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El país|Domingo, 17 de junio de 2007
OPINION

Una parodia intitulada

La revelación sobre Juan Carlos Blumberg. De cómo se puso en cuestión la palabra de un pretendido líder moral. La voz de sus (¿ex?) aliados. El veloz despegue de Macri. Reseña de una relación que venía deteriorada. Las dudas sobre su futuro político.

Por Mario Wainfeld
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Nadie hubiera dicho que Juan Carlos Blumberg, tan germánico él, tuviera vasos comunicantes con tantos pseudo doctores nativos, tantos italianos disfrazados de comendatore, tantos mexicanos que se pretenden licenciados. Para su suerte, las reformas penales que forzó no llegaron a la usurpación de títulos, que tiene penas benignas, tan sólo una multa.

Conocida que fue su impostura, bien investigada por este diario en su edición del viernes, se produjeron reacciones notables. Blumberg se paralizó, abandonó su activismo y sus incursiones mediáticas. Calló, otorgando. También incurrió en un error político que quizá aluda a su condición de novato o al contrapeso que implica su soberbia: demoró una respuesta que inexorablemente debe dar, alimentando una bola de nieve de desprestigio.

En tiempo real, sus aliados políticos más cercanos lo decretaron mancha venenosa. Mauricio Macri tomó distancia de él a la misma velocidad (alta) con que se despegó de Jorge Sobisch tras el asesinato del docente Carlos Fuentealba. Usurpar títulos no es PRO, parece. Para ser más precisos: insinuar un nubarrón en la marcha de “Mauricio” a la Jefatura de Gobierno es un pecado capital, penado con el exilio, hasta aquí transitorio.

Un fantasma recorre las huestes macristas, es el tener un talón de Aquiles electoral. Nada que se le parezca debe emerger o pervivir cinco minutos. La magnitud y la duración del fenómeno se medirán en cuestión de semanas, no de horas. Lo cabal es que Blumberg cayó en desgracia entre sus aliados. Maticemos, verosímilmente no cayó sino que fue empujado por manos de presuntos amigos.

Ocurre que nuestro protagonista es un hombre de temer que sabe hacerse odiar.

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Hace poco más de tres años Blumberg remató su tercera movilización masiva en una reunión con Felipe Solá y León Arslanian. Cuando se hizo la crónica de ese encuentro, Página/12 recogió la pintura de Blumberg que hicieron altos funcionarios bonaerenses. “Era mister Hyde”, cifró un asistente al encuentro, aludiendo al perverso alter ego del Dr. Jekyll, un hombre bondadoso y, ejem, profesional recibido.

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La corrección política que profesa Blumberg tuvo pocos renuncios públicos, aunque graves. En su momento de clímax vituperó a los organismos de derechos humanos. Fue tan torpe que hasta el diario La Nación le propinó un didáctico coscorrón, en medio de un torrente de caricias. Luego fue ferozmente descalificador con el pibe Bordón, asesinado por la policía de Mendoza. Masculló disculpas tardías, inconvincentes.

Los derrapes han sido significativos pero escasos.

Pero entre cuatro paredes, el ethos autoritario se expresa de modo, digamos, silvestre. Ese no es sólo el relato de la primera línea del gobierno bonaerense, que lo aborrece, también el de quienes (todavía) exploran llevarlo como candidato.

Volvamos al pasado, más cercano e íntimo.

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Blumberg intervino en el armado de la lista de legisladores de PRO. Gerardo Ingaramo, ahora diputado porteño electo, es un hombre de su riñón, coyunturalmente afectado por una afonía súbita y total.

El tironeo previo fue, comentan dirigentes que lo vivieron en carne propia, digno de verse. “Entró hecho una furia, con un organigrama en la mano. Tenía una lista con 40 cargos que reclamaba para su gente” rememora uno de ellos. Le dije “yo he militado en el PJ por años y jamás vi una cosa así. Eso es algo peor que la vieja política, es la peor política”. “No atendía razones, gritaba y se peleó con todos, hasta con Gabriela Michetti, que lo rebatía, pero con mucha corrección”, explica otro circunstante, nacido de otro gajo político. “No era apenas la discusión, me da la impresión de que no se banca que una mujer le rebata algo.”

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La gravedad de las falsedades de Blumberg está por verse, su primer impacto fue formidable. Está claro que es proporcional a la eminencia ética que se arrogó (y que tantos le concedieron) el titular de la Fundación Axel. La falacia destituye más a aquel que porta chapa de autoridad moral.

Hay otro aspecto, acaso menos patente, que también debe sopesarse. Blumberg no sólo funge como paradigma, también como titular de un enorme saber. Controvierte a personas más interiorizadas que él (los penalistas, los especialistas en seguridad, los funcionarios). Polemiza con las encuestas oficiales, en base a “las llamadas que recibe”. Siempre ha difundido, y mucha Vulgata periodística convalidó, sus propias cuentas sobre secuestros extorsivos, robos con armas o delitos de sangre. ¿Cuál será la credibilidad pública de esos números tirados a la bartola, ahora que el ingeniero está desnudo?

Y, puesto en términos más pragmáticos, ¿seguirá “midiendo bien” esa aura que tanto embellece, que todo lo disimula?

En tiendas que le eran contiguas hay quien duda.

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“Mauricio reaccionó un poco intempestivamente, pero Blumberg lo venía cansando. Presiona y presiona. Hace una semana amenazó con convocar una convención de sus aliados, justo en mitad de la campaña. Era un apriete, lo paramos en seco”, comenta un Mauricio-man.

“¿No sigue siendo Blumberg el candidato opositor a gobernador con más intención de voto en la Provincia de Buenos Aires?”, indaga Página/12. “Habrá que chequearlo después del 25”, se pone escéptico el interlocutor. Y lanza puñados de sal: “Su relación es con Jorge Macri, no sé si pasa por su mejor momento. En las últimas semanas, crecía la posibilidad de una fórmula De Narváez-Jorge Macri, a Blumberg se lo veía como primer diputado”.

La ambición del ídolo caído, chismorrean, es mucho más alta, incluso coquetea con una candidatura presidencial.

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Vertiginoso fue el ascenso público de Blumberg, ulterior a una irreparable pérdida personal. Se enancó, a su modo, en una tradición más noble de víctimas de la violencia. El también habló en nombre de su hijo asesinado, reclamó en la plaza pública, pidió justicia. La derecha argentina encontró su remedo de los organismos de derechos humanos.

Notable fue su sino, se transformó en eficaz lobbista de los pliegos de condiciones de las policías bravas, siendo que Axel Blumberg sucumbió como consecuencia de las tropelías y la torpeza de la mejor de todas.

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Cuesta imaginar que Blumberg será defenestrado como candidato. Es, de lejos, el mejor prospecto que tiene PRO, el único candidato taquillero (aparte de Mauricio) en cualquier confín de la República. Empero, “De Narváez se tiene fe”, según confidencian en torno de él.

La mera posibilidad de intentarlo es viscosa. El ambicioso empresario es argentino nacionalizado, nacido en Colombia e hijo de colombianos. “Me parece que la justicia electoral no lo va a habilitar”, discurre un confidente que dice apreciarlo. “Francisco, con todo, es optimista. Piensa que habrá una decisión judicial ecuménica habilitándolos a él y a Scioli, que también tiene sus cuestionamientos.” Página/12 le recomienda el apasionante blog Saber Derecho que propone una sugestiva interpretación amplia de la constitución bonaerense, que le daría cabida a los candidatos. El confidente toma nota, se va a caminar con Mauricio.

La obsesión macrista es clara, ha sido turbada en estos días: que nada se inmiscuya en el escenario porteño. Las definiciones sobre Blumberg, como todo, quedarán para otra pantalla: la que se abre el 24 de junio, con el escrutinio.

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Esta historia intitulada continuará.

¿Intitulada cómo? se preguntará alguno.

Intitulada, no más.

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