enviado del norte? No lo saben los chicos que juegan al fútbol en el potrero junto a la guardería –también felicitada por la misión del Banco Mundial de mayo- y echan a volar el polvo con sus zapatillas remendadas varias veces. El mayor, no más de nueve años, dice que también vio a unos “señores con anteojos que estuvieron con la señorita”, pero no hay adulto que confirme.
El director del Eva Perón también está preparado, por las dudas. Desde el martes pasado está instalado también en el establecimiento Víctor Rumolo, subsecretario de comunicaciones de la municipalidad del distrito en que las asambleas barriales fueron apaleadas por patotas. Los asambleístas heridos en marzo pasado habían denunciado que en el Eva Perón no los habían querido atender y cuando se le pregunta al director Rumolo se apura a contestar que Levato sólo puede hablar de temas de salud. Y nada más. Pero el director, ansioso por demostrar que “no podemos pagar todos por lo que hizo uno”, en referencia al desvío de dinero a cuentas en Suiza, afirma que “en este hospital no se discrimina a nadie”. Eso sí, recuerda a “una persona que en ese día fue derivada al hospital de Rodríguez”. ¿Qué tipo de heridas tenía? “Cómo quiere que me acuerde –se ofende Levato–, acá atendemos 30 mil personas por mes.” El director es un hombre de memoria selectiva. ¿Llegará O`Neill a vislumbrar esos matices de la decadencia argentina?

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