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El país|Domingo, 8 de julio de 2007
LOS SOCIOLOGOS OPINAN SOBRE MUJERES-CANDIDATAS

¿Soportamos la idea?

Ana Amado, Gustavo Martínez Pandiani, Beatriz Cohen, Emilio de Ipola, Monique Altschul y Alejandra Oberti se hacen la sorprendente pregunta del año.

Por Alejandra Dandan
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La pregunta que plantea la política este año es realmente original: ¿Soportamos la idea de una mujer presidente? De esta cuestión se desprende otra, que pasa por pensar si en la Argentina ser candidata es una ventaja o una desventaja. Las respuestas son varias y diferentes, como todo en lo que se juegan referencias culturales, históricas y sociales. El mismo fenómeno protagonizado por mujeres como Ségolène Royale y Michelle Bachelet tiene por aquí los nombres de Cristina Fernández de Kirchner y Elisa Carrió.

La instalación de Cristina Fernández en la serpentina de candidaturas a octubre empezó hace tiempo y se acentuó con el juego público del “será pingüino o pingüina” de su marido Néstor Kirchner. Elisa Carrió brega por la presidencia desde hace tiempo, pero curiosamente su candidatura no disparó las preguntas que motivó la mujer del Presidente. Es como si esta vez realmente se tuviera que tratar la idea de que gobierne una mujer. ¿Cómo funciona esa posibilidad entre los argentinos?

Ana Amado escucha atentamente. Profesora de la UBA y crítica de cine, hay algo en todo eso que la incomoda. Como si alguna de estas cosas no encajara bien con lo que la sociedad debería aceptar o aprender a soportar. “Yo me preguntaría más bien –dice– ¿si tiene sexo el poder? Porque creo que no, o no del todo. Aunque hay que admitir que del poder masculino no se habla, porque como signo en sí mismo no tiene necesidad de discursos legitimadores. Todavía en cambio, se necesita un artículo dedicado a pensar una presidenta mujer, por ejemplo.”

Amado ya no piensa a los candidatos desde el género. Más bien, busca el planteo político que pueden traer por debajo. Sin embargo, sospecha que no para todos es así. Que las candidatas tendrán un duro camino en su avanzada a la presidencia. “Las mujeres no resignan su destreza para combinar trabajo, familia, apariencia, un mix en el que tienen largo entrenamiento, pero de cuya eficacia cotidiana en términos de práctica del poder se recela, antes que admirar como un plus extraordinario. Hay un lugar común que dice que el poder se ejerce en soledad, una soledad que termina aceptando hombres y no a estas mujeres multidiversificadas. Todos los periodistas preguntan muy solemnes y como lo más normal dónde va a situarse Kirchner cuando Cristina sea presidente. ¿Por qué nadie le pregunta a él, ni antes ni ahora, a qué distancia está Cristina de sus decisiones presidenciales?”

La pregunta, sin embargo, no aparece siempre sino cuando ella sale a escena. Cuando intenta correrse de ese lugar doméstico de la primera dama o del espacio exclusivo de la primera ciudadana, para ocupar el mando. Un espacio ejecutivo donde intenta pararse en pie de igualdad.

Otros analistas consideran el tema del poder desde la perspectiva de género. Entre ellos, Cristina aparece revestida de distintas tonalidades. No suele aparecer, por ejemplo como exponente del universo de lo femenino, como lo hace Carrió. Su poder, más bien, parece recubierto por una lógica masculina, un poder que no emana de la relación con el otro sino que hace centro en sí mismo. Gustavo Martínez Pandiani es especialista en marketing político, varón y decano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad del Salvador. A partir de una lectura de CFK y su vieja confrontación con Chiche Duhalde, compuso dos modelos de análisis desde donde pensó la lógica del poder femenino. Uno, prefiere el “Fernández” y apuesta a la consolidación del sí mismo como mujer independiente, y el otro blande orgullosamente el apellido de casada como bandera. En esa lógica, Cristina y Chiche funcionan como una especie de antítesis.

Para Pandiani, el electorado sigue anclado en lógicas ancestrales. “Es un electorado machista, aun cuando la mayoría es femenino”, advierte. “Ellas son en realidad las más críticas, y establecen una crítica en voz baja, que a la hora de votar parece presionar porque no están tan seguras de que quieren votar a una mujer, como si aún se sintieran más protegidas con un hombre.” Según sus cálculos, entre los hombres suceden cosas parecidas: “Las dificultades no se ven porque ella sea mujer sino porque representa cierto tipo de mujer, más independiente, que al hombre lo asusta.”

Lo paradójico es lo que se desprende de esa tesis. Si una mujer asusta a las mujeres porque no es protectora y a los hombres por su independencia ¿qué lugar les queda a esas candidatas? El éxito, según Pandiani, aún es posible. Esa mujer, si es Cristina, “debe combinar toda su personalidad con la necesidad de continuidad de un proyecto que es de su esposo. Le va a resultar difícil por personalidad porque va a tener que reconocer en gran medida, su candidatura con lo que hizo su esposo”.

En el movimiento de mujeres, Beatriz Cohen es conocida como socióloga, especialista en participación ciudadana. Es una de las que cree que no es lo mismo tener una presidente mujer y que esa mujer sea Cristina Kirchner. “Recién ahora tenemos la primera mujer gobernadora, en Tierra del Fuego. ¿Le parece que estamos como para una mujer de presidente? Yo creo que hasta ahora no hubo suficiente ejercicio del poder de parte de las mujeres en el país. Tenemos mujeres en la Corte, municipios, ministerios tradicionalmente masculinos como Defensa y Economía, pero me da la sensación de que para tener una mujer en la presidencia tenemos que demostrar más que podemos en condiciones adversas, porque el poder real todavía sigue en manos de los varones.”

Cohen imagina que detrás de lo que dice se le vendrán encima sus colegas feministas. “No es que yo diga que las mujeres argentinas no están listas para ser presidentes, pero me parece que antes tiene que hacerse cierto camino porque son las primeras en caer cuando las cosas no van bien.” En esa larga lista de grandes caídas femeninas cuenta a Felisa Miceli, María Julia Alsogaray, Claudia Bello y Matilde Menéndez, entre otras. No es que sean transparentes, explica, sino que son las primeras en caer por negocios que probablemente entre los hombres sean más graves. Cohen ve una diferencia en el caso de Cristina Kirchner: “Salvando las distancias, hay una transferencia de poder como con Isabel Perón. Me suena un poco a esta historia pasada de matrimonios en el poder de una casa”.

Emilio De Ipola es una de las voces más reconocidas de la carrera de Sociología de la UBA, un clásico. “Que sea mujer para mí, en junio de 2007, no cuenta. Ya hubo en el mundo mujeres ejerciendo, presidentes o gobernantes de alto nivel”, arranca. “Desde ese punto de vista, si alguna vez fue un problema está absolutamente resuelto, no digo en el conjunto de la sociedad porque hay gente que piensa que no puede estar ahí nada más que porque es mujer, pero me cuesta pensar que porque fuera una mujer su ejercicio de poder sería distinto: pueden gobernar tan mal como los hombres, para decirlo en forma de chiste.”

Lo que entonces cuenta no es la idea de la candidata sino de lo que representa como mujer, esposa y parte de un proyecto donde existe un presidente con niveles de popularidad todavía alta. “Por supuesto que se puede especular acerca de la forma solapada de perpetuación del kirchnerismo. Pero en este tiempo el Gobierno tuvo que encajar dos derrotas en Buenos Aires y Tierra del Fuego. Perdió un poco su estado de gracia. Aunque la popularidad se mantenga alta, no es lo mismo que en otros momentos y teniendo en cuenta ciertos prejuicios en algunos sectores, es esperable que la candidata obtenga menos votos que él. Es indudable que la maniobra comporta cierto riesgo.”

“Yo estaría encantada de votar a una mujer, si esa mujer tuviera perspectiva de género”, dice con sinceridad Monique Altschul. “Ahora me doy cuenta de que no le exijo lo mismo a un hombre.” Para Altschul, otra de las integrantes del movimiento de mujeres, en este caso de la Fundación Mujeres en Igualdad, ve a Carrió a la delantera en términos de las luchas por los derechos de las mujeres. “Ella abrió todo un camino de cambio, fue una punta de lanza”, explica. “Tenemos ahora una mujer en Tierra del Fuego, votada por primera vez en la historia de la Argentina, éste es un nuevo desafío, pero me doy cuenta de que no le exijo una perspectiva de género a un hombre en las mismas condiciones.” ¿Por qué lo hace en este caso, entonces? “Porque tanto hemos peleado para tener mujeres que nos representen, que entonces pido una especie de solidaridad de género.”

Alejandra Oberti se especializó en recorridos sobre la memoria colectiva, la memoria social y la militancia peronista de los ’70. Socióloga, referente del archivo oral de Memoria Abierta, le cuesta pensar a Cristina aún como parte de ese modelo setentista o fuera de la relación conyugal. “Creo que hasta hace poco ella era una mujer de peso político propio, pero sucede menos en los últimos tiempos. En el momento en que ella era senadora y él gobernador, ella era un personaje mucho más público que él. Eran una pareja de políticos, pero ella tenía un peso propio, en ese sentido había una imagen más clara en ese momento que ahora, después del primer año de gobierno de Kirchner parece más secundaria, una figura que acompaña.”

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