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El país|Domingo, 27 de mayo de 2007
EL TE DEUM Y EL ACTO EN MENDOZA

Identidades

Sin anuncios explícitos, el acto en Mendoza ratificó la lenta disolución de identidades partidarias en un proceso de fusión simbolizado por la toma de manos de la pareja presidencial con el gobernador radical Cobos. Varias decisiones importantes en una semana de distensión y un Te Deum con un claro contenido político. Sigue pendiente una resolución sobre el Obispado castrense: continuidad, reforma o disolución.

Por Horacio Verbitsky
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Tal vez porque la oratoria no es su fuerte o porque hay cosas que aún no quiere decir, el presidente Néstor Kirchner ha desarrollado otras formas de comunicación que completan el mensaje. El cartel que decía “La Patria es de todos” como imagen de fondo mientras él alzaba las manos de su esposa CFK y del gobernador mendocino Julio Cobos es un buen ejemplo. En todo caso, no hubo ningún anuncio más concreto sobre la conformación de la fórmula que en octubre competirá por la presidencia y que marca la lenta pero persistente disolución de las identidades partidarias tradicionales, que van quedando como hilos con los que se borda un nuevo entramado. Así lo decía hace dos décadas el ex presidente Raúl Alfonsín y así lo implicó el viernes quien ocupa hoy el liderazgo partidario vacante, con sus menciones al aporte histórico de peronistas, radicales, desarrollistas y socialistas. Kirchner apareció relajado y sonriente, en la culminación de una semana que trajo novedades en distintos frentes: la decisión de despedir a funcionarios de cualquier nivel que aparezcan implicados en episodios de corrupción; el levantamiento del paro de los docentes de Santa Cruz, al cabo de complejas negociaciones; la revocación de la licencia de los ferrocarriles Roca y Belgrano Sur a un hombre de paja de las inversiones del Arzobispado de Buenos Aires; la inminente creación de un esquema múltiple para administrar el transporte ferroviario (con un Ente Regulador, una Administración de Infraestructura, una empresa estatal para explotar las líneas cuyas concesiones revirtieron al patrimonio público y que por ahora maneja una UTE compuesta por los demás concesionarios, y una instancia de coordinación entre esa empresa y las privadas que seguirán prestando el servicio en las líneas restantes); la creación de un programa de Verdad y Justicia que deberá sacar del pantano los procesos por el terrorismo de Estado, a cargo del politólogo Marcelo Sain, quien cumplirá esas funciones ad honorem y retendrá la dirección de la Policía de Seguridad Aeroportuaria; la difusión del primer reportaje a agenda abierta que Kirchner concede a una periodista no complaciente con su gobierno.

De Buenos Aires a Mendoza

Como en Mendoza no hubo precisiones electorales más explícitas, la celebración del 25 de mayo deja espacio para el análisis de las relaciones del gobierno con la principal iglesia del país, la Católica, Apostólica, Romana. Eduardo María Taussig es uno de sus obispos más recientes. Egresó del seminario porteño en 1982 y hace menos de tres años el cardenal jesuítico Jorge Mario Bergoglio le impuso las manos, símbolo de sucesión apostólica. Desde entonces conduce la diócesis de San Rafael. El viernes ofició la misa y leyó la homilía en presencia del presidente porque el arzobispo de Mendoza, José María Arancibia, estaba en Brasil donde participaba junto con Bergoglio y otros prelados en la asamblea general del Episcopado latinoamericano. Su predicación fue muy distinta de la que el año pasado Bergoglio asestó en la Catedral porteña al gobierno nacional en pleno.

El presidente del Episcopado se regodeó entonces en cada uno de los reproches que la oposición dirige al presidente y a su gobierno. Su belicoso discurso político implicó que Kirchner recurre a la propaganda y al juego de fuerzas para imponerse; que su poder y autoridad nacen de la manipulación, el amedrentamiento o la prepotencia; que se niega a la transitoriedad, a aceptarse como uno más del pueblo; que cultiva el hábito de polarizar y excluir; que busca enemigos y culpables sólo afuera; que practica la exclusión del contrario, la confrontación y el choque; que hace leña del árbol caído y consiente el abuso y la corrupción. Nada de eso forma parte de las bienaventuranzas bíblicas, como tampoco la hipótesis de que un presunto “permanente enfrentamiento nos deja rehenes de los imperios”. Esta última frase, propia de la guerra fría, no está tomada de los Evangelios sino del bagaje de Guardia de Hierro, la organización reaccionaria protegida por el ex almirante Massera, de la que Bergoglio formó parte. Desde entonces no ha escatimado gestos para unificar todas las fuerzas dispersas, de modo de presentar batalla a Kirchner y hace cinco semanas, al inaugurar la Asamblea Plenaria de los obispos argentinos, dijo que la Iglesia era difamada y perseguida. Sólo pudo ofrecer ejemplos de tiempos y lugares remotos, porque no hubiera quedado muy apostólico que mencionara los procesos contra el capellán policial Christian von Wernich y el cura pedófilo Julio César Grassi, que en vano trató de impedir y que exponen la realidad terrenal de una institución que prefiere amonestar desde los cielos.

El federalismo

Durante el reportaje con Magdalena Ruiz Guiñazú, Kirchner explicó que no mudó el Te Deum Laudamus a Mendoza para eludir el sermoneo impertinente de Bergoglio, sino porque como provinciano prefiere llevar el festejo de las fechas patrias a distintos lugares del país. Agregó que no le parecía dramático polemizar con el cardenal en aquellos puntos en que disientan, ambos como ciudadanos con iguales derechos. Claro que esa horizontalidad es inaceptable para la Iglesia, que se refiere a sí misma con la modesta expresión El Magisterio.

El tono y el contenido de la homilía de Taussig en Mendoza no podrían haber contrastado más con los de Bergoglio. Pero esas mismas diferencias ayudan a entender cuánto permanece de inmutable en ese tipo de ceremonia, cuya mera reiteración menoscaba la soberanía popular y la somete a una autoridad que se pretende superior. Por cierto, esos signos no son de comprensión simple ni inmediata.

Sin la entonación meliflua que enmascara la crispación, Taussig leyó un mensaje sereno y que culminó con un saludo cordial a Kirchner y a su esposa CFK, con abrazo y sonrisas incluidos. En la primera mitad reseñó la historia de esa ceremonia, lo cual revela la conciencia que la Iglesia romana tiene de que en la Argentina el Te Deum ya no es tan natural como el sol y la nieve y por primera vez motiva reflexión y análisis. El obispo de San Rafael recordó el origen medieval del himno que se canta en alabanza de Dios, su trasplante a la Argentina colonial y su continuación luego de la Independencia. Mencionó los Te Deum celebrados en los primeros años de vida independiente del país pero por supuesto se abstuvo de recordar que la Asamblea Constituyente de 1813 declaró al Estado “independiente de toda autoridad eclesiástica”, que en 1816 el papa Pío VII exhortó a los arzobispos y obispos “de la América Católica súbdita del Rey de España” a condenar “los movimientos sediciosos” contra la debida sumisión a las autoridades y a no escatimar esfuerzos para arrancar y destruir la funesta cizaña de la rebelión, y que su sucesor, León XII, dispuso en 1824 que los eclesiásticos ilustraran a los fieles sobre las virtudes del católico rey Fernando, “nuestro queridísimo hijo en Cristo”.

Taussig usó una metáfora de apariencia ingenua para fundamentar la subordinación que la Iglesia apostólica pretende del poder civil. Contó que un niño formuló la pregunta fundamental ¿para que hemos sido creados? Su catequista le respondió: “Para conocer, amar y servir a Dios”. El chico pensó que eso sería muy aburrido, pero al crecer y madurar percibió la sencilla profundidad y riqueza de esa lección. Por si el texto escrito no hubiera sido bastante claro respecto de lo que la Iglesia Católica espera de las autoridades, el prelado improvisó durante la ceremonia que el niño era como cualquiera de los presentes y podía llamarse Eduardo María, Néstor, Cristina o Julio, los nombres de pila del propio Taussig, del presidente, de su esposa y del gobernador mendocino. No menos sutil fue la referencia a una ley superior, que la Iglesia Católica llama “natural”, y que Dios habría inscripto en la conciencia de cada persona. Tampoco se privó de recordar que el primero de esos mandamientos dice “amar a Dios sobre todas las cosas” y sostuvo que el cuarto, “honrarás a tu padre y a tu madre” funda el amor a la patria, la tierra o herencia de los padres. Para servir bien a la patria, es necesario observar el decálogo, agregó, y la fidelidad a Dios es necesaria para erradicar el crimen y la deshonestidad en la tierra heredada. En síntesis: la Patria es católica y más vale que los gobernantes dejen de conducirse como niños, maduren y lo entiendan de una buena vez.

La democracia

La gran novedad fue la alabanza eclesiástica a la democracia, aunque escondió algunas espinas. El sacerdote agradeció a Dios por la inminencia de la sexta elección presidencial consecutiva en dos décadas. Dijo que a lo largo de la historia, los desencuentros entre los argentinos impidieron muchas veces que “fuera el pueblo el que confiriera la autoridad y mando” (expresión de Cornelio Saavedra) y frenaron “nuestra fidelidad a la democracia” (según una cita de Benedicto XVI, que amplió luego). Con una precisión histórica poco común en este tipo de oraciones recapituló que “de 1930 a 1983, sólo dos presidentes concluyeron el mandato para el que fueron elegidos”. Es una lástima que no haya ahondado en el rol que cumplieron para que ello ocurriera los cuerpos episcopales de la época y el Vicariato castrense, como sustento dogmático del Partido Militar y legitimación espiritual de sus intervenciones. Recién en el ocaso de la última dictadura, con el documento “Iglesia y Comunidad Nacional”, la jerarquía católica se resignó a la democracia. Taussig comenzó su carrera sacerdotal en 1982, al año siguiente de ese documento, por lo que no hay motivos para dudar de la sinceridad de su agradecimiento. Con otra cita de Benedicto XVI, quien a su vez citaba a Pablo VI, y a quien Taussig confundió en un tramo con Juan Pablo II, instó a “la fidelidad a la democracia”, que “puede garantizar la igualdad y los derechos de todos”, en especial “de los débiles o marginados”. Pero la “condición de posibilidad de una democracia real y no aparente” sería la búsqueda de “la verdad”, que es como la humilde Iglesia católica llama a su propia doctrina. “De aquí la invitación a trabajar para que aumente el consenso en torno a un marco de referencias comunes. De lo contrario, el llamamiento a la democracia corre el riesgo de ser una mera formalidad de procedimiento, que perpetúa las diferencias y acentúa los problemas”. No es necesario aclarar quiénes cree la Iglesia Católica que están llamados a fijar ese marco y cuáles son las referencias comunes que está dispuesta a aceptar.

La súplica

Lo puso de manifiesto en la súplica que sucede a la alabanza y que constituyó el golpe maestro de la ceremonia. Taussig hizo leer por dos monaguillos los siete puntos del programa que la Asamblea Episcopal difundió el 28 de abril como desafíos prioritarios en este año electoral y dispuso que los fieles imploraran a Dios por su cumplimiento. Los jovencitos leyeron:

“Preservemos la vida, don de Dios y el primero de los derechos humanos, desde el momento de la concepción y cuidemos su existencia y dignidad hasta su fin natural”. El presidente y el vice, sus esposas, los ministros del gabinete nacional, los gobernadores de las provincias argentinas, musitaron obedientes: “Te suplicamos, Señor”. El diálogo siguió así:

–Que la familia, fundada en el matrimonio entre varón y mujer, se fortalezca como célula básica de la sociedad y sea la primera responsable de la educación de los hijos.

–Te suplicamos, Señor.

–Que el bien común prime por sobre los bienes particulares y sectoriales, fortalezca los tres poderes del Estado, cuya autonomía se hace imprescindible para el ejercicio de la democracia, y se afiance por la sanción de leyes justas y por su acatamiento.

–Te suplicamos, Señor

–Que la inclusión de todos los ciudadanos permita a todos la participación en los bienes espirituales, culturales y materiales.

–Te suplicamos, Señor.

–Que el verdadero federalismo contribuya al fortalecimiento institucional de las provincias, con su necesaria y justa autonomía respecto del poder central

–Te suplicamos, Señor.

–Que la sociedad crezca en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos que se traduzcan en políticas de Estado, que orienten hacia un proyecto común de Nación.

–Te suplicamos, Señor.

–Que la fragmentación y enfrentamientos, que se manifiestan tanto en la impunidad como en desencuentros y resentimientos, den paso a las condiciones para establecer una paz verdadera con la restauración de la justicia, la reconciliación y el perdón.

–Te suplicamos, Señor.

En una de las filas de bancos de la basílica escuchaban con sus pañuelos blancos cinco Madres de Plaza de Mayo, que saben cómo se traduce al lenguaje político argentino la reconciliación y el perdón que postula la jerarquía episcopal.

La información histórica suministrada por el obispo de San Rafael queda incompleta si no se agrega que la celebración del Te Deum no tiene rango constitucional ni legal, que es apenas una costumbre anacrónica y que solicitarlo o no constituye una facultad de los autoridades políticas. Kirchner llega al final de su mandato sin haberse perdido ni uno.

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